Conoce a los activistas 'queer' que retan a Trump
Ken Kidd y Adam Eli combinan las redes sociales con antiguas tácticas de eficacia demostrada para manifestarse contra el Gobierno de Donald Trump.
Fotografías de Laurel Golio
En 2016 Adam Eli tenía 25 años y era agente inmobiliario en Nueva York. Habían pasado siete años desde que saliera del armario, “era la época de Lady Gaga, de Glee, y de #ItGetsBetter (mejorará)”, explica. “Pensaba: ’Vale, ahora las cosas van a mejorar”.
Entonces, el 12 de junio, se produjo el tiroteo en la discoteca gay Pulse de Orlando. “La noticia se fue ampliando a lo largo del día y no hacía más que empeorar. No era capaz de asimilarlo”, recuerda Eli.
Así pues, empezó a publicar en Instagram y en Facebook. “No sabía qué otra cosa hacer. Supongo que eso es lo que hacen los millennials”. Escribió mensajes de ánimo e instó a la gente a llamar a sus amigos queer para expresarles su cariño. La gente empezó a preguntarle qué podían hacer. “Me quedé: ’¿Y yo cómo lo voy a saber?”.
La noche siguiente al tiroteo, los organizadores honraron a las víctimas con una vigilia frente a Stonewall Inn, un famoso bar gay de Nueva York donde se inició el movimiento por los derechos de los homosexuales en 1969. Eli publicó en Instagram que si alguien se sentía triste, solo o disgustado, podía reunirse con él en una pizzería cercana para ir juntos a la vigilia. Tenía algo más de 1000 seguidores por entonces. Se presentaron 35 personas. “Me hizo pensar: tengo poder, es posible organizar a la gente a través de las redes sociales. No lo sabía”.
Un par de noches más tarde, Eli estaba en el Centro LGTB para asistir a la primera reunión de un grupo que se acabaría llamando Gays Against Guns (GAG, gais contra las armas). La mayoría de los participantes eran bastante mayores que él. “Me di cuenta de que estaba en una sala repleta de activistas contra el sida y a favor del matrimonio LGTB y que me tocaba callar y escuchar. Fui testigo de cómo crearon un grupo desde cero”.
Sin embargo, algo en lo que este grupo emergente no tenía mucha experiencia era en el uso de las redes sociales. Así pues, cuando preguntaron si había alguien que pudiera ayudarles con eso, Eli levantó la mano. “Al día siguiente me convertí en el responsable de las redes sociales de GAG”, señala. “Me encargué de Instagram, Instagram Live y Facebook, todo con fotos en vivo”.
Eli empezó a publicar sobre las actividades del grupo y a hacerse un hueco digital. “El resto de los miembros, como tampoco eran muy expertos en redes sociales, me decían con cualquier cosa que hacía: ‘¡Es fantástico!’. La verdad es que estoy seguro de que no todo era fantástico, pero eran muy agradecidos y me apoyaban”.
Durante ese verano y los primeros meses de la presidencia de Trump, Eli pasó de ser un novato a ser uno de los activistas queer jóvenes más eficaces del mundo. Como miembro de GAG, Eli aprendió lecciones de incalculable valor de otros activistas LGTBQ de mayor edad y tácticas de readaptación a la cultura multiplataforma moderna de los smartphones. Y no tardó en hacerlo. Durante el evento celebrado por GAG con motivo del primer aniversario del tiroteo en la discoteca Pulse, logró que el número de seguidores del grupo aumentara en un tercio en una sola noche. En 2017, Eli creó Voices4, un grupo activista que utiliza las redes sociales para combatir mundialmente las injusticias contra la comunidad queer, desde Brunéi hasta Chechenia.
En agosto de 2016, GAG organizó la mayor manifestación de su historia en Manhattan en la sede de BlackRock, una de las empresas que más acciones poseen en fabricantes de armas. Los manifestantes ocuparon el vestíbulo de BlackRock durante casi una hora.
El principal organizador de esa manifestación fue Ken Kidd, miembro de GAG, veterano del grupo ACT UP y uno de los fundadores de Queer Nation.
“Fue de los que más alto gritaron, dirigió físicamente la manifestación y fue muy agresivo, en el buen sentido”, recuerda Eli, que lo grabó todo. “Ken siempre lleva cencerros [a las protestas], así sabes dónde encontrarlo”.
El activismo queer tiene una buena estructura. Muchas de las tácticas que utilizaban Queer Nation y ACT UP hace 30 años siguen siendo sorprendentemente aplicables y efectivas en la actualidad.
