Cómo saber si un jefe duro no es duro sino tóxico
Cuando los empleados no se sienten apoyados por el jefe, las exigencias se vuelven casi imposibles de alcanzar.
La figura del jefe duro está por todas partes. En las películas son dominantes, imposibles de complacer y controlan mediante el miedo, como Miranda Priestly en El diablo viste de Prada o Gordon Gekko en Wall Street, o son exigentes pero estimulantes y hacen que su carácter merezca la pena, como Jaime Escalante en Con ganas de triunfar.
También existen en la realidad. La última persona que se ha definido como esta clase de jefa ha sido la senadora demócrata Amy Klobuchar, que respondió a las denuncias por malos tratos a sus trabajadores definiéndose como una jefa "dura". Tal y como informó la edición estadounidense del HuffPost, varios exempleados afirman que les reprendía por correo, les encargaba sus tareas personales, como fregar los platos o recoger la ropa de la tintorería, y que era propensa a sufrir "estallidos de crueldad" que hacían que algunos empleados dimitieran. Su reputación provocó que al menos tres potenciales colaboradores rechazaran unirse a ella para la campaña presidencial de 2020 y, según las fuentes, también dio lugar a una reprimenda privada en 2015 por parte del líder de la minoría del Senado. Otros medios, como BuzzFeed News y Yahoo News desvelaron más denuncias y pruebas de estos malos tratos.
También ha habido empleados y exempleados, así como un portavoz de su campaña, que han rebatido esas acusaciones. La senadora lo achaca a que su estilo de mando persigue "unas expectativas altas".
"Sí, puedo ser dura, y sí, puedo meter presión a la gente", se defendió Klobuchar. "Tengo altas expectativas conmigo misma, tengo altas expectativas con quienes trabajan conmigo y tengo altas expectativas para este país".
Probablemente te encontrarás con algún jefe duro en tu carrera. Por ello, la edición estadounidense del HuffPost se ha puesto en contacto con expertos para explicar la diferencia entre un jefe duro y un jefe tóxico.
En el trabajo, la dureza es un indicador poco fiable de fortaleza. El uso que se le dé a la palabra depende de la relación que haya entre el jefe y el empleado.
En el mejor de los casos, es un sinónimo de liderazgo firme que responsabiliza a cada trabajador de lo que le corresponde. Amy Edmondson, profesora de liderazgo y gestión en la Escuela de Negocios de Harvard, indica que "tener un propósito riguroso y establecer unas exigencias altas" son características de un líder experimentado. Cuando Tristan Brown, exempleado de Klobuchar, la definió como "jefa dura", fue para describir de forma positiva lo exigente que era.
La dureza no está asociada a una conducta abusiva si el jefe deja claro que valora a los empleados y se preocupa por ellos.
"Los jefes que son duros pero te apoyan tienden a tomarse su papel de mentores más en serio. Suelen ser más concienzudos a la hora de explicar lo que hay que hacer, cómo hay que hacerlo y por qué", comenta Alan Cavaiola, psicóloga clínica y coautora de Impossible to Please: How to Deal with Perfectionist Coworkers, Controlling Spouses, and Other Incredibly Critical People.
En este sentido, la dureza puede interpretarse como un honor. La senadora demócrata Kamala Harris aplaude esa etiqueta que tiene. "Puedo ser muy dura (sobre todo conmigo misma), pero creo que tenemos que dar siempre lo mejor de cada uno porque hay muchísima gente que depende de nosotros", se define como jefa.
En el peor de los casos, lo de ser duro es un eufemismo para describir el abuso, una alerta de que no deberías trabajar para esa persona.
Es importante recordar que la dureza no se percibe o se premia de forma igualitaria, por norma general. Ser duro implica decir que no a menudo y con firmeza, pero ese acto no se juzga con ecuanimidad. Este estudio desveló que cuanto menos complaciente es un hombre, más cobra. Las mujeres menos complacientes no reciben el mismo trato económico.
La etiqueta de "jefe duro" se la han puesto a líderes como Steve Jobs, cofundador de Apple, a quien definían como un "jefe duro y controlador" que solía recurrir a los berrinches para conseguir lo que quería, pero aun así otros jefes lo consideran un pensador original.
¿Por qué los jefes inconformistas o exigentes reciben mejor consideración? Soraya Chemaly, directora del Women's Media Center, explica que, en términos generales, esta doble vara de medir se debe a que la dureza se asocia tradicionalmente a la masculinidad. Cuando una mujer hace lo que se espera de un hombre, no cumple las expectativas de género de la sociedad y sufre rechazo y su reputación queda dañada, sostiene.
