COVID-19: Cuatro consejos para ganar tiempo a la pandemia
La tasa de mortalidad a tiempo real se está estimando de manera empírica.
Por Alma Bracho, genética evolutiva, investigadora del área de Genómica y Salud (FISABIO), Universitat de València:
A pesar del debate, la epidemia de COVID-19 no parece tener índices de mortalidad y transmisibilidad inmanejables. Quizás algo superiores a los de la gripes estacionales y la gripe pandémica de 2009, pero en todo caso inferiores a los valores de otros dos coronavirus como el SARS y el MERS.
La tasa de letalidad se calcula como el número de fallecimientos dividido por el número de infectados, pero de momento cuesta hacer estimas fiables sobre el denominador.
El número de infectados, incluidos los asintomáticos, se conocerá mejor cuando se puedan disponer de los reactivos de los estudios serológicos y se pueda estimar el número de individuos con huella inmunológica de la infección.
La tasa de mortalidad a tiempo real se está estimando de manera empírica. Está sujeta a oscilaciones que dependen tanto de factores intrínsecos del virus, la parte más o menos constante del valor y por eso la más relevante, como de otros factores referidos a edad del paciente, coexistencia de patologías y a las capacidades sanitarias.
A punto de la probable declaración de la pandemia de COVID-19 por parte de la OMS, quizás es el momento de levantar la vista del recuento diario de casos de coronavirus, número de fallecimientos y la distribución de casos por países.
Es hora de intentar valorar distintos escenarios posibles y probables. Escenarios de evolución de la epidemia (agente infeccioso conocido, distribución limitada) o la pandemia (agente infeccioso nuevo, distribución global) basados en el conocimiento previo de otras situaciones comparables previas, de menor o mayor magnitud.
Si nos basamos en experiencias previas, que no tienen por qué ser ajustadas a la epidemia de coronavirus presente, se pueden esperar, al menos, tres situaciones:
- Se consigue contener la epidemia del virus. Tenemos precedentes recientes en las dos epidemias de los coronavirus emergentes, SARS (2002) y MERS (2012), y la gripe aviar H5N1.
- La epidemia evoluciona a pandemia y de manera progresiva el agente infeccioso pasa a ser estacional. Este sería el caso de la pandemia de gripe H1N1 (2009-2010).
- Situación de pandemia extraordinaria con repercusiones devastadoras como la gripe española de 1918.
De entre estos tres escenarios el que tiene mayor consenso entre los especialistas es una situación entre la epidemia limitada por la contención y la pandemia, con un posible resultado final de epidemia estacional. Cabe recordar que en la actualidad cuatro cepas de coronavirus causantes de enfermedades respiratorias en humanos se encuentran en esta situación. El virus de la COVID-19 podría tener este destino y convertirse en el quinto coronavirus epidémico estacional.
Ya que no presentamos inmunidad específica contra el coronavirus de la COVID-19 y, en algún momento u otro, puede que nos infectemos, ¿de qué nos tenemos que ocupar?
Las medidas clásicas de contención de contagios, el aislamiento de infectados y la cuarentena probablemente no eviten que se expanda la epidemia y se declare la pandemia. Sin embargo, tendrán un papel importante en el escenario de transición de epidemia a pandemia. A mayor número de casos simultáneos en la población, los servicios de salud tienden a saturarse.
Si mediante las medidas de contención se consigue ralentizar la dispersión del coronavirus de la COVID-19 en la población, se puede manejar de manera más eficaz la epidemia.
Para la gripe sí que existe vacuna reformulada cada temporada que protege al vacunado y a las personas de su entorno por efecto de la inmunidad de grupo.
Reducir la circulación del virus de la gripe estacional puede tener un efecto beneficioso múltiple. Por una parte, la reducción de su incidencia puede liberar recursos sanitarios para combatir la epidemia de COVID-19. También puede reducir la mortalidad al disminuir la probabilidad de coinfección de ambos virus respiratorios.
Los trabajadores de la Sanidad deben disponer de equipos de protección individual suficientes. El acopio infundado de material sanitario por parte de la población general no debería llegar al punto de desabastecer de equipos de protección y otros recursos al sistema sanitario.
Esto ha ocurrido en otras pandemias. A medida que avance la primavera y el verano en el hemisferio boreal, el número de casos puede tender a disminuir, como ocurre con otros virus respiratorios sensibles a las temperaturas ambientales altas y humedad baja.
La epidemia podría entonces presentar una segunda oleada con aumento de casos en el invierno del hemisferio austral. Llegados a este punto podría reactivarse una tercera oleada durante el invierno 2020-2021 en el hemisferio norte a partir los casos diseminados que hayan superado el verano o bien de los importados del hemisferio sur.
Afortunadamente, todavía hay margen para actuar y prevenir. Y ganar tiempo para obtener una vacuna y un medicamento eficaz.