Cómo se las arregló este hospital para salvar a sus tortugas durante el huracán Irma
Dos trabajadores desobedecieron las órdenes de evacuación de las autoridades y permanecieron en el centro veterinario.
Pocos días después de que el huracán Irma arrasara el sur de Florida (Estados Unidos), y pese a que aún había fuertes restricciones para viajar a esa zona, Bette Zirkelbach cargó de suministros una ambulancia y marchó a toda prisa hacia la zona devastada.
El trayecto que hizo desde donde se refugiaba hasta Marathon, una ciudad situada en los Cayos de Florida, tiene una duración aproximada de 10 horas. Debido al desastre, tardó casi un día entero.
Ni siquiera paró para descansar. Tenía 44 tortugas heridas a las que atender. El panorama que se encontró al llegar, según sus palabras, fue lo más parecido a una "zona en guerra". "Daba verdadero miedo", confesó al HuffPost Estados Unidos.
Zirkelbach es la administradora del Hospital de Tortugas de Marathon, el primer hospital veterinario del mundo dedicado exclusivamente a estos reptiles. Esta organización sin ánimo de lucro lleva desde 1986 rescatando tortugas marinas de las cinco especies que habitan la costa de Florida y liberándolas en su hábitat natural. Cuenta con tres ambulancias para tortugas con las que recogen a más de 100 ejemplares en peligro al año.
Más del 50% de las tortugas jóvenes que crecen en las islas más desarrolladas por la zona del ecuador sufren el azote de un virus llamado fibropapiloma, que les provoca tumores con síntomas debilitantes. Las tortugas afectadas a menudo fallecen por inanición, por colisión con un barco o por el ataque de un tiburón, a causa de un deterioro de la vista. Este hospital es uno de los cuatro que tratan ese problema en Florida.
Aunque las instalaciones del hospital se han enfrentado a varias tormentas anteriormente, nunca hay dos iguales. El huracán Irma, que azotó esa zona cuando aún era de categoría 4, destruyó innumerables casas, cortó temporalmente el suministro eléctrico, interrumpió la cobertura telefónica y acabó con la vida de al menos 14 personas. Afortunadamente, el hospital estaba preparado para soportar la tormenta y logró proteger a todas sus tortugas.
El personal del hospital no fue capaz de prever todos y cada uno de los problemas que ocasionaría este huracán, pero habían aprendido lo suficiente de desastres naturales pasados.
"[Los desastres naturales] nunca dejan de ser preocupantes. No podemos hacer nada para prevenirlos, pero estar preparados sí que está en nuestras manos", declaró Bette Zirkelbach.
Cuando el huracán Wilma azotó Florida en 2005, provocando pérdidas de 22.300 millones de dólares en daños materiales, el sistema de gestión y prevención de desastres que tenía el hospital no estaba tan preparado como lo está ahora. Por entonces, guardaban a las tortugas en piscinas de marea, que se inundaron más de la cuenta y varias tortugas fueron arrastradas. El huracán Wilma inundó el hospital y el motel adyacente con el que contaba la organización, que era una de sus fuentes de financiación. El motel fue clausurado tras la tormenta y el hospital sufrió cuantiosas pérdidas de material médico.
Posteriormente, recibieron una subvención de la petrolera BP, asignada por la Fundación Nacional de los Peces y la Fauna (NFWF en inglés), dinero que fue invertido en aumentar la seguridad de sus instalaciones y en la compra de dos depósitos de más de 120.000 litros de capacidad a prueba de huracanes.
A medida que se confirmaba la amenaza del huracán Irma, los trabajadores del hospital se afanaron en trasladar a las tortugas desde sus piscinas habituales hasta otras de mayor seguridad. La mayoría fue a parar a los dos depósitos nuevos, que están situados en un terreno más elevado. Las más enfermas (dos de ellas han de ser alimentadas con sondas) fueron reubicadas en otros depósitos protegidos en el interior de las instalaciones.
El personal del hospital también se avitualló de suficientes suministros médicos y de alimentos y se aseguró de que los dos generadores de las instalaciones se encontraran en perfecto estado para soportar la tormenta.
Una vez que todas las tortugas fueron resguardadas, todo el personal fue evacuado, salvo Richie Moretti, fundador y director del hospital, y Tom Luebke, uno de los ingenieros, que desobedecieron las órdenes de las autoridades y permanecieron en el hospital. Incluso los bomberos y los servicios de emergencias se desplazaron a una zona más segura.
Por suerte para el hospital, su zona se libró de la mayor furia del huracán, que sí sufrieron multitud de edificios de otras partes de la ciudad.
Como se preveía, durante la tormenta el hospital perdió el suministro eléctrico y tuvo que depender de sus dos generadores.
Un día después del inicio de la tormenta, cuando el viento amainó ligeramente, Moretti y Luebke trataron de utilizar el teléfono satélite con el que contaban, pero no lo lograron. Durante día y medio, estuvieron completamente aislados del resto del mundo.
Desde fuera, Bette Zirkelbach lo vivió así: "Nadie sabía nada de nadie. Ni siquiera sabíamos si las tortugas seguirían vivas".
Moretti y Luebke se las apañaron para ofrecer los cuidados básicos a las tortugas: alimentarlas, medicarlas y drenar los depósitos de las tortugas más enfermas.
En una ocasión, los frigoríficos dejaron de funcionar, lo que puso en serio peligro unos 130 kilos de alimento vivo para las tortugas. Tuvieron que apresurarse y trasladar las gambas y los calamares a otros frigoríficos en funcionamiento. Teniendo en cuenta que toda el área andaba falta de provisiones, se trataba de una verdadera emergencia.
El Hospital de Tortugas está recibiendo ayudas de sus compañeros de la otra punta del Estado, desde donde se ha fletado un avión con suministros para el hospital y otros grupos animalistas de la zona.
El centro espera estar del todo operativo para principios de octubre pero, mientras, el personal ya ha puesto el marcha operaciones de rescate y rehabilitación. Las tortugas que están a su cuidado ya están recibiendo su cariño y han sido reubicadas en sus piscinas habituales.
Desde que remitió la tormenta, ya han rescatado a tres tortugas. Una de ellas, recién salida del huevo, fue bautizada "Irma".
Cuando el hospital se encuentre plenamente operativo, volverá a organizar visitas guiadas por sus instalaciones, ya que la educación y la concienciación de la sociedad es una faceta que esta organización sin ánimo de lucro considera indispensable.
Bette Zirkelbach está ansiosa por seguir tratando a la desbordante cantidad de tortugas enfermas o heridas de la costa de la ciudad. Al ser cuestionada por posibles huracanes en el futuro, se siente segura y preparada: "Seguimos aquí. Vivir en el paraíso también implica estar atentos de las tormentas".
Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.