‘The coalition’, segunda temporada
Se cumple un año de la investidura de Pedro Sánchez .
Los diputados en pie diciendo su voto… 167 ‘síes’, 165 ‘noes’ y 18 abstenciones. Suma de infarto. Y las bancadas del PSOE y de Unidas Podemos saltaban de alegría, aplaudían y las lágrimas caían sobre algunos escaños. Pedro Sánchez lograba justo hace un año la investidura como presidente del Gobierno, con un programa pactado con los morados y que alumbraba el primer Ejecutivo de coalición desde la II República.
Habían sido unos días trepidantes, de nervios, de dudas. Con toda la derecha intentando que no saliera adelante ese Gobierno, con llamadas desde el PP, Cs y Vox para que los diputados cambiaran su voto. Un símbolo de aquel episodio: el parlamentario de Teruel Existe, Tomás Guitarte, tuvo que pasar la noche anterior escondido en Valencia, con protección y lejos de su residencia habitual ante las amenazas que estaba sufriendo por respaldar a Sánchez.
La investidura culminaba un agotador ciclo electoral que había comenzado el 28 de abril de 2019, con unas elecciones en las que el PSOE conseguía ganar pero que acabaron en agua de borrajas tras las fallidas negociaciones con los ‘morados’ y aquella frase de Sánchez de que no podría dormir tranquilo con ministros de UP. El PP y Cs no quisieron dejar gobernar al socialista en solitario, lo que llevó a una nueva repetición electoral. Un 10-N que dejó una España más fracturada, con una fuerte subida de Vox como tercer partido.
Del ‘voto a voto’ al ensanche de la mayoría
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias acabaron con sus históricas diferencias en torno a un café en Moncloa un día después de los comicios y en 48 horas firmaban ese acuerdo de gobierno. Pero no iba a ser todo tan fácil. Tuvieron que buscar voto a voto y con la consiguiente polémica de la creación de una Mesa de diálogo con la Generalitat, lo que desbloqueó la abstención de Esquerra. Una pieza clave en toda aquella arquitectura parlamentaria fue Adriana Lastra, la negociadora principal del PSOE.
Ese 7 de enero se lograba la investidura en la segunda vuelta. Y dos dudas surgían: cuánto duraría el Gobierno internamente con dos partidos que habían librado una durísima batalla en los últimos años por el dominio de la izquierda y cuánto aguantaría los socios externos del Ejecutivo con el Parlamento más fragmentado de la democracia y con más presencia de independentistas, nacionalistas y regionalistas.
Apenas unos días antes en Wuhan (China) se había cerrado un mercado por un brote que estaba provocando unas extrañas neumonías. Y empezarían semanas más tarde a aparecer algunas noticias sobre esa nueva especie de coronavirus, pero pocas personas hacían caso a eso en España. Los periódicos abrían con la nueva composición del Gobierno y con imágenes potentes como la de Pablo Iglesias como vicepresidente segundo o Irene Montero como ministra de Igualdad.
El Ejecutivo de coalición empezó a desplegar sus primeros compromisos, como la subida del salario mínimo o la declaración de la emergencia climática en el país. Nadie lo vio. Y, de repente, España se sumergió en la peor pandemia del último siglo y en su situación más crítica desde la Guerra Civil. El país se paró, se decretó un estado de alarma y en los meses de marzo y abril se llegaban a contar casi mil muertos al día. Puro drama.
Una historia que hace estremecer a todo el mundo. Según fuentes cercanas a Sánchez, esos fueron los peores días para el presidente del Gobierno con esas cifras horribles. Pero en su entorno destacan precisamente su carácter ante los grandes retos y su aplomo para enfrentarse a este tipo de situaciones. Ese manual de resistencia que tiene, ese carácter que ya se vio durante las imposibles primarias que ganó frente a Susana Díaz.
