La crisis climática está amenazando nuestro trabajo, y muchas empresas no quieren verlo
Algunas compañías estadounidenses han creado un “permiso climático”. El resto debería tomar nota.
Se esperaba que el Huracán Dorian llegaría a Florida (EEUU) en torno al martes, 3 de septiembre. Después de una temporada devastadora en 2018, los habitantes se temían lo peor mientras veían que se acercaba hacia ellos la tormenta de Categoría 2 después de inundar las Bahamas. Como precaución, un call center de Orlando cerró dos días en los que se calculaba que tocaría tierra la tormenta, dando vacaciones (pagadas) a sus trabajadores.
A uno de los empleados, Javier Torres, de 25 años, no le parecía tiempo suficiente para prepararse para la tormenta. Así que decidió cogerse el lunes para poder almacenar provisiones y mudarse a casa de su padre, a 30 minutos de la suya y a prueba de huracanes. Pero cuando volvió al trabajo ese viernes —después de que la tormenta rozara la costa del Estado, bordeando el centro de Florida— descubrió que su lista de asistencia había bajado mucho.
Torres había preguntado con tiempo si podía usar sus días libres para prepararse para el huracán. Pero como el lunes era el Día del Trabajo en Estados Unidos, le penalizaron por una política de la empresa que trata de que los empleados no se cojan días libres en un festivo. Torres sintió que le habían penalizado injustamente pese a que la empresa había tomado medidas para ayudar a los empleados de cara a la tormenta.
Con la crisis climática, los temporales se están haciendo más intensos, más largos y más frecuentes. Y en lugares propensos a los huracanes, como Florida, o a los incendios, como California, significa que las empresas tendrán que dilucidar la forma de adaptarse a las necesidades de sus empleados.
Pocas han desarrollado políticas claras para lo que afrontan los trabajadores en un desastre natural, lo cual puede traducirse en confusión, incertidumbre y la posibilidad de una merma en el sueldo, en el ratio de asistencia, o incluso un despido.
La buena noticia es que, aparentemente, hay cosas que están cambiando poco a poco. En 2017, la empresa de tecnología neoyorquina Fog Creek Software —ahora Glitch— anunció una nueva política de “permiso climático”. Anil Dash, CEO de Glitch, se dio cuenta de que la compañía lo necesitaba cuando sus trabajadores de California, después de huir de los incendios, preguntaron si podían cogerse días para sobrellevar el desastre.
La nueva política proporciona cinco días de vacaciones pagadas para gestionar el impacto de un desastre natural. En cualquier caso, les habría dado esos días a los empleados —señaló Dash en un artículo de Medium en el que anunció el cambio—, pero ponerlo por escrito les daba seguridad y sensación de tranquilidad.
Este año, varios de los empleados de Glitch volvieron a utilizar esta política cuando los incendios barrieron el Norte de California. “Tenemos a unas cuantas personas que trabajan en California, si les toca pasar por lo terrible de una evacuación, al menos que por la parte del trabajo estén tranquilos”, explica Dash. “Su trabajo va a seguir ahí”.
Pero la mayoría de empresas no son tan previsoras en lo que a desastres naturales se refiere y, en vez de establecer un protocolo con tiempo, cuando un temporal se cruza en su camino (o ya se ha cruzado) no saben muy bien cómo actuar. Esto puede producir mucha incertidumbre a los empleados, como a Torres y a sus compañeros de call center.
Torres ha trabajado en tres centros diferentes y todos operan de forma similar, dice: hay una línea telefónica en la que los empleados pueden informarse de si pueden ir o no a trabajar.
Esta línea directa es un programa opcional que ofrece a los empleados actualizaciones y permite a los jefes contactar rápidamente con la plantilla en caso de tormenta inminente. Pero las actualizaciones suelen llegar con pocos días de anticipación, señala Torres, dejando poco margen de preparación.
En su opinión, estas empresas esperan todo lo posible hasta decidir cuándo cerrar la oficina, priorizando la productividad a costa de la previsión.
“En serio, es muy frustrante”, recalca Torres. “Creo que es poco considerado tenernos trabajando hasta el último minuto posible. De esta forma la preparación para el huracán se nos hace más difícil de lo que debería”.
