Ser repartidor de comida en plena fiebre del ‘delivery’: “Las condiciones son miserables”
La demanda crece al tiempo que la precariedad: "Hacemos los repartos sin protecciones y los salarios siguen siendo de miseria".
En una de las noches más convulsas durante los disturbios de Barcelona en octubre, por un momento el foco pasó de las protestas a una foto que parecía reflejar el colapso de la sociedad actual. En ella se veía a un rider o repartidor en bicicleta, con su pedido a las espaldas, tratando de llevarlo a su destino con las llamas de fondo. A juicio de los internautas, la imagen del periodista Carlos Garfella resumía las dos caras (o tres) de nuestra sociedad de consumo: mientras todo arde, unos siguen trabajando de la manera más precaria para alimentar los deseos de otros, aparentemente, ajenos a este caos.
Este es un caso concreto, pero para nada anecdótico. Según un informe de Comisiones Obreras (CCOO) con datos de 2016 del Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo, al año se producen más de 2.000 accidentes de moto y casi un centenar de hospitalizaciones en el sector servicios de comidas y bebidas.
“Además de estar jodido, te juegas la salud”, resume Patricia Libertad, que como Directora de Comunicación de Servicios de CCOO conoce de cerca la situación. Libertad colabora en la campaña ‘Fast & Precarios. Jugarse la vida por 394,88 € al mes’, lanzada por el sindicato para denunciar la precariedad en el sector de la comida rápida. “Porque si el sector de la hostelería es precario de por sí, el de la comida rápida, mucho más”, explica Javier Godoy, que lleva 12 años trabajando en un Domino’s Pizza de Madrid.
Mientras tanto, la demanda no deja de crecer. En 2018 más de la mitad de los españoles compró comida a domicilio, según el estudio Radiografía del consumo actual en Restauración & Delivery, de Kantar, y el 17% de los ingresos de bares y restaurantes ya procede del delivery. Pero frente al aumento de ingresos de las empresas, las condiciones de los trabajadores menguan. “Sueldos de miseria, contratos basura, falta de seguridad, estrés y ansiedad” son los ‘ingredientes’ que denuncia CCOO en el sector de la comida rápida.
“Los contratos iniciales son de 15 o 16 horas a la semana, así que te queda un salario de 350 o 400 euros al mes”, comienza Raúl Calderón, repartidor en Domino’s Pizza y delegado sindical. Esto equivale a algo más de 6 euros la hora. Dentro del sector de reparto, Calderón se sabe ‘afortunado’: no es lo mismo estar contratado, como él, que ser autónomo. “Por un lado está el sector clásico, el delivery de Domino’s o Telepizza, que ofrecen reparto a domicilio con trabajadores contratados”, explica. Por otro, “se han abierto dos nuevos escenarios hace no mucho, que son los repartos a través de plataformas como Deliveroo o Glovo, donde los trabajadores son autónomos, o mejor dicho falsos autónomos”, sostiene.
Según datos de Deliveroo facilitados a El HuffPost, un rider de su compañía cobra, aproximadamente, 10 euros la hora. “Pero a eso hay que descontar la gasolina, el IRPF y la cuota de autónomos”, aclara Dani Gutiérrez, que durante ocho meses fue repartidor de Deliveroo en Barcelona y ahora forma parte de la asociación Riders X Derechos. Glovo no ha respondido a la consulta de este periódico.
Aparte de estas plataformas, hay otro escenario más: el de los repartidores contratados a través de empresas externas, como Just Eat, cuyos trabajadores “no son propios ni autónomos, sino que están contratados en su mayoría a través de empresas de trabajo temporal (ETT)”, explica Raúl Calderón. Just Eat ha declinado contestar a las preguntas de El HuffPost remitiéndose precisamente a que “las empresas asociadas de repartos son externas a nosotros”.
Cuando se le pregunta a Raúl Calderón por sus condiciones de trabajo, este responde que son “malas, como las del resto”, desde una flexibilidad total de horarios hasta riesgos laborales, como altas temperaturas y cortes en la cocina y climatología adversa a la hora de salir a repartir.