"Cuando un hombre es duro, existe la creencia implícita de que es duro pero justo, lo cual es aceptable. Cuando una mujer es dura, parece imposible que esté siendo justa porque no es razonable que una mujer sea dura", apunta.
Cuando una mujer dice que es dura en su trabajo, puede ser una táctica para colocarse al nivel de los hombres que hay en el poder, señala.
"Cuando a las mujeres se les obliga a moverse en espacios dominados por hombres (y la política lo es) y se dan cuenta de que su sexo puede ser una desventaja, a menudo tratan de distanciarse de su propio sexo. Definirse como una jefa dura es una forma que tienen las mujeres de intentar que se acepten sus exigencias como jefa. 'Soy una jefa dura' es otra forma de decir 'Ni se te ocurra decirme que soy una zorra o una mujer cruel", justifica.
El acoso laboral no tiene género y es esencial reconocer cuándo un jefe que se autodefine como "duro" es en realidad un jefe tóxico, Cuando los empleados no se sienten apoyados por el jefe, las exigencias se vuelven casi imposibles de alcanzar.
"Los jefes tóxicos tienden a ser perfeccionistas", indica Cavaiola. "Suelen utilizar tácticas de acoso para asegurarse de que todo se hace a su gusto porque su filosofía es 'a mi manera o carretera'. Recurren con frecuencia a amenazas, gritos y broncas a los empleados".
No es posible cumplir las expectativas de un jefe si le tienes miedo. "La seguridad psicológica es saberse con la libertad de opinar. Soy libre para contar malas noticias. Soy libre para pedir ayuda cuando algo escapa a mi comprensión", expone Edmondson, que estudia este problema. "Si estás intentando llevar a cabo un trabajo ambicioso, te interesa mantener expectativas altas y la seguridad psicológica. Te interesa que la gente busque la excelencia sin miedo".
Los jefes duros quizás piensen que deben presionar mucho a sus empleados para exprimir su mejor rendimiento. Sin embargo, el tiro sale por la culata cuando los empleados empiezan a estresarse por esta presión para hacer el trabajo. El estrés en el trabajo está asociado a una peor salud y a un mayor cambio de personal. El equipo de Klobuchar registró la mayor tasa de cambio de personal de 2001 a 2016, según la base de datos del Congreso, LegiStorm, aunque Edmondson señala que este factor no es siempre un "indicador fiable": "¿Encontraron [los exempleados de Klobuchar] una nueva oportunidad y se fueron por eso o se marcharon porque no podían soportarlo más y sentían que no estaban aprendiendo nada?".
Catherine Mattice-Zundel, presidenta de la consultoría Civility Partners, enseña a los ejecutivos a evitar un estilo de dirección tóxico. Comenta que dos motivos por los que los jefes empiezan a acosar es por temor a la incompetencia porque "tienen un complejo" y les falta inteligencia emocional.
"Viven en un mundo en el que tienen que ser considerados extremadamente competentes", explica.
Puede llegar un punto en el que un jefe duro genere un ambiente de temor y ansiedad a sus empleados. Al tener un jefe duro que te humilla, según Cavaiola, "el trabajo se vuelve extenuante porque los empleados salen pensando que no hacen nada bien. Se suelen cuestionar su valía personal o su valor en esa organización".
Ser duro no es incompatible con ser un buen jefe. Es posible ser exigente y aun así tratar a los empleados con respeto. Un estudio demostró que cuando los jefes son justos con los miembros de su equipo, el equipo se vuelve más productivo. Ser un jefe duro y bueno implica convertir el trabajo en una experiencia de colaboración y aprendizaje mutuo que sea justa.
Las jefas con la etiqueta de duras lo tienen más complicado. "Claramente, se espera de las mujeres que sean más simpáticas, consideradas, empáticas y que generen mejores ambientes de trabajo. Es un doble rasero ridículo. No es ninguna excusa para ser crueles, simplemente muestra que debemos reconocer la influencia de las mujeres que solo intentan cumplir con su trabajo", comenta Chemaly.
Tener un jefe duro te puede hacer progresar de forma sana. No obstante, si sientes que te humilla y no puedes defenderte, si siempre estás al otro extremo de una relación de broncas y menosprecios, no tienes un jefe duro, tienes un jefe tóxico, y un jefe tóxico no tiene cabida en el trabajo.
Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.