Por zonas y muy paulatino: así será el fin del confinamiento
El Gobierno ya habla de “desescalada”, pero los epidemiólogos avisan de que para volver a la ‘normalidad’ hay que dar ciertos pasos.
El fin del confinamiento llegará, eso está claro. El problema es saber cuándo y cómo. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció este fin de semana que el estado de alarma declarado por la epidemia de coronavirus se prorrogará dos semanas más, hasta el 26 de abril, y que ahí no acabará la cosa, ya que habrá sucesivos ‘estados de alarma’ aunque con distintas condiciones (está por ver cuáles).
De momento, el 12 de abril —domingo de resurrección para los cristianos— se pone fin a la fase más dura del estado de alarma, y el lunes 13 se pondrán de nuevo en marcha las actividades no esenciales, como la construcción y las fábricas, que llevan paradas desde el 30 de marzo.
Prudencia, evidencia científica, respeto a los derechos y libertades y anticipación de futuros escenarios. Esos son los principios que está contemplando el Gobierno para planificar cómo será la ‘siguiente fase’. Poco más se conoce de este plan, pero los epidemiólogos sí intuyen cuál será el camino y saben, sobre todo, que la vuelta a la ‘normalidad’ será “escalonada”, basándose en un método de “ensayo y error”.
Para Fernando G. Benavides, catedrático de Salud Pública en la Universidad Pompeu Fabra, esa ansiada normalidad irá ligada al grado de inmunidad de la población y, por tanto, a la disponibilidad de estudios serológicos que lo determinen. “Necesitamos saber qué porcentaje de población es inmune. Son esas decenas de miles de personas que han pasado la enfermedad y que, incluso sin haber tenido síntomas, han desarrollado anticuerpos”, explica. “No sabemos si el 30, el 40 o el 50% de población ha estado infectada”, apunta Benavides. De ello dependerá si hay o no inmunidad de rebaño —esa que protege a prácticamente toda la población—, para la cual se necesita que un 70% de la población esté inmunizada (tras haber pasado el virus).
“La idea del Gobierno de hacer test de forma masiva y aislar a los asintomáticos, que son muchos, es muy positiva”, opina Benavides. “Mientras esto no se haga, habrá que evitar hacer actividades en grupo más allá de las imprescindibles. No podremos ir a un restaurante ni, por supuesto, a la universidad, a una discoteca o a un partido. Aunque no nos guste la palabra, tendrá que seguir estando prohibido”.
Pero antes de hablar de vuelta a la cotidianidad hay que “recomponer” el sector sanitario, apunta el epidemiólogo Ildefonso Hernández, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS). “Proteger al personal, controlar los flujos de pacientes y asegurar el reemplazo de profesionales. Este paso es previo para volver a una cierta normalidad”, sostiene Hernández, catedrático de Salud Pública de la Universidad Miguel Hernández, al tiempo que aclara que “esto también es compatible con el alivio de algunas de las medidas restrictivas implementadas”. En su opinión, lo primero que ‘podremos hacer’ será salir a pasear con los niños, probablemente incluso “antes de mayo”.
“Es difícil pensar que los niños no van a salir de casa hasta mayo con lo que llevan ya”, opina Hernández. “A ellos también hay que darles un aplauso por aguantar todo esto”, coincide Benavides. Los expertos creen que dentro de unos días podrán salir acompañados de sus padres “un rato”, igual que los adultos podrán hacerlo en solitario “aunque no tengan niños o perros”, sostienen.
Ambos epidemiólogos coinciden en que esta puede ser una de las primeras medidas de relajación adoptadas en España, como ya se permite en Italia o incluso en Francia y Reino Unido. “Si se hace bien, no tiene por qué ser un peligro. Si no se cumple, mal asunto”, resume Hernández. “Salir a correr sin cruzarte con nadie no es más peligroso que ir al supermercado. Si de repente suben los contagios es porque se está haciendo mal. De nuestra responsabilidad depende que el desescalado se haga antes”, defiende.
De la vuelta a las aulas, mejor ni hablar. No parece que esta medida vaya a darse, teniendo en cuenta que el estado de alarma durará, como mínimo, hasta finales de abril y que el ministro de Universidades ya dio por concluidas las clases presenciales. “Lo paradójico con los niños es que, sin ser población de riesgo, actúan como transmisores, y pueden poner en riesgo a la población de su alrededor”, explica Hernández.
