Cristina Rodríguez: "Ojalá existiera una pastilla para quitarse la dependencia emocional de los hombres"
La estilista y presentadora acaba de publicar junto a Sara Brun 'De mujer a mujer', un libro "femenino y feminista".
Hasta cinco veces ha sido nominada al Goya a mejor diseño de vestuario, pero la gente la reconoce por haber sido jurado en Cámbiame y directora de profesores en Supermodelo. Cristina Rodríguez es figurinista, estilista, actriz, presentadora de televisión, youtuber y, en sus ratos libres, escritora. Acaba de publicar De mujer a mujer (Grijalbo), escrito a cuatro manos junto a Sara Brun, periodista, escritora y amiguísima del alma de Cristina.
Las autoras se conocieron trabajando en vestuario y, aunque Sara no fue la mejor becaria de Cristina —en palabras de ambas, "no tenía ni idea"—, entre ellas se forjó una amistad que dura ya más de veinte años. Desde entonces, se reúnen como mínimo una vez a la semana y comparten experiencias de una manera muy íntima, hasta el punto de que casi se han convertido en la misma persona. "Muchas veces, cuando escribíamos el libro no sabíamos a quién le había pasado qué, sobre todo con los hombres. ¡Qué lío! Nos parecía que habíamos vivido lo mismo las dos", cuenta Cristina.
Para Sara, el proceso de escritura ha sido "muy catártico". "Hasta llamamos a una señora para que nos hiciera una limpia", añade Cristina, entre risas.
Ambas reciben a El HuffPost en pleno desayuno en la sede de la editorial Penguin Random House en Madrid, y la charla, que comienza sobre lo que significa ser feminista, deriva en una defensa a ultranza de la congelación de óvulos, y, sobre todo, de hacer siempre "lo que nos dé la gana".
¿Qué significa ser mujer hoy?
S: ¡Qué difícil!
C: Yo siempre digo lo que no debo. Así que voy a decirlo. Nosotras, entre amigas, hacemos una cena semanal y siempre que voy, mi novio me pregunta: "¿Has quedado hoy con 'raza superior'?". Ahora no podemos decir que somos raza superior, pero lo peor es que lo pienso. Ser mujer implica que tenemos capacidades para hacer una serie de cosas que el resto no tiene. Hasta hace poco, se denostaban estas cosas, porque el hombre se dedicaba a trabajar, básicamente. Trabajaba, trabajaba, ascendía, trabajaba más, y punto. Ahora nosotras trabajamos y hacemos todo lo demás. Mientras me estaba haciendo las fotos me ha llamado el señor del aire acondicionado y un hombre no habría tenido la capacidad de contestar al técnico del aire acondicionado mientras está en una sesión de fotos. Al final, ser mujer es tener carga mental y capacidades para poder hacer muchas cosas. Pero queremos que se nos reconozcan estas capacidades, que hasta ahora eran arte menor. Sabemos trabajar, sabemos ascender, sabemos ser ejecutivas, sabemos ser artistas y lo que nos dé la gana. Y, a la vez, somos capaces de hacer cosas que ellos no hacen. Por eso somos raza superior, que significa ver si es el cumpleaños de mi madre, si me tengo que acordar de los regalos, si falta papel higiénico, si al portero hay que darle algo porque nos ha echado una mano tres veces... Madre mía, es que somos raza superior.
Y eso, sin entrar en tema maternidad.
C: Eso. Yo no tengo hijos, pero mi novio sí, y soy yo la que le digo: "¿Qué tal le ha ido a tu hijo el examen de matemáticas?". "¿Ah, que era hoy?".
S: Ser mujer hoy en día es lo mismo que ha sido siempre, pero es verdad que hay que hacer un esfuerzo por esa conciencia individual de lo que es ser mujer, ya sea en la familia o en el trabajo. Estamos un poco despistadas ahora, porque tenemos que ser el cien por cien en todos los ámbitos, pero también tenemos que conocernos muy bien a nosotras mismas.
En el libro decís que "De mujer a mujer empezó siendo un texto femenino y acabó siendo un libro feminista". ¿Cómo explicáis esto?