Quizás es esta última la que más afecta al joven repartidor, que a sus 24 años ya lleva 5 repartiendo pizzas. “Muchas veces hacemos los repartos en condiciones meteorológicas adversas sin las protecciones adecuadas: tenemos cascos y chaquetas que no protegen de golpes, pantalones que no protegen del frío ni de la lluvia, a veces no nos dan ni guantes”, enumera.
“Si a esta precariedad le sumas la cuestión salarial, las condiciones son miserables”, zanja Calderón. “La diferencia es que los trabajadores contratados tienen la opción de organizarse, de tener representación sindical y exigir a la empresa que respete un convenio colectivo”, señala. “Y eso, de momento, no se puede hacer en Deliveroo o Glovo, porque primero hay que pelear la laboralidad”.
Efectivamente, a Calderón le proporcionan, al menos, equipamiento; a los riders de plataformas como Glovo o Deliveroo, no. Para ser repartidor de esta última, sólo necesitas “una bici, bicicleta eléctrica o moto con el equipamiento de seguridad necesario, un móvil y darse de alta como trabajador autónomo”, reza su web. “Es casi estar pagando por trabajar. Para el kit de equipamiento, que es básicamente la mochila y el portamóviles, tienes que pagar una fianza de 120 euros nada más entrar”, explica Dani Gutiérrez. “Se supone que al dejar de trabajar te lo devolvían, pero casi nunca pasaba, porque te decían que si estaba rasgado, nada. Total, que pagas 120 euros por algo que costará 20”.
La plataforma Riders X Derechos, de la que es parte Dani Gutiérrez, nació hace dos años cuando Deliveroo cambió el contrato de los riders, que pasaron de cobrar por horas a cobrar por pedidos. “Antes eran 8 euros por hora, aunque luego se quedasen en 5, pero al menos eso se te aseguraba”, explica Gutiérrez. Con el nuevo contrato, “si estás apuntado para una franja horaria y no te entran pedidos, estás dos horas en la calle esperando sin cobrar nada”, señala. “Basta con que te pasees por la calle para ver que alrededor de los McDonald’s hay un montón de gente con mochilas esperando. No sabes si llevan 5 minutos, 20 o una hora, pero ahí están, esperando, y gratis”.
“Por otro lado, como no cobras por horas, sino por pedidos, cuantos más hagas, más cobras, y para eso hay que correr, hay que saltarse semáforos, hay que hacer lo que sea por llegar a más. Y esto acaba derivando en más peligros y accidentes”, lamenta.
Ese cambio de contrato, y unas demandas básicas, como cobrar un plus por distancia o por lluvia, tener vacaciones remuneradas o que la empresa asuma la cuota de autónomo de los trabajadores, son lo que llevó a Riders X Derechos a organizarse y a denunciar: “Empezamos a pensar que si no nos salía a cuenta antes, ahora mucho menos”.
Carolina Pérez, directora de comunicación corporativa en España de Deliveroo, enarbola la bandera de la “flexibilidad” para defender el modelo de su compañía. “Nuestros colaboradores pueden atenerse a dos tipos de figuras: autónomos al uso y TRADE, trabajadores autónomos económicamente dependientes, si facturan más del 75% de sus ventas a un solo cliente. De este modo pueden acogerse a una serie de beneficios, como indemnización por los daños producidos cuando el contrato se incumpla de forma injustificada y derecho a firmar acuerdos de interés profesional”, explica. Según Pérez, sus riders “quieren mantener el estatus de autónomos, porque les da libertad y flexibilidad”. “En Deliveroo hacemos encuestas periódicas y el 80% de los repartidores está satisfecho con esto”, apunta.
Héctor Merino es uno de ellos. ”Como empleados, cobraríamos 6 euros la hora y, como autónomos, en un día bueno podemos sacar 15 cada hora. Hay una diferencia. Claro que tenemos que pagar la cuota de autónomos y pagar las reparaciones de la moto, pero aun así hay más ganancia de esta manera”, sostiene este repartidor presidente de la asociación Asoriders.