“Hay que tener en cuenta que las aulas son un foco importante”, defiende Benavides. Cuando el epidemiólogo piensa en la vuelta después del verano —“si es que volvemos”—, recrea en su cabeza a estudiantes y docentes provistos de mascarillas “y haciendo cola a la salida de clase para entrar a lavarse las manos”. “Esa imagen que veíamos antes en Japón o en Corea la incorporaremos a Europa”, vaticina.
Los expertos no se ponen de acuerdo, ni aquí ni en el resto de países. Los asiáticos obligaron casi desde el principio de la epidemia a que la población general se pusiera mascarilla, pero la OMS lleva semanas alertando de que probablemente esta no es la mejor opción, ya que da una falsa seguridad a la gente y, más problemático aún, puede provocar desabastecimiento entre los sanitarios, cuando son ellos quienes, sin ninguna duda, deben cubrirse.
El ministro de Sanidad, Salvador Illa, reiteró este lunes que no se va a recomendar su uso generalizado en España si no hay suficiente stock. El problema estaría, por tanto, en la disponibilidad de este producto. “No se puede adoptar una medida si no se puede garantizar el abastecimiento, y obviamente la prioridad está en garantizárselo al sector sanitario a largo plazo. No hablo de las siguientes dos semanas, sino de hasta el mes de septiembre”, explica Hernández.
“En cualquier caso, no es un factor clave para permitir la relajación de las medidas restrictivas”, asegura. “No veo imprescindible que un niño tenga que llevar mascarilla para salir a la calle, partiendo de la base de que lleva mucho tiempo en casa y lo más lógico es que no esté infectado”, argumenta, “aunque todo dependerá de la capacidad logística”.
Fernando G. Benavides, en cambio, sí cree que la mascarilla estará “en nuestro horizonte” una vez todo vuelva a la calma. “Estamos en una situación nueva, y hemos de ir probando. Igual que nos hemos equivocado en algunas cosas, nos volveremos a equivocar en otras”, sostiene. “Y si ocurre, habrá que dar marcha atrás en las medidas de relajación”, apunta.
“Cuanto mayor densidad de población, más contagios hay”, resume Fernando G. Benavides; de ahí que las zonas menos pobladas tengan todas las papeletas para ‘desconfinarse’ antes.
“El territorio y la población de España son bastante heterogéneos. Los primeros ensayos [de apertura] deberán hacerse en lugares donde se pueda controlar bien la situación en caso de que haya un ‘error’”, argumenta Ildefonso Hernández. “No es lo mismo hacerlo en la provincia de Jaén que en Madrid”, señala.
“Y, sobre todo, hay que tener mucho cuidado con las personas mayores, que han sido las grandes víctimas”, añade Benavides.
“Probablemente las personas de riesgo tienen que estar más tiempo confinadas”, coincide Hernández, “y tampoco es lo mismo las personas que viven solas que las que conviven con mucha gente. “Esto se irá haciendo en base a recomendaciones, que deberán ser claras con cada situación nueva que vaya apareciendo”, explica.
“Esto es lo que se quiere evitar”, asegura Ildefonso Hernández. “Es normal que se produzca algún contagio, pero no puede haber una oleada fuerte otra vez”, señala. “Hay que ir levantando el confinamiento de forma muy paulatina para ver cómo va funcionando el engranaje. Se trata de vigilar muy de cerca los nuevos casos (detectarlos, controlarlos, rastrear contactos, aislarlos) para evitar volver a la situación de transmisión comunitaria descontrolada. A partir de ahí, si se está haciendo bien, se podrán ir permitiendo más cosas”, sostiene.
Y si no se controla el ‘rebrote’, ¿volverá el confinamiento? Efectivamente. No es la situación ideal, pero puede ocurrir. “A lo mejor se empiezan a abrir los estadios de fútbol porque la Liga presiona y después se dan cuenta de que ha sido un error. En ese caso, habrá que dar marcha atrás”, ilustra Benavides.
