Adultos que se hicieron la cirugía estética de adolescentes desvelan de qué se arrepienten
No son pocos los que se preguntan si tomaron la decisión correcta al “arreglar” algo que posiblemente habrían aprendido a aceptar con la edad.
Cuando tenía 16 años, Zoë se sometió a una septorrinoplastia, una cirugía que corrige el tabique nasal desviado (septoplastia) y cambia el aspecto estético de la nariz (rinoplastia). La operación para corregir el tabique desviado era necesaria; la rinoplastia, no. Sin embargo, como adolescente, sí se lo parecía.
“En el instituto, un chico me dijo que tenía la nariz grande, y eso me generó una nueva inseguridad”, dice Zoë, que, como otras personas de este artículo, ha pedido usar solo su nombre de pila por privacidad.
“Tenía un puente de la nariz muy curvo y me moría por tener una nariz pequeñita, redondeada y ’cuqui”, comenta.
Así pues, en la cita con el otorrino para tratar su tabique desviado, también le planteó la idea de retocar el aspecto de su nariz.
Sin dudarlo, su médico estuvo de acuerdo: a la nariz de Zoë le venía bien un retoque. El cirujano plástico con el que se reunió poco después también estuvo de acuerdo. Incluso le señaló “defectos” de su nariz en los que ella nunca se había fijado. Recuerda claramente que utilizó las palabras “punta bulbosa”.
Los padres de Zoë nunca la presionaron para que se sometiera a la cirugía estética. Solo estaban preocupados por sus problemas respiratorios, pero con el impulso de estos médicos, toda la familia se involucró en el asunto. Pronto, Zoë pasó por el quirófano en busca de una nariz nueva y mejorada.
El producto final dejó mucho que desear: el proceso de recuperación duró dos años y, pasado ese tiempo, su nariz se curó incorrectamente y quedó un poco torcida. La nariz de Zoë era diferente, pero sus inseguridades siguieron siendo las mismas.
Ahora Zoë tiene 31 años y cree que la dismorfia corporal fue el motor de la cirugía (la dismorfia corporal es la preocupación por un defecto leve o imaginario en el aspecto físico. Un estudio sugiere que entre el 5% y el 15% de las personas interesadas en cirugías estéticas padecen un trastorno dismórfico corporal).
“Ahora miro mi nariz en las fotos de antes y veo que no había nada malo en ella”, dice Zoë. “Me arrepiento de habérmela retocado. Era demasiado joven para tomar esa decisión. Mi cerebro y mi visión del mundo no estaban desarrollados. Si hubiera esperado a ser mayor, sin duda habría cambiado de opinión”.
Aunque hay muchos jóvenes que no se arrepienten de haberse sometido a una cirugía plástica, Zoë no es la única que se pregunta si tomó la decisión correcta al “arreglar” algo que posiblemente habría aprendido a aceptar con la edad.
El mes pasado, en una entrevista con Vogue, la modelo Bella Hadid fue noticia por admitir que se arrepiente de la operación de nariz que se hizo a los 14 años.
“Ojalá hubiera conservado la nariz de mis antepasados”, lamenta Hadid, que ahora tiene 25 años. “Creo que la habría hecho mía”. La madre de Hadid es la modelo de origen neerlandés y exestrella del reality Real Housewives of Beverly Hills Yolanda Hadid. Su padre, el promotor inmobiliario Mohamed Hadid, es palestino.
Dulce Candy Ruiz, una influencer de 34 años de Los Ángeles, también se arrepiente de la rinoplastia que se hizo cuando era más joven.
Ruiz luchó con problemas de dismorfia corporal desde que tenía 8 años, pero su nariz nunca fue uno de sus complejos. Nadie había hecho nunca ningún comentario sobre ella, y ella también pensaba que estaba bien. Pero al ver en las redes sociales una foto de nariz “perfecta” tras otra, Ruiz empezó a cuestionarse su propio rostro.
