Cospedal y la imputación en diferido
La exministra de Defensa, cercada por la Justicia por el uso de la Policía para espiar a Bárcenas y frenar la investigación sobre el PP.
Cohecho, malversación y tráfico de influencias. Estos delitos sospecha el juez Manuel García Castellón que pudieron cometer María Dolores de Cospedal y su marido, Ignacio López del Hierro. ¿El motivo? Estar implicados en uno de los episodios más oscuros de la actual democracia: el supuesto uso de la Policía por parte del Gobierno de Mariano Rajoy para robar documentos y obstruir a la Justicia en su investigación sobre el PP.
La decisión del juez, de corte conservador y que también tiene en el punto de mira en otros temas a Pablo Iglesias, supone todo un tsunami judicial y político. Supone llamar como investigada a una de las mujeres más poderosas durante años en España, que fue la ‘número dos’ de Mariano Rajoy en Génova y la encargada de dirigir el potente Ministerio de Defensa. La mujer más fuerte de todo el partido.
Conecta directamente a Cospedal con los tejemanejes de las cloacas del Estado, con las operaciones del excomisario Villarejo, con el lado oscuro de una parte de la Policía. La pone en el centro de una trama que tenía como principal misión reclutar al chófer de la mujer de Luis Bárcenas, Rosalía Iglesias, para robar los documentos que pudiera tener escondidos el extesorero con los pagos de la caja B del PP.
Todo organizado supuestamente desde el número tres de la Castellana, el Ministerio del Interior, el lugar en el que se debería velar teóricamente por la seguridad de todos los españoles. Un lugar en el que podría haberse cometido el delito de haber entorpecido a otro poder para ocultar los trapos sucios del Partido Popular -que ahora se está enfrentando al juicio por su caja B y las irregularidades de su sede-.
Cospedal dejó la política, pero no es ajena a ella. Sigue siendo un referente para muchos en el partido y no es alguien sólo del pasado. Fue determinante en las primarias que ganó Pablo Casado, pues ella influyó en sus delegados para que optaran por el actual líder del Partido Popular frente a la candidatura de su máxima rival, Soraya Sáenz de Santamaría.
Ahora el juez ha tirado de las agendas confiscadas a Villarejo y entiende que Cospedal y su marido podrían haber participado en la captación de Sergio Ríos, el chófer al que se acercaron para robar los documentos. La imputación de Cospedal supone además elevar todavía más esta investigación a las cúpulas que dirigieron España, y pone contra la pared al propio Mariano Rajoy. ¿Se enteró de algo? ¿Fue una orden suya? ¿Actuaba por su cuenta la secretaria general? ¿Lo hizo para defender a Rajoy? ¿Cómo la número dos del partido y abogada del Estado puede participar en una trama para parar a la Justicia? Todas esas preguntas deberían responderse en un caso que supone una atentado directo al corazón de la democracia española.
El poder de Cospedal fue total en el Partido Popular, en el que ascendió en el congreso de Valencia de 2008. Aquella mujer vestida de rojo que se hizo con las riendas de un partido destrozado electoralmente ante un Zapatero en plena gloria. Ella representaba la línea más dura, la de las posiciones más a la derecha frente a la tecnócrata Soraya Sáenz de Santamaría, siempre trabajando en equipo con su marido (pero él en la sombra). Y siempre al filo de la sospecha, y con mucha incomprensión dentro del partido de por qué tenía tanto poder: llegó a acumular cargos de secretaria general, ministra de Defensa y líder del PP de Castilla-La Mancha.
Con un enemigo habitual: Luis Bárcenas. Nunca se entendieron, ni antes ni después. Él siempre ha defendido que la secretaria general le tenía “animadversión” y ha confesado durante el juicio por la caja B que le entregó sobres con dinero a ella. Cospedal siempre lo ha negado y tachado de “delincuente”. Pero esta imputación señala cómo ella quería controlarlo, cómo quería saberlo todo de él, lo que implica miedo a lo que pudiera hacer y contar
Todo esto se ha producido el mismo día que López del Hierro y Cospedal tenían que comparecer en el Congreso. Al primero le ha pillado en mitad de su intervención, y se ha negado a contestar a las preguntas de sus señorías en la comisión de investigación sobre Kitchen. Gabriel Rufián (ERC) ha llegado a decir que estaba todo orquestado para que guardara silencio. Cospedal ha ido por la tarde a la Cámara Baja, pero se ha suspendido la sesión. Ella se ha quejado al enterarse por los periodistas: “Nadie me ha avisado”.
El PP vuelve a estar en el ojo del huracán de los tribunales. Pendientes de la sentencia de la caja B, con Cospedal imputada y con la apertura también este miércoles del juicio oral contra Rodrigo Rato. Los actuales inquilinos intentan desvincularse, pero precisamente son dos de sus referentes. Y con otra nueva sombra: Sáenz de Santamaría aparece también en el sumario de Kitchen. Hay para todos. Las imputaciones llegan también en diferido.