Cómo ser David Beriain
Era mucho más que el reportero perfecto: era una gran cabeza de televisión.
Me acordé del cartel de esa peli estupenda, con muchas caras de John Malkovich, para intentar decir algo que no se haya dicho estos días de David. Tampoco voy a ser original, ya lo aviso. Él era muchas cosas, y aunque algunas me parecieron a veces contradictorias, después de estos días solo creo en que el conjunto era, sobre todo, coherente.
Vamos a lo obvio: era un periodista excelente. Era riguroso y milimétrico, exhaustivo hasta niveles que solo los que le “sufrieron” en una sala de edición pueden entender. Y era una bendición si trabajaba para tu proyecto de televisión: era un socio extraordinario, entendía tus puntos de vista, te escuchaba y empatizaba siempre con tu situación. Y no te hacía perder el tiempo: pocas veces se equivocó llevándote propuestas. Sabía qué necesitabas. Los que habláis de sus orejas para escuchar y de su empatía, ahí tenéis otro aspecto que le hacía grande.
Sé que David era uno de los últimos románticos del periodismo puro. Estos días ha puesto de acuerdo a todo el mundo en un movimiento emocionante y sin fisuras. Pero dejadme que os diga que era mucho más que el reportero perfecto: era una gran cabeza de televisión, un creativo excelente dándole vueltas a cómo innovar en el género documental, ambicioso, conocedor de lo que se hacía en el mundo, inquieto, pero con eso que diferencia la tele buena de la solo correcta: el alma, la emoción. De su cerebro han salido las excelentes El Palmar de Troya, Palomares o La vida en llamas, poco destacadas estos días por no poner su rostro al frente, pero imprescindibles para completar el perfil de un profesional superdotado.
Le decía que era muy intenso, se lo repetía mil veces; pero me quedé con ganas de decirle que en el fondo no lo pensaba. Ni aleccionaba ni era dogmático, tenía una mirada transparente muy lejana de cualquier afectación. Y, aunque a veces se le iba algún segundo de más en sus pausas valorativas, tenía un discurso emocionante y auténtico. Vale para lo profesional y lo personal: cuando entraba en una vida era para quedarse. Me hubiera gustado decirle que la intensidad bien administrada es un don poco frecuente que las personas necesitamos. Él lo iba regalando.
Quedan muchas caras del póster de esta peli. Había una imagen de David por contraste, que iba de bestia periodística a hombre de apariencia frágil. Había un gran cocinero de pochas (creo que las migas no las tenía bajo control, me decía su cuadrilla de Artajona…), un bailarín caribeño, un buen dj, un gran anfitrión, un hombre que conectaba a su gente y conseguía amistades infinitas. Nos hemos quedado sin cumplir planes, sin conocer Los Roques junto a él y su maravillosa Rosaura, sin recorrer en barca el Burguillo como narcos en Ozark, pero nos verá bien juntitos a todos y seguro que le gustará.
En 2013 se presentó a un grupo de profesionales de varias nacionalidades de esta forma: “I’m a journalist and a cabezón”. Cómo ser David Berain es tarea imposible por más que lo intentemos.