Si la gente las cumple no tiene por qué haber peligro, recalcan los epidemiólogos. El problema es que a veces, cuando el Gobierno no obliga o prohíbe sino que recomienda, a la población le cuesta seguir las indicaciones. Con respecto a esto, ambos expertos coinciden en que la mentalidad de la gente ha cambiado mucho en estas tres semanas.
“Antes, cuando se anunciaba que un evento se iba a cancelar, la gente se rebotaba. Ahora son ellos mismos los que no quieren ponerse en peligro ni poner en peligro a los suyos, sobre todo a los más vulnerables”, afirma Hernández. “La gente ya tiene rojas las manos de tanto lavárselas, porque saben de qué va esto. Antes, nadie sabía a qué se enfrentaba. Nadie esperaba una letalidad tan alta ni un grado de contagiosidad tan alto, ni siquiera los científicos”.
Según los últimos datos, al menos 20.000 sanitarios están infectados por el coronavirus en España, una cifra elevadísima. Esto, que ahora mismo parece una condena, puede ser dentro de unos meses un punto a su favor. Los sanitarios que hayan pasado el virus estarán inmunizados contra él. De hecho, el sistema sanitario se reorganizará en base a esto.
“La idea es conocer la inmunidad entre los trabajadores sanitarios para, en función de eso, organizar los equipos de trabajo en un centro”, ya sea un hospital o una residencia de ancianos, explica Hernández. De este modo, “quien atienda a personas de riesgo serán preferiblemente trabajadores que ya hayan pasado el virus”.
“El sector tiene que estar preparado, y no sólo hacer test a los sanitarios, sino a todo el personal alrededor, de limpieza y de instituciones de atención social”, señala. “Es probable que haya pasado la infección mucho más personal del que sabemos. Si hay centros en los que hasta un 70% de los trabajadores ha estado contagiado, mejor”, comenta Hernández.
Dentro de la organización sanitaria habrá que crear “áreas Covid y no Covid”, evitar consultas presenciales prescindibles y priorizar la teleasistencia, espaciar las citas que sean indispensables, separar a la gente dependiendo de si muestran síntomas de coronavirus o no, enumera el experto. “En función de la arquitectura del centro, el objetivo es que las personas con sospecha de enfermedad respiratoria aguda no compartan espacio con pacientes que vayan al médico por otros problemas, principalmente en Urgencias”.
“Se está fijando en todos”, responde Hernández. Al epidemiólogo le consta que el Gobierno “maneja todas las propuestas”, y que “no hay un país ‘modelo’, sino medidas ‘modelo’ que hay que adaptar a nuestro territorio, nuestra cultura y nuestra idiosincrasia”, expone.
Precisamente este martes se levanta la cuarentena en Wuhan, primer foco de la pandemia, después de dos meses con la ciudad totalmente cerrada y la población completamente aislada, que este tiempo ha sobrevivido a base de alimentos comprados por internet y sin poder salir de sus barrios, que han permanecido sitiados.
“Hay cosas que se hacen en Taiwan y en Hong Kong que no se podrían hacer aquí, porque ni la cobertura legal es la misma ni el acceso a la tecnología por parte de la gente”, ilustra. “No funcionará lo mismo en Atlanta que en Villaverde”.
Ambos expertos se ríen ante la pregunta de qué pasará con las vacaciones de verano. Obviamente, es egoísta y, obviamente, dependerá del tipo de viajes. Si son internacionales, ni hablar. “Siempre habrá algún arrojado, por no decir algo peor, pero nuestra misma prudencia y sentido de la supervivencia nos dirán que no cojamos trenes ni aviones”, señala Benavides. Tampoco se harán este verano cruceros, “que son una auténtica ratonera”, apunta el epidemiólogo. En su lugar, “haremos turismo interno” en coche, sugiere.
No obstante, el verano puede traer algo bueno. “Si es verdad que el calor y los rayos ultravioleta sirven para mitigar el virus, será muy bueno. Quizás con 35 o 40 grados el virus lo tiene más difícil para sobrevivir en las superficies y se debilita mucho la transmisión comunitaria”, avanza Hernández. De este modo, “en mayo, dependiendo del tiempo meteorológico, podremos hacernos una idea”.
“Calor de mayo, valor da al año”, dice el refrán.