Cómo sobrevivir al teletrabajo sin dejarnos la salud en el intento
Delimitar bien nuestro puesto de trabajo con un horario, un equipo y un espacio físico concreto de la casa es lo básico para adaptarnos.
A estas alturas y poco más un año después de la declaración del estado de alarma por la covid-19 no cabe duda de que nuestra relación con el trabajo, entre otros muchos ámbitos, ha cambiado de forma sustancial. Uno de los cambios más profundos ha sido el hecho de tener que cambiar el lugar de trabajo, incluyendo nuestra casa en dicha ecuación.
En el último año nuestra vida personal y profesional ha estado más mezclada que nunca, nuestro espacio personal ha quedado impregnado de nuestro espacio profesional y viceversa. Por tanto, cabe preguntarse, ¿ha mejorado este aspecto nuestra vida profesional?, ¿ha empeorado nuestro espacio íntimo y personal?
La respuesta no es fácil ya que se verá irremediablemente influida por muchas variables, ya sean personales, ambientales o mixtas. Lo que sí podemos afirmar es que el teletrabajo es ya una realidad, puesto que, si bien la incorporación masiva a los espacios físicos de trabajo es ya un hecho, no lo es menos que dada la coyuntura económica muchos puestos seguirán desarrollándose desde casa.
A estas alturas los debates que teníamos hace algo más de un año sobre el teletrabajo nos parecen de otra época —y hasta cierto punto lo son— y estaban atravesados por otro tema no menos importante como era el de la conciliación familiar, aunque esta no depende solo del lugar del trabajo. El tema del teletrabajo estaba impregnado de ese aroma sofisticado nórdico que tanto nos gusta a los mediterráneos —seguramente a los nórdicos le pase los mismo con el aroma mediterráneo—.
El teletrabajo no solo se trababa con cierto aura de sofisticación y avance social, sino que además no se le veían inconvenientes, al menos desde el punto de vista de las trabajadoras y trabajadores. Sin embargo, de repente dejó de ser una opción ideal para convertirse en una imposición sin opción a ser negociada y es probable que tanto la opinión de empleadoras y empleadores como la de trabajadoras y trabajadores haya cambiado al tener que contrastar lo que era idea lejana con una realidad cercana.
Lo cierto es que todavía no sabemos mucho sobre los efectos prolongados del teletrabajo en la población general, pero sí sabemos que como toda forma de trabajo implica sus riesgos y que esos pueden prevenirse en buena medida.
Como indicábamos previamente es la mezcla de elementos de la vida personal y la profesional la que tiene mayores riesgos para la salud: estar conectados a dispositivos electrónicos la mayor parte del día, tanto para trabajar como para nuestro ocio derivando en el ya tristemente célebre tecnoestrés o la fatiga visual; el aumento del consumo de alcohol, drogas recreativas y psicofármacos, dada la necesidad de relajarse y no tener muchas opciones durante la jornada; el aumento del sedentarismo, en aquellas personas que no compensan el no salir de casa con otra actividad física, que puede derivar en distintos problemas de salud siendo el más destacado el sobrepeso y las consecuencias de este.
No podemos dejar de lado el impacto que todo la anterior puede tener en la propia conciliación, especialmente cuando la persona que teletrabaja tiene hijos o personas en situación de dependencia a su cargo (en este caso léase mujer, ya que las cifras son claras al respecto). Además, el hecho de que ambos espacios estén en casa hace que la irritabilidad y la frustración estén a la vuelta de la esquina… del salón en este caso.
Estos argumentos, lejos de demonizar el teletrabajo, pretenden que estemos alerta de sus riesgos potenciales para lo cual existen una serie de recomendaciones generales preventivas. Algunas de ellas pueden ser:
1. Plantear un horario de trabajo lo más claro posible y con límites reforzando la jornada con el establecimientos de objetivos claros (por ejemplo número de llamadas realizadas u operaciones por día o franja horaria)
2. Marcar períodos de descansos y paradas para comer con un horario estable dentro de lo que sea posible.
3. Establecer dentro de la jornada una especie de mini-plan de contingencias para los imprevistos (por ejemplo qué vamos a hacer si una persona a nuestro cargo se pone enferma o si nuestro equipo de trabajo se estropea).
Ahora más que nunca podemos decir que el teletrabajo ha venido para quedarse y que, por tanto, es algo que vamos a tener cerca ya sea de forma directa o indirecta. El hecho de tener en cuenta sus riesgos potenciales y de adaptar nuestro entorno a él puede marcar la diferencia entre afrontarlo de forma exitosa o que este arrase nuestra vida personal y nos lleve a quemarnos en nuestra propia casa, lo cual no sabemos si es muy nórdico, pero tengan por seguro que dista de ser agradable. Delimitar bien nuestro puesto de trabajo con un horario, un equipo y a ser posible un espacio físico concreto de la casa, es lo básico para poder adaptarnos de forma satisfactoria esta nueva “telerrealidad”.