Creatividad contra hidroxicloroquina
La creatividad no es una ciencia exacta, es verdad, y ese es también el problema: que todo el mundo se siente capacitado para opinar.
Fauci es director del Instituto de Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos. Es una persona tan respetable y tan importante en la vida de los estadounidenses como la mantequilla de cacahuete. Ha sobrevivido a cinco presidentes diferentes (republicanos y demócratas) y ha liderado, por ejemplo, la lucha contra el VIH. Todo eso cambió cuando se desató la covid-19 en la era Trump. Fauci insistió en advertir a los ciudadanos del peligro del virus y el presidente empezó una cruzada contra él. Trump llegó a enviar un dossier a los periodistas que contradecía su informe oficial y escribió a sus 33 millones de seguidores en Twitter: Time to #FireFauci.
En una entrevista reciente en The Atlantic, le preguntaron si había pensado en renunciar y respondió: “No. Soy médico, científico y experto en salud pública. Sabía que estaba haciendo y diciendo lo correcto, no podía dejar a los ciudadanos abandonados”. Fauci resistió los ataques predicando contra la hidroxicloroquina y el orégano, los dos ingredientes que Trump consideraba infalibles para la covid-19, hasta las elecciones presidenciales. Ganó Biden y las primeras palabras que le dedicó a Fauci fueron: “Gobernará la ciencia. Queremos hechos, no conspiración. Así es como vamos a hacerlo”. Todos conocemos el final de la historia: Trump fue despedido y Fauci, promocionado.
En publicidad, a veces tienes la sensación de ser un científico peleando contra la hidroxicloroquina. Y, como Fauci, cuesta abandonar cuando sabes que haces lo correcto. La creatividad no es una ciencia exacta, es verdad, y ese es también el problema: que todo el mundo se siente capacitado para opinar. Pero detrás de cada idea creativa siempre hay un minucioso plan para impulsar un negocio o conseguir que un producto funcione.
Todavía arrastramos la idea del S.XIX de que somos agentes intermediarios, pero nuestro valor real es hacer crecer compañías. La creatividad entretiene, pero, sobre todo, resuelve problemas. Ese es su principal activo. Y, aunque todo el mundo siente la necesidad de opinar (y es totalmente lícito), detrás de cada idea existe una estrategia y muchas horas de thinking.
Un estudio de la Universidad de Pennsylvania reveló en 2010 que el cerebro está programado para desconfiar de la creatividad. Solemos rechazar las nuevas ideas porque la incertidumbre nos hace pensar, y dudar nos hace sentir incómodos. Pero también es nuestro trabajo hacer que crean en nosotros. Convencer a quién te pide hidroxicloroquina de que en realidad debería ponerse una vacuna de Pzifer. Y si no nos creen, si no logramos convencer a estos clientes, buscar otros para poder desarrollar todo el potencial creativo y, por supuesto, hacer crecer sus negocios. Que, al final del día, es el objetivo que compartimos.