Para Dani Gutiérrez, “es muy fácil desmentir lo de que somos autónomos”. ”Un autónomo negocia el precio con su cliente, no tiene obligatoriedad de horarios, tiene más de un pagador y emite facturas a su cliente”, enumera. “No ganaríamos menos siendo laborales. Ahora no se paga el salario mínimo, y tendríamos derecho a vacaciones y a paro; la empresa estaría obligada a asumir los riesgos”, apunta.
Esto es precisamente lo que dictaminó la Justicia hace unos días al reconocer como trabajador de la empresa a un rider despedido por Glovo, y en 2018 a otro de Deliveroo, obligando a la compañía a readmitirlos o indemnizarlos. Por este mismo motivo el año pasado Inspección de Trabajo reclamó a Deliveroo 1,3 millones de euros por sus falsos autónomos en Barcelona y a Glovo, 380.000 euros en Zaragoza en concepto de cuotas impagadas a la Seguridad Social. “Hay varios procesos abiertos, pero ninguna de estas sentencias es firme; las hemos recurrido”, argumenta Carolina Pérez, de Deliveroo.
Otra de las ‘particularidades’ de estos empleos es “la distribución irregular de la jornada”, explica Javier Godoy, gerente en Domino’s Pizza y delegado sindical. Como la mayoría de los empleados en el sector de la comida rápida trabaja a tiempo parcial, en su contrato (de haberlo) se les incluye una bolsa de horas complementarias, pactadas en teoría por escrito entre el trabajador y el empresario para realizar un número mayor de horas. El problema radica en que es el empresario quien decide cuántas horas complementarias asigna a cada trabajador. “Las empresas juegan con eso. Si te portas bien y te sometes, te premian con más horas. Y, si dices que no, te quedas sin horas complementarias”, denuncia.
“Los trabajadores deberán conocer el día y la hora de la realización de las horas complementarias con un preaviso de siete días”, apunta el Convenio colectivo del sector de elaboradores de productos cocinados para su venta a domicilio. Y esto, sostienen Raúl Calderón y Javier Godoy, no se cumple: “Te cambian el horario de un día para otro. Y, si te niegas, te quitan las horas complementarias”.
Como gerente, Godoy tampoco se libra de la precariedad: “Está en todo el sector de la comida rápida”. “Los repartidores se enfrentan a la meteorología; los camareros y cocineros tienen un estrés brutal dentro de las cocinas y de la sala, porque tenemos un pedido tras otro, y cuanto más rápido, más pedidos y más dinero; y luego en el equipo de gerencia pasa lo mismo. Hacemos hasta 50 horas y no se nos reconoce. Nuestros convenios son mucho más precarios que los de hostelería”, asegura. Además, las empresas suelen priorizar sus propios convenios por encima del convenio sectorial, y los sindicatos piden un cambio.
“Siendo gerente, cobras 1.200 euros, como un camarero en cualquier otro sitio”, cuenta Godoy, que llegó a ese puesto por promoción interna. “Una persona de la calle no va a buscar trabajo como gerente en Domino’s Pizza. Así que a los trabajadores de dentro de la empresa nos van promocionando. Aunque los salarios siguen siendo de miseria, te prometen una pequeña estabilidad y los contratos empiezan a ser de 40 horas”, explica.
Principalmente jóvenes y estudiantes que “entran aquí por su primer trabajo o buscando echar unas horillas para pagarse los estudios”, ilustra Javier Godoy. Él mismo empezó a trabajar como repartidor con 18 años, y admite que por aquel entonces era uno de esos chavales que “tragaba” con lo que le exigían sin pedir muchas explicaciones. “Lo que quieren [las empresas] es que los trabajadores no se quejen y que sean ignorantes de lo que les pertenece. Nos ha pasado a todos”, asegura. Como muestra un botón: el 60% de los trabajadores heridos en 2016 mientras repartían su pedido en moto tenían menos de 26 años.
Por otro lado, en el sector hay mucha rotación; esto es, los trabajadores entran y salen sin permanecer mucho tiempo en el puesto. “Los compañeros no aguantan, se van a otras empresas, prueban en otros sectores”, cuenta Godoy. “La gente no llega a jubilarse aquí”.