“Mi cirugía de nariz me hizo sentir peor porque me di cuenta, años después, de que había cometido un gran error”, comenta. “Tomé la decisión drástica de cambiar un rasgo que forma parte de todos los hombres y mujeres de mi familia materna”.
En su popular canal de YouTube, Ruiz comparte sus sentimientos hacia las cirugías plásticas con la esperanza de que las jóvenes se lo tomen como advertencia.
“Lo último que quiero es que una chica se opere porque no se quiere a sí misma”, explica en un vídeo de YouTube. “A mí me pasó eso con mi rinoplastia. Me estropeé la nariz intentando ‘arreglar’ algo que no estaba roto”.
La cirugía de Ruiz fue hace más de diez años, cuando Instagram aún era relativamente nuevo. Los imposibles cánones de belleza de la generación de Ruiz no tienen nada que ver con la cara de Instagram (¿te has fijado en que muchas influencers tienen exactamente los mismos rasgos que una Kardashian? Pues eso es la cara de Instagram) y los ideales impuestos a la generación Z en la actualidad.
En la actualidad, los adolescentes llevan a los cirujanos plásticos selfis con filtros de modelos de Instagram con la esperanza de lograr un aspecto aún más definido, un fenómeno llamado Dismorfia de Snapchat—los filtros de Snapchat e Instagram alisan la piel, afinan la nariz y dan unos labios y unos ojos más llenos y exagerados—.
“Todo el mundo usa filtros y algunos dan el siguiente paso y me lo traen diciendo: ‘Así quiero ser’”, explica el cirujano plástico Matthew Schulman.
Anthony Youn, cirujano plástico y autor de The Age Fix, asegura que los adolescentes son cada vez más específicos sobre lo que quieren hacerse gracias a Internet.
“Hemos notado un aumento de los adolescentes que solicitan cirugías y llaman o envían mensajes para informarse, y creo que las redes sociales juegan un papel clave en todo esto”.
En los últimos años, no es raro que una joven de 16 años solicite procedimientos cosméticos no quirúrgicos: “Quiero un pequeño lifting lateral de cejas”, por ejemplo, o “quiero un relleno de mejillas para definir mi estructura facial”, o “quiero rellenar mis labios con este producto, pero de forma creíble”.
Por supuesto, no todas las cirugías que se hacen los adolescentes son por razones estéticas, señala Youn. Los procedimientos de cirugía plástica que se realizan habitualmente a los adolescentes también son por razones médicas (o porque el acoso escolar se ha vuelto insoportable). Pueden ser cirugías de reducción de pecho para adolescentes con dolor de espalda, cuello y hombros, algunas operaciones de nariz para respirar mejor, etc.
Cuando los adolescentes acuden a su consulta, Youn adopta un enfoque conservador en la mayoría de los casos. Lo que más le preocupa es cuando un paciente adolescente todavía está creciendo o si está claro que tiene expectativas poco realistas sobre cómo será su vida después de pasar por el quirófano.
“Hay cirugías que considero inaceptables cuando se realizan por motivos puramente estéticos, como un aumento de pecho o una liposucción, aunque los cirujanos plásticos las hacen a diario”.
“No existen directrices fijas para los cirujanos plásticos que realizan estos procedimientos”, explica Youn. “Realmente depende del criterio del médico, del paciente y de los padres del paciente”.
Aunque los pacientes pueden arrepentirse, la mayoría de los que se someten a una cirugía estética suelen estar satisfechos con el resultado, sostiene David B. Sarwer, decano de la Facultad de Salud Pública de la Temple University.
“Algunos pacientes que se hacen una rinoplastia tardan un tiempo en adaptarse al nuevo aspecto de su cara, y algunos expresan arrepentimiento, sobre todo si han cambiado un rasgo que tienen habitualmente otros miembros de la familia”, expone.
Sarwer recibe muchas consultas de cirujanos que temen que el paciente no esté preparado psicológicamente para una determinada intervención. Si un adolescente sufre trastorno dismórfico corporal, el psicólogo recomienda al paciente y al cirujano cancelar la cirugía.
