Concha Velasco, por qué te prestas a esto
¿Qué hace 'Conchita' en 'Malasaña 32'?
No es buena señal que una película de terror arranque risas en la sala, ¿no? Pues Malasaña 32 provocó alguna carcajada en su presentación a los medios. Durante la proyección y después. Es imposible no preguntarse: ”¿Pero, qué acabo de ver?”.
Esta es la mejor prueba de que nunca hay que fiarse de un tráiler: no se vende mal, pero una vez en la sala... es para salir corriendo. Segunda cuestión: ¿Cómo es posible que cambie tanto?
Aunque Malasaña 32 consigue que te asalte una tercera duda con mucho más peso. Concha Velasco, con lo que has sido, con lo que eres, ¿cómo se te ocurre prestarte a algo así? Cuando dijiste aquello de “mamá, quiero ser artista” nadie podía imaginar esto.
Malasaña 32, dirigida por Albert Pintó (Matar a Dios), cuenta la historia de una familia de pueblo que se muda a Madrid, a una casa en la que ocurren ‘cosas extrañas’. Son ‘tan, tan de pueblo’ que uno de los actores, Iván Marcos, parece tener la misión de resaltarlo en cada una de las secuencias en las que aparece y abre la boca.
No queda muy claro si esta película es de fantasmas, pero si hay una certeza incuestionable es que es una fantasmada de la que no se salva ni el reparto. De hecho, la única que merece la pena es ‘Conchita’, y solo porque ella siempre merece la pena. “Hay que salir en los periódicos y en las revistas, porque si no te ven...”, decía la vallisoletana en Late Motiv en 2017. Esto lo explica todo.
Sobreactuaciones, voces impostadas, un actor que intenta ser tartamudo y más vale que hubiese sido, directamente, mudo... No falta de nada.
La historia está inspirada en hechos reales, pero cualquier escena de la película es de todo menos creíble. Además, en cada una de ellas aparecen lo que ‘formalmente’ se llamarían referencias a otras películas de terror, pero en este caso ni siquiera es eso: es un batiburrillo en el que se han cogido cosas de esta película de allá y de esta otra de acá. Todo en Malasaña 32 recuerda a otras cintas de terror. A demasiadas cintas de terror, especialmente a REC.
El edificio, el personaje de la anciana, el tocadiscos —aunque en lugar de sonar Suspiros de España suene La vida sigue igual—, el aspecto de suciedad... La diferencia es que en REC salía Manuela Velasco y en Malasaña 32 su tía.
Todo son clichés de lo más artificiales y con los escenarios ni se han complicado la vida. En toda la película, el único exterior que se ve es una calle que bien podría ser un decorado. No es que chirríe, es que salta a la vista, y mucho más en la gran pantalla:
No son pocos los despropósitos: la cosa no acaba aquí. Hay mucho más, aunque solo dure una hora y 44 minutos. La música, una de las mayores bazas del género para crear tensión, miedo, inquietud... aquí solo es ruido. Tal cual, sonidos y golpes irritantes.
¿A quién le pareció buena idea invertir dinero en esta película? Última cuestión (incontestable).
El director Albert Pintó ha querido que la gente se eche a temblar. Pero lo más razonable, después de ver Malasaña 32, es echarse a llorar. Ha logrado espantar, sí.