Con algo nos tendremos que consolar
Posiblemente volveremos a votar, demostrando que cuidamos mejor la Democracia que nuestros propios representantes políticos.
En su novela Ensayo sobre la lucidez, José Saramago narró la historia de un país en el que, durante unas elecciones municipales, la mayoría de los ciudadanos decide votar en blanco, de forma independiente y sin coacción alguna. El Gobierno obliga a repetir los comicios una semana después: el voto en blanco aumenta, hasta alcanzar el 83% de los sufragios.
¿No sería maravilloso que el argumento de la novela se hiciera realidad el próximo 10 de Noviembre? Sería la respuesta más apropiada si hiciéramos caso al corazón, pero un absoluto dislate si priorizamos a la cabeza.
Es cierto que los políticos actuales han demostrado una irresponsabilidad impropia de unos representantes públicos. Que nada bueno se puede esperar de aquellos que han propiciado, por unos motivos o por otros, que un país quede paralizado hasta —siendo optimistas— principios de 2020. Que es intolerable que la persona que tenía el mandato ciudadano de trabajar para cerrar un pacto para gobernar haya hecho todo lo posible para no lograr un pacto que le permita gobernar. Votar en blanco el próximo 10-N sería, en fin, la forma más maravillosa y democrática de decir a las claras ‘hasta aquí hemos llegado’.
Eso es lo que desea el corazón, pero la cabeza defiende una idea bien distinta. Llegaremos a noviembre y, entonces, con un solo voto tendremos la posibilidad de decidir, de una forma individual, qué tipo de país queremos, bajo qué reglas nos querremos mover en el futuro. Y si no es es suficiente, al menos podremos decir con nuestra papeleta quién no queremos que nos gobierne.
En dos meses —50 días son muy largos en política y el ser humano tiene una capacidad infinita para olvidar— estaremos de nuevo metidos en un bucle en el que miraremos más hacia el futuro que hacia el pasado. Y posiblemente volveremos a votar, demostrando que cuidamos mejor la Democracia que nuestros propios representantes políticos. Sí, posiblemente volveremos al colegio electoral, aunque lo hagamos con la nariz tapada y pensando en lo bello que sería emular a esa ciudadanía tan silenciosa pero tan ruidosa de Ensayo sobre la lucidez.
Los ciudadanos tienen unos políticos que no se merecen y los políticos tienen unos ciudadanos que no se merecen.
Con algo nos tendremos que consolar.