Seis claves para asegurarte de que compras una sandía dulce y jugosa
Fíjate bien y acertarás.
Fruterías y supermercados se llenan de sandías cada vez que llega el verano. Es una de las frutas de la temporada, con permiso del melón, su inseparable compañero en estos establecimientos.
La sandía triunfa por sus muchas cualidades —baja en calorías, diurética y rica en vitamina A y C, entre otras propiedades— y triunfa también por su sabor. ¡Nada como una buena sandía... madura!
La cuestión es saber elegirla. No todas son dulces y jugosas. Para garantizarlo hay que dedicarle un poco de tiempo a la hora de comprar y fijarse en una serie de detalles, exactamente estos seis recogidos en la página De Todo Salud.
¡Toma nota!
1. La forma y firmeza.
No importa tanto la forma como que sea uniforme. Es decir, si es alargada, que lo sea de manera homogénea. Y si es redonda, que lo sea también de manera homogénea. Al fin y al cabo, la forma sólo marca la variedad de sandía.
Lo importante es que sea simétrica y firme. Si presenta abolladuras o irregularidades, eso puede significar que se ha maltratado al transportarla, que el reparto de agua es irregular o que no ha tenido el proceso adecuado de maduración. Si no es firme, también puede ser porque tiene hongos e insectos.
2. El peso o sensación de peso.
No es lo que pese sobre la báscula, sino la sensación que se tiene al cogerla. Debe pesar más de lo que aparenta. Así, cuanto más pese, más jugosa será.
Hay que tener en cuenta que su peso depende de su alto contenido en agua, que puede suponer el 92% de su composición. Si no pesa mucho, puede que esté seca y por tanto que no sea jugosa.
3. Las manchas.
Mejor si la sandía es de color homogéneo, pero no pasaría nada si tiene ciertas manchas. La cuestión es saber identificarlas.
- Manchas de tierra. Son manchas naturales y suelen encontrarse en un extremo del fruto. Indican cuál es el lugar exacto donde estaba cosechada la sandía.
- Manchas amarillas en una zona concreta. Indican que el tiempo de maduración al sol ha sido el correcto, por lo que la sandía debería tener su dulzor característico.
- Manchas blanquecinas. Estas sandías sí hay que desecharlas. El blanco significa que no ha madurado correctamente o que se ha interrumpido su maduración. Son sandías poco dulces.
- Manchas oscuras o marrones. También son sandías para desechar porque esas manchas suelen indicar que la sandía tiene bacterias u hongos
La clave está en tocarla y darle pequeños toques. Si el sonido es profundo y seco, la sandía está en su punto de maduración justo. Si suena hueco, es probable que la fruta no esté madura.
5. La firmeza de la corteza.
La dureza de la corteza es mucho más importante de lo que parece. Cuando la fruta está en su punto exacto de madurez, la corteza tiene un buen grosor y no cede con facilidad si se ejerce presión sobre ella. Si se abolla al presionar, significa que la sandía está demasiado madura o que ha sufrido golpes.
6. El tallo.
No suele estar en las sandías que compramos en el supermercado, pero si aún lo conservan puede dar algunas pistas. Si es verde no merece la pena comprar la sandía, significa que se ha puesto a la venta antes de madurar. Si es marrón, está en su momento perfecto.
Sandía en trozos.
Quien opta por comprar la mitad de una sandía, un cuarto o una tarrina con trozos, debe fijarse en otros aspectos. La OCU asegura que de esta forma a simple vista se puede saber si la fruta está madura, el inconveniente es que la fruta puede perder frescura. El truco, según este organismo, es escoger las porciones que tengan pepitas oscuras –las blancas indican escaso grado de maduración– y que no muestren una textura aparentemente harinosa.