S: Femenino es porque hemos cogido nuestras partes (tema maternidad, tema amigas, tema amor, tema trabajo, tema citas) y las hemos exprimido contando anécdotas muy muy nuestras y qué sentimientos tuvimos al respecto. Y al final acabamos descubriendo que, en todo lo que hemos hecho, siempre hemos decidido nosotras, sin elementos externos. No ha venido ningún sistema patriarcal a decirme lo que tenía que hacer. Con lo cual, las consecuencias han sido estar muchas veces puteadas y que nos costara muchísimo llegar a los sitios. Y a lo mejor es porque nunca hemos seguido a la turba en ese sistema y hemos hecho lo que nos ha dado la gana.
Todos los capítulos del libro acababan con esa visión feminista. El feminismo ahora aspira a poder decidir, al derecho a estar triste, a poder aguantar tu dolor, a salir de esa dependencia emocional que tenemos de los hombres. Todo esto, de una manera feminista. Creo que estamos en un punto de conciencia donde tienen llegar muchas mujeres. Y esto lo hemos descubierto escribiendo.
C: Somos un grupo de amigas muy promujeres. Empatizamos mucho entre nosotras, y no digo que con los hombres no, pero especialmente con las mujeres. Nos vemos y ya sabemos lo que nos pasa, y hemos hablado mucho de la amistad entre nosotras. Somos la hostia. Somos inteligentes, divertidas, solidarias. Admiro a mis amigas.
Os consideráis feministas, eso está claro. Pero ¿cómo explicaríais que se puede ser feminista y sexy a alguien que piensa que son cosas incompatibles?
C: ¿Se puede ser un hombre y tener pluma, por ejemplo? ¿Se puede ser un hombre y llevar falda? ¿Se puede ser un hombre y echarse cremas? No sé por qué a nosotras nos cuestionan ser feminista y llevar tacones. A mí me gusta llevar tacones. ¿Que si es incómodo? Sí, superincómodo. Estoy mucho más cómoda con zapatillas, pero me gusta llevar tacones. Hay señores a los que le gusta llevar camisetas apretadas y yo no los censuro. Pero también me parece muy bien si eres mujer y no quieres llevar tacones. Si quieres llevar una camisa de cuadros y unas zapatillas de montaña, está fenomenal. O estamos unidas todas, o vamos mal. Si quieres descargar camiones en Mercamadrid, estupendo; pero si quieres ser stripper porque te da la gana, también está bien. Al final, es lo que decía Sara: todo está en poder elegir. Si quieres ponerte pintalabios, bien; si no, también.
S: Además, ¿quién pone la nota de lo feminista que eres? ¿Hay un dios que juzga por encima del bien y del mal y que te pone un 3 o un 5? Hay muchas mujeres megafeministas, que siempre van a todo y utilizan lenguaje inclusivo pero luego en su casa son dependientes emocionales de un hombre del que están enamoradas y que las está puteando. ¿Esa mujer va a decidir que yo soy menos feminista que ella? ¿Quién me pone a mí la nota? Es una tontería. Todas tenemos que acabar siendo feministas: todas y todos. Tiene que ser un bien de la humanidad, pero por una vida mejor. No hay grados; es un sentimiento de que este mundo sea más justo, no de un odio visceral.
Entonces es el mismo argumento que dais a quien opina que Cámbiame o Supermodelo no casan con el feminismo...
C: Es que entonces no sé muy bien qué es el feminismo. ¿Qué pasa, que la belleza no entra dentro del feminismo? La belleza es el arte, es un cuadro, es una comida, una película... Yo me siento tremendamente feminista y creo que también soy femenina.
S: Para mí el feminismo es un sentimiento de vida, no una asignatura por la que te pongan nota.
Cristina, ¿cuántas veces has tenido que aclarar que no querías ser madre?