Cuando los adolescentes se sienten presionados por alguno de sus padres para pasar por el quirófano, la decepción tras la cirugía es más habitual.
Ese fue el caso de Megan, una mujer que tenía 18 años cuando se hizo un implante mamario en el lado izquierdo (su pecho izquierdo nunca se desarrolló como el derecho). A Megan nunca le molestó la diferencia de tamaño, pero su madre le insistió en que le convenía operarse.
“Mi madre me decía que quería ayudarme a arreglarlo y que mi marido me lo agradecería algún día”. El pecho de Megan no se curó como ella esperaba y, 10 años después, aún se arrepiente de la operación.
“Estaba contenta con mi cuerpo, incluso con un pecho sin desarrollar. Hacía bromas sobre mi única teta, mis amigas lo sabían y respondían con otro chiste, pero estaba contenta con todo”, dice. “Ahora quiero arreglarlo, pero me da miedo el bisturí”.
Rod Rohrich, del Instituto de Cirugía Plástica de Dallas, siempre intenta averiguar qué pacientes adolescentes acuden a la consulta por voluntad propia y cuáles lo hacen por presión familiar. (En algunas culturas, incluidas las comunidades judías y persas, operarse la nariz en la adolescencia es prácticamente un rito de paso).
“Me reúno con el paciente con —y luego sin— los padres para determinar si son ellos los que quieren el procedimiento, pero suele ser bastante obvio cuando es una chica joven la que quiere la rinoplastia, porque es ella la que empuja a sus padres a la consulta”.
Michelle Yagoda, cirujana plástica facial, cree que todos los procedimientos deberían ajustarse al principio de “menos es más”, especialmente cuando se trata de adolescentes.
“Si uno se somete a una operación de cirugía estética, debe tratar de resaltar la belleza asociada a su singularidad étnica y racial”, afirma. “Un adolescente que contemple la cirugía también debe ser capaz de entender los riesgos, los beneficios y las alternativas”.
Las mujeres con las que el HuffPost se ha puesto en contacto para este reportaje han hecho las paces con su pasado cosmético en mayor o menor medida. Sin embargo, todas coinciden en una cosa: no habría estado de más esperar unos años para pasar por el quirófano.
“Si pudiera retroceder en el tiempo y dar un consejo a mi yo más joven, le animaría a esperar al menos hasta los 30 años para plantearse una operación de nariz”, comenta Ruiz, la influencer. “La falta de madurez, de autoaceptación y de no saber quién eres o qué quieres de la vida puede llevarte a tomar decisiones drásticas que nunca podrán deshacerse”.
Zoë, por su parte, espera que los jóvenes de la generación Z que están pensando en someterse a una cirugía estética se den cuenta de que pasar por el quirófano no es un asunto menor, aunque así lo hagan ver los famosos.
Por ejemplo, a principios de este mes, Khloé Kardashian le quitó hierro a su operación de nariz cuando una seguidora en Twitter que se había hecho lo mismo dijo que ella personalmente había tenido la “peor recuperación de la historia”.
“¡¡¡Para!!!” respondió la Kardashian. “¡La mía fue una balsa de aceite! De verdad que para mí fue muy sencilla. Solo me arrepiento de no habérmela hecho antes”.
La envidiable experiencia que la Kardashian describe como un “abrir y cerrar de ojos” puede ser cierta en algunos casos, pero no en todos, y los jóvenes deben saberlo para tomar una decisión informada, advierte Zoë. Los cirujanos plásticos con buena ética profesional te ayudan, pero no está de más coger con pinzas lo que ves en internet.
“Me he dado cuenta de que la cirugía estética se ha normalizado y fomentado entre los jóvenes, especialmente en TikTok”, asegura. “Los vídeos de treinta segundos pueden hacer que la cirugía plástica parezca un ‘abrir y cerrar de ojos’ casual, pero una cirugía no es en ningún caso una decisión casual”.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.