Durante los siguientes meses, GAG organizó decenas de manifestaciones. Desde su origen, el objetivo del grupo era rastrear el dinero que se movía en la industria de las armas (políticos, grupos de presión y grandes empresas), lo que Kidd denomina “la cadena de la muerte”.
Durante todo el proceso, Eli recibió un curso intensivo de desobediencia civil. “Vi a Ken liderar muchas manifestaciones. Le vi gritar. Le vi involucrarse. Le vi vociferar y salir a la calle en busca de empatía. Decía cosas como: "¿Cuántos más tienen que morir? ¿Por qué no os importa? ¿Por qué no os manifestáis con nosotros?”.
Kidd, ahora director de proyectos y eventos especiales en el Colegio de Artes y Ciencia de la Universidad de Nueva York, empezó a trabajar allí de secretario en 1979, más o menos con la edad de Eli. Antes de eso, Kidd aún vivía en su mundo “jovial y rubio”, describe.“Estaba consiguiendo mi primer piso y mi primera tarjeta de crédito. Era una época en la que todo el mundo me decía sí a todo. Sí, el trabajo es tuyo. Sí, vamos a acostarnos. Sí, puedes vivir abiertamente como un hombre gay”.
Y entonces, una noche a comienzos de los 80, tres hombres le dieron una paliza y poco después, sus amigos empezaron a morir. “Empezaron a decirme que no”, recuerda. “No, no eres seguro. No, no hay pruebas. No, Reagan no nos aceptará”.
Kidd empezó a asistir a numerosas vigilias a la luz de las velas y a recaudaciones benéficas. “GMHC [Gay Men’s Health Crisis] organizaba actividades como el evento de Gay Rodeo, a los que iba la gente para recaudar dinero para la investigación. Pero claro, hubo un bajón de presupuesto. Ni se acercaba al presupuesto necesario. Y nosotros no estábamos lo suficientemente cabreados. Le doy las gracias a Larry Kramer por decirnos que teníamos todo el derecho a estar enfadados”.
ACT UP, según explica Kid, se creó para poder volver a decir sí. “Muchas de nuestras tácticas y nuestra inspiración las hemos traído del movimiento de derechos civiles, de gente que ha recibido un no por respuesta durante toda su vida”.
Kidd recuerda cuando era un veloz aprendiz tiempo atrás, como Eli. No había tiempo que perder. “El reloj de arena estaba en marcha sobre la mesa y nadie sabe cuánto tiempo tenemos, así que esas reuniones de ACT UP los lunes por la noche estaban llenas de gente”. La urgencia era real. “Literalmente de una semana a otra, algún compañero con el que te habías dejado los pulmones frente a los NIH [Institutos Nacionales de Salud] podía estar muerto”.
Ahora, después de innumerables manifestaciones (incluida la famosa manifestación de ACT UP “Stop the Church” [Parad a la Iglesia] en la catedral de San Patricio en Nueva York en 1989 y la del Día de la Desesperación de 1991 en la que cientos de manifestantes colapsaron la estación de tren de Nueva York Grand Central y Times Square) Kidd habla de la furia como una energía esencial para el activismo. “Cuando veo que uno de mis amigos se cabrea, me cabreo yo también y eso me empodera, me ilumina. Es muy posible sentir amor y furia al mismo tiempo”.
Cinco meses después del tiroteo de la discoteca Pulse, Donald Trump fue elegido presidente de Estados Unidos. Al principio, a Kidd le costó canalizar esa furia esencial de los activistas. “Estaba furioso con muchísimas personas, pero no había podido cristalizar mis pensamientos para saber con quién enfadarme más. Pero ya sabía, esa misma noche, que saldríamos a las calles a manifestarnos y que no dejaríamos que el movimiento se desinflara. Sabía que volvería a recurrir a lo que aprendí en ACT UP y en Queer Nation”.
Así pues, con otros veteranos de ACT UP, Kidd ayudó a fundar Rise and Resist, un grupo de acción directa contra la Administración Trump. “Escogimos como lema de nuestra misión: ‘Con toda la alegría que podamos reunir’, ya que ellos quieren vernos enfadados, tristes y desesperanzados. No estamos desesperanzados. Nos damos esperanza los unos a los otros y a una comunidad mayor”.
Entre tanto, GAG seguía activa y Kidd estaba implicado en ambas organizaciones.
Durante el periodo postelectoral hubo una serie de manifestaciones. “La manifestación Love Trumps Hate [el amor vence al odio] el fin de semana que fue elegido, la Marcha de las Mujeres, las protestas por la prohibición de viaje a Cuba y por la amenaza a las clínicas de aborto, niños transexuales en los baños...”, enumera Eli. “En términos de activismo en las redes sociales, les sacaba cinco meses de ventaja a otras personas, así que utilicé lo aprendido en GAG para unir a más gente”.