Si se comparan esas dos fotografías de sietes de enero, las dudas de entonces han desaparecido. La coalición ha resistido frente a los intentos de la derecha de hacer caer al Gobierno durante la pandemia y se ha ido engrasando esa maquinaria. Los choques son públicos y notorios, pero desde las dos partes se conjuran en su voluntad para seguir adelante y acabar la legislatura.
Sobre los apoyos externos, contra todo pronóstico, Sánchez e Iglesias han logrado ensanchar ese respaldo (con fuertes críticas por la incorporación de EH Bildu a esa aritmética). Sufrieron en algunas prórrogas del estado de alarma, pero han conseguido posteriormente casi doscientos votos para aprobar los presupuestos generales del Estado -que suponen una autopista para aguantar hasta 2023-. Es más, en UP hay convicción de que esa mayoría puede llevar a tener gobiernos progresistas en España durante la próxima década.
Esa aprobación de los presupuestos también abre una nueva etapa. Algunos sectores socialistas del Gobierno esperan que se pueda marcar más perfil propio y dejar esa sensación de ser arrastrados por las polémicas de Unidas Podemos. Estos sectores critican que UP lleve a los medios las luchas internas y convierta en un show de comunicación política cada discrepancia.
Estos días también el Ejecutivo se enfrenta a su primera crisis. Salvador Illa, el ministro de Sanidad, pondrá rumbo a Cataluña para ser el ‘número uno’ del PSC en las próximas elecciones autonómicas del 14 de febrero. Esto ha provocado el desconcierto especialmente dentro de las filas de UP, que no entienden que aguante hasta la campaña como ministro. La propia titular de Trabajo, Yolanda Díaz, que es una referencia interna y está muy valorada, expresaba en una entrevista en El HuffPost que sería conveniente llevar ya a cabo el relevo de Illa.
Sánchez guarda silencio sobre sus planes. En un primer momento se apuntó a un cambio tranquilo con Carolina Darias pasando a ocupar el puesto de Illa en Sanidad y con Miquel Iceta entrando en Política Territorial, pero los rumores sobre un cambio mayor circulan entre periodistas y políticos sin ningún tipo de confirmación oficial. A la misma vez arrecian las críticas también de la oposición por la decisión del catalán de aguantar hasta que empiece la campaña a finales de enero.
Todo ello en un momento complicado de la pandemia, con una tercera ola en ciernes y con el empeoramiento de la situación tras las fechas navideñas. El año acababa con la esperanzadora imagen de la vacuna en el cuerpo de Araceli, pero el retraso de las autonomías en implementar los pinchazos está provocando un fuerte malestar.
Este mismo lunes se reunían en Moncloa de forma privada Sánchez e Iglesias. A pesar de las especulaciones, fuentes conocedoras del encuentro insisten en que era una cita “rutinaria”, como muchos días para ver la actualidad, hablar de algunos asuntos en conflicto (como la ampliación de la base de cotización de 25 a 35 años para calcular las pensiones) y analizar la situación epidemiológica.
Los dos socios tienen claro que hay que reimpuslar la agenda legislativa que quedó atrancada por la pandemia. Son varios los proyectos de ley que esperan sacar adelante próximamente. Se da mucha importancia a la pronta aprobación en el Senado de la ley de eutanasia, un emblema de la izquierda, que ha logrado atraer también a partidos de derechas, aunque el PP y Vox se oponen.
El Gobierno pretende también darle un empujón a la futura ley de memoria democrática, bajo la batuta de la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, y a la ley del cambio climático, que lleva la firma de la vicepresidenta cuarta, Teresa Ribera. Desde el Ministerio de Asuntos Sociales que dirige Pablo Iglesias se sacará adelante la conocida como ley Rhodes, y desde Igualdad se trabaja para aprobar en este trimestre la ley del “sólo sí es sí”. También están pendientes de acuerdos con los agentes sociales como el de la prórroga de los ERTE, que vencen el próximo 31 de enero.
The coalition, segunda parte. Este sólo es el tráiler.