Además de jóvenes, “hay mucha gente de fuera, como yo”, añade Raúl Calderón, que nació en Ecuador. En el caso de los riders autónomos, “la mayoría son venezolanos y de Latinoamérica”, dice, “y sus condiciones son incluso peores”. El joven habla de “un embrollo, una especie de mafia” instalados en algunas empresas de comida a domicilio. Como los trabajadores no están contratados, tienen un perfil registrado en la plataforma; ese es el único control. Y la “mafia” que describe Raúl vendría de que “muchos trabajadores ni siquiera tienen una cuenta en la plataforma, sino que se la alquilan a otro repartidor registrado”. De este modo, “el trabajador no tiene ningún derecho, ni siquiera está dado de alta como autónomo”, recalca. “A veces ni siquiera tienen papeles, y por eso lo hacen”, sugiere. “Este tipo de empresas aprovecha la necesidad de los trabajadores y de la gente para obtener beneficio”.
Probablemente la realidad de los subcontratos no habría salido a la luz si no fuera por el accidente de un joven nepalí de 22 años que murió a finales de mayo de este año en Barcelona arrollado por un camión de la basura mientras repartía desde la aplicación de Glovo con una cuenta subalquilada. A raíz de este caso, y después de varias denuncias por parte de los riders, las compañías decidieron ofrecer seguros a sus repartidores, aunque la cobertura es dispar e insuficiente en muchas ocasiones.
Héctor Merino, de Asoriders, no encaja en el perfil medio por edad, pero sí por nacionalidad. Este venezolano de 53 años considera “una oportunidad” su trabajo en Deliveroo. “Hablan de precarización del trabajo, pero para mí esto fue una oportunidad. Con mi edad, mi formación y siendo migrante, ¿quién me hubiera contratado? Para muchos venezolanos, esta es la única manera de generar ingresos y enviar a la familia”, argumenta. “No compartimos la idea de que trabajar en esto es precario. Precario es trabajar por 6 euros la hora”.
Javier Godoy entró hace tres años a Comisiones Obreras “para luchar por mí y por todos mis compañeros, para mejorar las condiciones y que se reconozcan las barbaridades del sector”, explica. “Las empresas no quieren que los trabajadores nos organicemos, porque saben que hacen cosas muy mal y que incumplen muchas cosas del convenio. Saben que cuando hay representación sindical, tienen que empezar a cumplirlas y, claro, eso repercute en sus beneficios”.
“Nuestras empresas no están acostumbradas a la actividad sindical y, cuando empiezas, intentan presionarte para que no entres al sindicato. Todas lo hacen, pero es algo con lo que ya cuentas”, afirma Raúl Calderón, que entró a CCOO hace “3 o 4 años”. Al menos, él celebra que, desde que decidió sindicarse, “la gente es más conocedora que antes de lo que les corresponde”. “Antes no había nadie que te informara; ahora sí. Y eso ya es un aliciente para que, en caso de que la empresa no te respete, los trabajadores lo podamos exigir”, señala.
¿Y qué hay de los clientes? ¿Se dan cuenta de las condiciones a las que son sometidas los repartidores para que su pizza llegue caliente a toda costa? “Muchas veces no somos conscientes”, reconoce Patricia Libertad. “En los peores momentos de la gota fría en Alicante y Murcia el pasado septiembre, la gente seguía pidiendo comida a domicilio”, recuerda José María Martínez, secretario general de Servicios de CCOO. “Es terrorífico, los ciclistas y motoristas iban con el agua por la rodilla. La responsabilidad social también incumbe al cliente”, sostiene Martínez.
No sabemos si en plena tormenta los riders también reparten “buena energía, alegría y una sonrisa de oreja a oreja” —como prometen en Glovo—, pero en cualquier caso Patricia Libertad da un truco a los consumidores para detectar —y rechazar— las ‘irregularidades’ en lo que consumen: “Siempre que compres barato, pregúntate por qué”.