Para ello, se puso al día con tácticas de acción directa del activismo queer en el pasado. Eli leyó sobre el departamento de medios de comunicación de ACT UP, DIVA TV, y sobre cómo sus miembros se llevaban distintos dispositivos de grabación a las manifestaciones para grabar todo lo posible. “Luego volvían a casa, lo pasaban a VHS y lo enviaban a distintas emisoras de noticias, a sus padres y a personas de todo el país. Decían algo así: ‘¡Hola! Los medios de comunicación no te están contando nuestra historia. Esto es lo que está sucediendo en realidad’. ¿Os podéis imaginar lo que habrían conseguido estas personas si hubieran podido emitir en directo?”.
Otra táctica que aprendió fue la antigua “bomba fax”, que consistía en enviar mensajes en masa a un objetivo hasta colapsar sus comunicaciones. Cuando se descubrió que con motivo del Mundial de Rusia de 2018 habían creado campos de concentración para homosexuales en Chechenia, Voices4 decidió atacar a Budweiser, uno de los patrocinadores del Mundial, que en sus anuncios se habían mostrado como aliados de los homosexuales. Con el hashtag #PrideOverGenocide (Orgullo por encima del Genocidio), Voices4 animó a la gente a enviarle a Budweiser el mensaje “Puedes celebrar el Orgullo o apoyar nuestro genocidio”.
“Cerramos su cuenta de Instagram en su periodo más importante de marketing durante 10 días porque inundamos todas sus secciones con comentarios”, recuerda Eli. “Captamos su atención”.
Anne Northrop, otra veterana de ACT UP y de Queer Nation, además de periodista y activista, llegó a GAG para impartir un taller sobre medios de comunicación, como ha hecho para innumerables movimientos de justicia social. Su lema: “Hablad a través de los medios”, se ha convertido en un mantra para la comunidad activista queer, así como su consejo de que las declaraciones duren 13 segundos.
“Los telediarios no van a emitir más de 13 segundos de declaraciones”, sostiene Eli. “En ACT UP, todos practicaban la declaración que iban a hacer y se ceñían a eso”. Las declaraciones para los medios y las publicaciones de Instagram no son muy distintas.
Lo que sí que ha cambiado es que ahora pueden comunicarse directamente con sus seguidores en las redes sociales. “¿Aparece nuestra manifestación contra Budweiser en el New York Times? No, pero eso no importa si lo buscas en Google. Las redes sociales han situado a mi generación queer en una posición única desde la que tenemos la oportunidad de hablar con otros queer de todo el mundo”, expone Eli.
El año pasado, organizó una manifestación de besos en solidaridad con la comunidad LGTBIQ+ perseguida en Uzbekistán, Tayikistán y Azerbaiyán. Este año se unió a la que hubo en todo el mundo cuando el sultán de Brunei aprobó la pena de muerte mediante lapidación como castigo por realizar actividades homosexuales. El mes pasado, Rise and Resist continuó sus manifestaciones silenciosas contra la Administración Trump por sus políticas migratorias frente a las instalaciones de la cadena de noticias Fox News. ACT UP, que sigue muy activo, organizó hace poco una manifestación contra la farmacéutica Gilead por subir el precio de los medicamentos contra el VIH y la hepatitis.
Independientemente de lo digitalizados que estemos, estos activistas comprenden la importancia de contar con una presencia física ante el rostro de la opresión. “El cuerpo físico es la encarnación del conocimiento. Es la encarnación de la unidad. Es el cuerpo de una comunidad. No se sabe quién va a verlo ni qué va a suceder, pero el cuerpo está ahí”, explica Kidd.
“De verdad pienso con todo mi corazón que ACT UP y lo que inspiró, ya fuera por los medicamentos contra el VIH o por los activistas que hicieron una sentada para manifestarse a favor del matrimonio igualitario nada de eso habría sido posible de no ser por la desobediencia civil”, asegura Kidd.
Enmarcado en la pared del despacho de Kidd hay un diploma del Consejo Municipal de Nueva York donde se reconoce su sobresaliente servicio a la comunidad LGTBQ. En él, consta también una mención especial a su trabajo como uno de los coordinadores del Día de la Desesperación. “Es una señal de que los tiempos han cambiado”, bromea.
El mundo puede parecer confuso en la actualidad con tantas plataformas y noticias a todas horas, y los obstáculos que ahora afrontamos parecen insuperables, pero hay algo reconfortante en el legado del activismo queer. En el fondo, mantiene la misma furia, la misma tenacidad y, después de tantos años, la misma noción de que estar callados sigue significando morir.
Traducción del inglés de Daniel Templeman Sauco.