C: La verdad es que pocas. He tenido suerte, me han presionado muy poco. Mi madre siempre me decía que yo no tenía que tener hijos. Mi madre ha sido una madre convencional y trabajadora, pero no ha pensado que se realizaba como mujer por ser madre, y tuvo dos hijas. Pero siempre me ha dicho: "Hija, ¿tú para qué vas a tener niños? Con lo bien que estás así". Una vez un tío mío que tiene seis hijos, dos de cada mujer, y que no se ocupa de ninguno, me dijo: "¿Qué, no vas a tener hijos?". Y yo le contesté: "Pues si los voy a tener como tú, evidentemente no". He hecho siempre lo que he querido. No me he sentido nada presionada.
Tu experiencia con la maternidad, Sara, es distinta.
S: De este tema apenas se habla. No todas las mujeres sienten la necesidad imperiosa de ser madres. Muchas veces la presión social hace que lo sean. Por ejemplo, Cristina nunca sintió esa necesidad y yo sí. Su caso es más fácil de llevar, pero para las que hemos sentido la necesidad de ser madres y no lo hemos sido, que somos un alto porcentaje de mujeres, esto es una obsesión. A lo mejor si lo hablamos deja de serlo. Pero siempre, siempre, mientras estás en edad fértil, es algo en lo que piensas todos los días. Dices: ya pasará, y al final te hace vivir con una ansiedad que te mueres. Porque el tiempo pasa, y nada. Hay un periodo en el que necesitas eso igual que necesitas a tus padres, igual que necesitas tu brazo o igual que necesitas comer. Y cuando ya no es posible porque tu cuerpo va siendo incapaz, hay muchas mujeres que se aferran y van pasando por uno, dos y hasta ocho tratamientos de fertilidad. Vivir obsesionada por este tema no te va a hacer más feliz. Yo he sentido ese duelo de saber que ya no voy a ser madre como si se hubiera muerto un ser muy querido. Y he tenido que superarlo y que aceptarlo. Ahora sigo sintiendo tristeza, pero no es la ansiedad de antes. Y con esto voy a seguir al final de los días. Ahora puedo arrepentirme de lo que no hice a los 25, pero no tendría sentido. Cada mujer tiene que ser consciente de sí misma en cada momento de su vida e ir con la edad. Hay que ir paulatinamente conociéndose, y tenemos mucho desconocimiento de lo que somos. Nos tenemos muy poco analizadas.
S: A mí me hubiera encantado que me regalaran una congelación de óvulos por mi cumpleaños. Tendría que ser así.
C: No es ninguna tontería, porque puede pasar cualquier cosa, una enfermedad...
S: Y que con los años los óvulos van siendo menos fértiles y de peor calidad. Sigo pensando que lo de la congelación de óvulos tendría que venir en un pack por Navidad.
Pero algunas empresas empezaron a ofrecérselo a sus trabajadoras y surgieron muchas críticas, porque de algún modo empujan a las mujeres a retrasar su maternidad.
S: No, no, no. La maternidad es algo megapersonal. Me da igual que te lo pague la empresa o Perico el de los palotes. Pero tú tienes que ser consciente de que esto va a pasar. Y luego ya le pones remedio. Porque, por muy bien que te sientas más adelante, tus óvulos no van a ir contigo. A mí si me hubieran avisado... pero la vida se pasa así de rápido [chasca los dedos] y cuando te das cuenta, te preguntas: "¿Y yo qué he hecho?". Pues pasármelo de puta madre.
C: Si sabes que quieres ser madre, no importa cuándo, ni cómo ni con quién, lo mejor es congelarse los óvulos. Lo que pase en el futuro (si decido sola o acompañada o lo que sea), ya veremos.
S: El problema también es que nos han educado con casos de hombres. Por ejemplo, lo de que cuando te da un ataque al corazón se te duerme el brazo es algo que les pasa a los hombres, no a las mujeres. Lo mismo pasa con la maternidad. No te educan contándote que, como mujer, tienes la posibilidad de ser madre o no, ni te explican que si dejas pasar mucho tiempo te quedas sin opciones. Ninguna mujer con 26 años piensa que, en cosa de cinco años, sus óvulos pasan del 100% al 10%. Y ahora atina a que los de ese 10% funcionen, porque ya están viejunos. Es como si fueran a fecundar a un señor de 80 años. ¿Qué va a salir de ahí? Nadie te dice eso hasta que ya tienes la losa encima. Ahora hay avances, pero falta información. El mundo está cambiando más rápido que nuestro poder de adaptación.