Pese a la atención que acaparó Glitch cuando anunció su política, pocas empresas han adoptado medidas similares ante la emergencia climática. Rich Fuerstenberg, consultor en la firma internacional de recursos humanos Mercer, confirma que no ha habido ningún interés por parte de las empresas con las que trabaja.
“Se lo hemos mencionado a un buen número de empresas y ninguna ha expresado interés”, explica Fuerstenberg en un correo electrónico al HuffPost. En general, los empleadores están más concienciados con necesidades como una baja de paternidad pagada y la gestión de discapacidades, consideradas más inmediatas que un permiso climático.
Pero, aunque la mayoría de los empleadores no cuente con ello, la gente ya está pagando la crisis climática. En todos y cada uno de los cinco últimos años, Estados Unidos ha sufrido desastres climáticos —huracanes, incendios e inundaciones— que han provocado pérdidas de más de 500.000 millones de dólares en daños por todo el país.
Por ejemplo, el incendio de Camp Fire el año pasado, que mató a 85 personas y causó el desplazamiento de otras 50.000, fue el desastre natural más costoso de 2018, provocando unas pérdidas de 16.500 millones de dólares. El huracán Sandy en 2012 ―la cuarta mayor tormenta de la historia de Estados Unidos― costó a Nueva Jersey 70.200 millones en daños económicos. En cuanto a las inundaciones de récord del Medio Oeste esta primavera, se espera un coste de más de 3.000 millones de dólares en daños, y los agricultores se llevan la peor parte, con la pérdida de las cosechas y la falta de cobertura en sus seguros.
Según un informe de empleo publicado en septiembre de 2017, las empresas del sureste de Estados Unidos perdieron 33.000 puestos en solo un mes, sobre todo debido a los huracanes Harvey e Irma ese año. A un millón y medio de personas les fue imposible ir al trabajo como consecuencia de las tormentas, la cifra más elevada en 20 años.
Hay varias formas por las que una empresa puede afrontar los desastres naturales más allá de este permiso climático, asegura Fuerstenberg. En los últimos años, muchas empresas han pagado a sus empleados el tiempo perdido sin que hubiera una política oficial ni permisos especiales para utilizar las vacaciones u otros días libres pagados para lidiar con estos desastres ambientales.
Algunas empresas tienen políticas para compensar a sus empleados por el tiempo perdido en caso de cierre del negocio, señala Carol Sladek, asesora de la empresa de recursos humanos Aon Health Solutions.
Por ejemplo, Walt Disney Parks and Resorts incluye una medida similar para sus 38.000 empleados en caso de “inundaciones, huracanes u otras catástrofes naturales” que les garantiza hasta cinco días pagados por las horas de trabajo perdidas “debido al cierre de las actividades”. (Walt Disney Company no accedió a responder preguntas).
Mercer ha detectado que cada vez más empresas de todo tipo adoptan políticas de “permisos generales pagados”, señala Fuerstenberg, y de este modo los empleadores conceden a sus empleados una cantidad determinada de días libres sin denominarlos baja por enfermedad. Otras empresas han adoptado permisos pagados de duración indefinida que permitirían a sus empleados la flexibilidad necesaria para afrontar un desastre natural sin tener que pasar por la burocracia de los permisos pagados.
En general, parece que las empresas no tienen una forma homogénea de lidiar con desastres naturales. Mitch Steiger, defensor legislativo de la California Labor Federation, asegura que nunca ha oído hablar de permisos pagados por desastres naturales.
“Obviamente, es algo que tiene que existir”, defiende Steiger. En los últimos años, ha escuchado “historias terroríficas” de trabajadores que vivían en zonas evacuadas por incendios y que aun así tuvieron que ir a trabajar porque su lugar de trabajo quedaba fuera de la zona afectada.
A nivel estatal y federal, existen pocas protecciones legales para quienes pierden su trabajo a causa de un desastre natural, básicamente en forma de seguros por desempleo y asistencia federal en caso de desastres, explica Maurice Emsellem, experto en ayudas por desempleo en el National Employment Law Project, un grupo de defensa legal que lucha por unas leyes de empleo justas.
