Contar los días: las consecuencias a nivel psicológico de las que no somos conscientes
Muchos de nosotros recordamos la sensación que nos causa el contar los días que nos quedan para las vacaciones. Llevamos la cuenta del tiempo que nos queda, tachamos los días en el calendario… y a medida que se acerca la fecha vamos comenzando a sentir una intensidad mayor de emociones. Aumenta nuestra ansiedad por percibir más cerca la fecha tan ansiada, nuestra concentración puede incluso disminuir por estar más enfocados en el futuro, la ilusión aumenta y los síntomas de estrés y activación, también.
Vivimos acostumbrados a aferrarnos a fechas: días de trabajo, fin de semana, día en el que empiezan las vacaciones… nos movemos en periodos temporales y nos sentimos cómodos, porque nos permiten cierta organización y sensación de control. En nuestra vida cotidiana, esta demarcación temporal es beneficiosa porque esos límites son establecidos, fijos, conocidos y que se van a cumplir. Es decir, no hay problema en que yo me establezca que me quedan 10 días para que llegue mi periodo vacacional, porque tras esos días, efectivamente llegará ese periodo vacacional.
La diferencia del ejemplo con la situación que vivimos es que los periodos temporales no son fijos, a pesar de que a nosotros nos gustaría que así fuese. En nuestra mente se registró que eran 15 días, y teníamos la información de que posiblemente serían prorrogables, pero cada vez que recordábamos esto, únicamente recuperábamos el fragmento temporal: 15 días. Y por muy conscientes de que fuésemos de que se podía aumentar este periodo de confinamiento, entró en juego la famosa frase de “la esperanza es lo último que se pierde”.
A pesar de que éramos conscientes de la probabilidad de que se aumentase este periodo, prácticamente todos de nosotros hemos sentido alguna vez la sensación de que ese límite temporal podía ser real que nos ha ayudado a poner en marcha actividades proactivas para afrontar este periodo. Esta sensación de esperanza, de ilusión, nos ha dado esa pequeña fuerza
para sacarnos de la inactividad y poner en marcha ciertos recursos, aunque sean momentáneos, para gestionar la situación. Sin embargo, esto que resulta adaptativo se encuentra con ciertas estrategias que le restan ese poder adaptativo: el cronómetro del tiempo.
Por supuesto, hay que señalar que las estrategias, por sí mismas, no son buenas o malas, si no que hay que analizarlas en función de la situación que nos encontremos en cada momento y de los efectos que tengan en nosotros mismos. Por ello, es necesario ponerlas en relación con el resto de cuestiones que hemos analizado hasta ahora. Nos marcamos un periodo temporal limitado (15 días) y nos generamos una expectativa con respecto al final de ese periodo (esto cambiará), y esa expectativa es algo que deseamos (volveremos a la normalidad). Por tanto, dentro de la gravedad y afectación que tiene para nosotros esta situación, existen en nosotros momentos de esperanza e ilusión (efecto Pandora) con el anhelo de esa expectativa.
Cuando deseamos que algo pase (sobre todo porque esa expectativa contrasta con la negatividad de la situación) a medida que se acerca el final, comenzamos a sentir más ansiedad por ese final. Esto se ve puede ver incrementado por las estrategias que pongamos en marcha durante ese periodo:
- Tachar días en el calendario: estrategia que se caracteriza por frases del tipo “nos quedan X días para acabar”. Cada vez que pronunciamos este tipo de frases, estamos reforzando la idea de un periodo temporal limitado y la mente se “cree” que quedan X días.
- Cuaderno de bitácora: si bien es cierto que se emplea en tono de humor,psicológicamente tiende a tener el mismo efecto que la anterior. Contar los días que llevamos, automáticamente implica saber cuántos días nos quedan y, sumado al hecho de que mentalmente hemos establecido un periodo temporal limitado, cuando nos acercamos al día X, nuestra ilusión, ansiedad y emoción tiende a intensificarse.
- Un día menos: este tipo de frases no nos sitúan en ningún espacio temporal específico, puesto que no se concreta ninguna fecha. Sin embargo, recordemos que muchas personas han generado la imagen mental de 15 días; por tanto, aunque no se mencione una fecha específica, de forma involuntaria le estamos haciendo a nuestra mente una “cuenta atrás”.
Estas estrategias, en situaciones en las que está establecido (y es real) un periodo temporal limitado, nos ayudan a tener cierta sensación de control, nos motivan hacia la acción y nos hacen sentir más cercanos a nuestras expectativas. En el estado de alarma, sin embargo, el periodo temporal definido responde más a nuestro deseo de que la situación finalice que a un plazo temporal real. ¿Qué sucede cuando comienza a acercarse “el final” del periodo? Que nuestras reacciones y emociones se intensifican y, sin embargo, con el anuncio de la prolongación del estado de alarma hemos podido sentir un efecto rebote caracterizado, fundamentalmente, por la desolación y la frustración. Teníamos una expectativa que no se ha cumplido y nuestro cuerpo y nuestra mente, reaccionan.
- Hemos de intentar obviar las fechas que nos dan, para evitar así que nuestra mente recupere la información de forma descontextualizada (como sucedía con los primeros 15 días) y para evitar que se vaya fijando en nuestra memoria una huella con una fecha específica que no es real. Es necesario ser consciente de que esta situación implica un periodo temporal indeterminado, aspecto que nos cuesta conceptualizar puesto que vivimos acostumbrados a marcarnos límites temporales.
- Cuidado con las estrategias temporales que empleamos. La primera que hemos descrito, “tachar días en el calendario”, refuerza nuestra sensación de tener un periodo temporal limitado, por lo que en esta situación no es aconsejable emplearla, dado que se persigue la estrategia contraria (no reforzar la limitación temporal); la misma argumentación se puede seguir para la estrategia de “cuaderno de bitácora”, dado que también nos sitúa dentro de un periodo temporal específico. La última estrategia no es tan explícita (“undía menos”) y por tanto no tiende a situarnos mentalmente dentro de esos límites que no existen realmente, aunque tiende a dejarnos una cierta sensación de desolación porque “aún pueden quedar muchos”.
¿Cómo se pueden gestionar, entonces, los factores y variables de los que hemos hablado anteriormente? Lo ideal es no emplear ninguna de las estrategias anteriores y, en último caso, emplear la menos específica (“un día menos”). Lo fundamental para no estar centrados en un periodo temporal caracterizado por la incertidumbre de no tener un final predeterminado es centrarse en el aquí y el ahora, en el momento presente.