En el libro se plantea la pregunta "¿por qué no tener pareja nos parece un fracaso?". ¿Ha cambiado algo esta percepción en los últimos años?
C: En nuestro país existe la palabra 'solterona' y eso ya te da una idea.
S: A veces lo vemos como un fracaso porque muchas mujeres hemos trabajado mucho para conseguir una pareja que quizá no tenemos. Hemos estado toda la vida pico y pala y al final lo ves como un fracaso.
C: Por desgracia, tenemos dependencia emocional. Ojalá no la tuviéramos, pero nos gusta tener pareja. Nos gusta ver la tele con alguien, nos gusta meternos en la cama y que su cabeza se apoye en nuestro pecho, nos gusta tener relaciones sexuales sin la incertidumbre que tienes cuando te acuestas con un desconocido... ¿Está mal? Sí. ¿Nos quita poder? Sí.
S: ¿Pero somos menos feministas por eso? No lo sé.
C: Ojalá existiera una pastilla para quitarse la dependencia emocional.
S: Y asumirlo es lo mejor que puedes hacer, porque te das cuenta de que ni estás loca ni eres dependiente. Vivimos en el mundo de las expectativas, y controlar esas expectativas o al menos reconocer que las tienes te hace mantener los pies en la tierra.
¿Es más difícil ligar ahora (que hay apps, más trabajo, menos tiempo libre...) que hace unos años?
S: Es distinto. No estableces la misma dinámica, ya desde la primera cita. Las aplicaciones te ponen en un modo cerebral que no siempre funciona. A ella [refiriéndose a Cristina] le ha cuajado, pero es una excepción.
C: Y mi anterior novio, con el que estuve un año, también salió de ahí.
S: Ahora con las apps hay más peces en el agua. Pero una relación necesita tiempo y dedicación, y ese tiempo en las aplicaciones no se da. No somos generosos para eso, y los hombres menos. Al mismo tiempo, tanta diversidad de opciones te crea ansiedad. Mejor elegir entre dos que entre diez.
C: Eso es la vida. Y tenemos que adaptarnos. Decimos esto porque nosotras hemos probado todo desde el inicio: Meetic, mails, todo.
S: Creo que las aplicaciones como forma de encontrar pareja es algo caduco. Para el sexo es otra cosa, pero para encontrar pareja ahora estamos en otro punto. La gente quiere volver a las calles. Volvemos al contacto físico.
Cristina, en una entrevista comentabas que llevas fatal el paternalismo. ¿Lo has sufrido en tus propias carnes?
C: Mi novio me dice que le hago womansplaining y seguramente es verdad. Pero es que no puedo soportar que me digan: "Cariño, acuérdate de cerrar la puerta cuando salgas". Es una tontería, pero he vivido sola toda mi vida y siempre he sabido que tenía que echar la llave al salir. Una amiga, que es jefa, nos cuenta que en reuniones, cuando explicaba algo, saltaba después un compañero: "Lo que quiere decir ella es que...". No soporto que me traten como retrasada. El otro día fui a llevar al concesionario un coche para que lo revisaran porque no entraba gas, y me dice el señor: "¿Sabes que a los coches de gas tienes que ponerle un aparatito?". Le contesté que era mi tercer coche de gas y que había hecho una campaña con Repsol para hablar sobre coches de gas. ¿Qué se cree, que soy gilipollas? También es verdad que mi personaje de un poco frívola, un poco zen, hace que los demás no me traten con mucha condescendencia porque saben que les voy a soltar una fresca.
No soporto que me digan lo que tengo que hacer porque soy una mujer lista. A mi novio siempre le digo: "Cariño, recuerda que detrás de una gran mujer siempre hay un gran hombre, así que tú tranquilo, eres un gran hombre". Soy una chula y creo que tenemos que ser un poco chulas, un poco sobradas.