Sin embargo, esta asistencia se distribuye muchas veces de forma desigual y no logra impedir que ciertos grupos de población vulnerables no se puedan beneficiar de igual modo. Por ejemplo, así como un estadounidense medio que ha sufrido un desastre natural percibe 26 dólares al año por parte del gobierno federal, un indígena solamente percibe 3 dólares al año, según High Country News. También hay pocas medidas legales para impedir que los empleadores penalicen a sus empleados si no van a trabajar después de sufrir un desastre natural, lamenta Emsellem.
Denise Diaz, directora ejecutiva de la organización de defensa Central Florida Jobs with Justice, comenta que aunque hay pocas empresas en Florida Central que cuenten con políticas en caso de desastres naturales, ha detectado un cambio cultural en la región desde que el huracán Irma asoló el estado hace dos años.
Antes de la llegada del huracán Dorian de este año, más negocios ajustaron sus agendas o cerraron pronto para darles a sus empleados tiempo suficiente para aprovisionarse de suministros y prepararse para la inminente tormenta. Esta medida también es beneficiosa para la empresa. Los expertos en gestión de emergencias sostienen que darles suficiente tiempo a los empleados para prepararse para un desastre natural les permite estar mejor equipados y así volver antes al trabajo, una vez concluido el desastre, según explica Diaz.
Diaz considera que la planificación empresarial será una tarea fundamental en Florida de cara a los próximos años. Este año, parece que todas las semanas surgía la amenaza de un nuevo huracán en el estado. Establecer planes y políticas formales podría ayudar tanto a las empresas como a sus trabajadores a sobrellevar mejor esta nueva ‘normalidad’ climática.
Sin embargo, aunque estas políticas se implantaran a gran escala, seguirían sin poder ayudar a todos los trabajadores cuya subsistencia se ve amenazada por los desastres naturales.
Algunos trabajadores, como los empleados del hogar y los agricultores, así como los trabajadores sin papeles, no estarían cubiertos por estas asistencias si perdieran días de trabajo durante el desastre natural o los días posteriores, expone Christy Lubin, directora ejecutiva de Graton Day Labor Center, una organización sin ánimo de lucro que apoya a los jornaleros del norte de California. Estos trabajadores ya se encuentran en una situación económica vulnerable, dado que el suyo suele ser un trabajo estacional, a veces con contratos de un solo día, sin ningún tipo de seguro laboral ni seguridad económica. Su condición de inmigrantes también les convierte a veces en no elegibles para recibir prestaciones por desempleo y les vuelve reacios a pedir asistencia por desastres naturales.
Quienes tienen trabajos esporádicos o contratos temporales probablemente tampoco se beneficiarían de esas ayudas. Esto supone una pérdida fundamental de ingresos para un grupo que ya es económicamente vulnerable en situaciones normales y que suele estar formado por inmigrantes de color, afirma Lubin.
La falta de protección federal y la dependencia de sus salarios diarios ya ponen a muchos de estos trabajadores en la obligación de arriesgar su vida y su salud para trabajar en condiciones peligrosas. Durante la temporada de incendios del año pasado, muchos jornaleros de California, buena parte de ellos inmigrantes sin papeles, siguieron trabajando en el campo sin mascarillas, respirando el humo tóxico de los incendios de alrededor.
Este otoño, multitud de empleados del hogar, jardineros y otros trabajadores domésticos se presentaron en su trabajo en uno de los barrios más acaudalados de Los Ángeles y descubrieron al llegar que sus empleadores habían huido de la zona por la cercanía de unos incendios sin siquiera avisarles.
Hará falta algo más que políticas de recursos humanos para proteger a estos trabajadores, que en general cuentan con pocas protecciones federales. Incluso trabajadores como Torres pueden seguir sintiéndose incapaces de plantar cara a sus jefes para exigir políticas más claras ante este peligro. No obstante, Anil Dash tiene la esperanza de que, aunque las empresas no hablen públicamente de ello, sí aspiren a cuidar a sus trabajadores en los peores días de sus vidas. “Creo que la mayoría de los empleadores quieren hacer lo correcto”, concluye.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ EEUU y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano y Daniel Templeman Sauco.