Llegan los circos, ¡en Madrid ya es Navidad!
Durante estas fechas coincidirán hasta nueve circos.
Para mucha gente es Navidad en cuanto se enciende la iluminación navideña. Para otras personas, entre ellos muchos niños, la Navidad llega con el circo. Y este año en la Comunidad de Madrid debe haber llegado mucha Navidad porque durante estas fechas coincidirán nueve circos. Sí, ha leído bien, nueve.
Si la cifra le confunde, a continuación, se ofrece una breve revisión de algunos de ellos. Los que ha dado tiempo a ver y disfrutar. Se avisa que pertenecen todos a esa corriente llamada de circo moderno o contemporáneo. Es decir, el circo que construye un espectáculo a partir de un leitmotiv que le sirve para definir una historia, una música, un vestuario y unos números circenses. Circos habitualmente de carpa blanca y sin números con animales.
Este grupo lo lidera sin duda el Circo del Sol con Luzia. Un espectáculo del que ya se habló en este blog cuando se estrenó. Una producción apabullante que incluye agua por primera vez. Una propuesta de viaje por un México que no cae en el tópico con artistas de primer nivel, como el mejor contorsionista del mundo que da no sequé ver como se dobla y retuerce en el escenario.
Al que le ha salido fuerte competencia nacional con Circlassica – Leyendas de Asia de Productores de Sonrisas que presentan en una carpa en Ifema de Madrid. Como indica su título el leitmotiv son las leyendas asiáticas, por eso presiden el escenario las típicas pagodas chinas bajo una luna llena. Una escenografía bonita, con el toque kitsch y el puntito hortera de la iluminación china.
Una función que tiene grandes y espectaculares números de circo. Que fluye de unos saltimbanquis, a los aros volantes. De números de faquir, a un forzudo que soporta y mueve un pesado tronco ardiente. De unas contorsionistas, versión asiática de las amazonas, que lanzan flechas con los pies a un equilibrista en una altísima torre de sillas.
Números que hilan unas coreografías más bien sencillas pero eficaces, en términos de espectáculo. Notas chinas, como son los dragones típicos que se ven en toda celebración de Año Nuevo y que en este caso entran y salen corriendo entre el público como si fueran unos perrillos falderos. Con los que jugará un payaso-explorador, hilo conductor de la historia, que maneja a su antojo a un público que no puede dejar de mirarlo y reírle las gracias cada vez que sale a la pista o al patio de butacas.
Lástima que el sonido esté tan alto, al estilo de lo que pasaba hasta hace poco en los musicales de la Gran Vía, que la música se distorsione y no permita al oído apreciar una partitura circense que parece que está bien para el espectáculo. Aunque, dicho lo anterior, el público no se queja.
Números y música entre los que de vez en cuando se cuela una voz en off contando alguna de esas leyendas de forma breve o resumida. Y que hacen de este circo un circo con cierto sesgo literario frente a los demás. Referencias con personajes como El Rey Mono o Los Amantes Mariposa. Lo que les permite un curioso número de bonitas máscaras que representan dioses y mitos de aquel continente y que permiten recrearse en su imaginería con estilo, además de poner una nota cultural.
Lo que propone el Circo Price en Navidad es otra cosa. Por un lado, una historia quizás demasiado infantil, demasiado sencilla, tópica y endeble. La aventura de un grupo de cinco amigos que visitan sus mundos de uno en uno para encontrar la panacea para salvar la naturaleza porque ¿qué tendrá la naturaleza que está triste?
Al lado de esta historia, ofrecen, sin embargo, unos números de circo espectaculares. Sobre todo, el número final de la rueda de la muerte de Fabio Mimoso y Hans Vilhena. Simplemente, impresionante y de los que corta la respiración. Aunque no es el único. El número de suspensión capilar de Daniela de Mar Díaz y Susana Casas, es quizás menos emocionante que el anterior, pero lo compensan con la belleza con la que está hecho.
¿No tiene más que ofrecer el Circo Price? No, aún hay más amigos. Ese más son sus vídeos, buenos, aunque pensados para los niños, y sus números musicales que les permite algunas atractivas coreografías. Y que incluye dos grandes canciones. Sobre todo, la que cierra el espectáculo que pone a cantar y bailar a grandes y pequeños, excepto a los vergonzosos preadolescentes, y hace que salgan con la sensación de fiesta.
El espectáculo anterior ha desplazado a Cometa, el personaje que protagonizaba los últimos espectáculos navideños del Price, a la carpa del Circo Alegría en frente del Palacio de Hielo. Esa niña pizpireta, choni y divertida a rabiar, sobre todo para los más pequeños, procedente del espacio exterior, de Saturnillo concretamente, vuelve a su planeta para instaurar la divertida navidad terrícola. Donde todos le preguntarán “La ¿naviqué?”, coletilla que el público saldrá usando.
A ello se opone la alcaldesa, que resulta ser su madre. Una mujerona hecha y derecha, grandota, con aspecto de drag queen, que contrasta con el pequeño, el chiquitín, chiquirritín, de su marido. Un marido que interpreta Tomás Pozzi con la calidad actoral de siempre. El número Apriéteme en el que sale vestido de racimo de uvas merece por sí mismo la función. Aunque dicho número sea, quizás, más divertido para los adultos que para los peques. Para estos ya está Cometa.
Y es que Cometa soy yo, que es como se llama este espectáculo, juega muy bien en el terreno de lo teatral. Y, también, en la parte coreográfica. Pero quizás se quede algo pobre en lo circense, al menos por comparación con el resto. Lo que no le impide tener un buen número de Rueda Cyr y otro de polea aérea y uno bonito de aro. Además de que dé las doce campanadas saturnillescas un equilibrista saltando y girando doce veces sobre una cuerda elástica.
Si con estos circos modernos no tienen suficientes. Como ya se ha dicho, quedan más. Circos que se pueden clasificar de tradicionales. Es decir, de carpa roja y/o a rayas. Más pensado como un número de varietés para toda la familia que alternan, con un orden arbitrario al menos en apariencia, música, payasos, atracciones circenses y números con animales más o menos exóticos. Algunos de estos añaden personajes infantiles populares de la tele, como pueden ser la Patrulla Canina, o superhéroes.
Circos que no me ha dado la vida para ver. A este tipo pertenecen el Gran Circo Holiday en el Autocine de Fuencarral y el Circo Quirós en Islazul, ambos en Madrid capital. A los que hay que añadir el Gran Circo Mundial que se encuentra en Torrejón de Ardoz y Alpha Circus que estará las Rozas a partir del quince de diciembre.
Por si no fueran suficientes, el noveno llega a San Fernando de Henares el 22 de diciembre. Es el Circo Gottinga con su espectáculo Dulce Navidad, la Navidad de Santa Claus, un circo que parece estar entre medias de los anteriores. ¿Por algo su carpa será amarilla con rayas azules?
Lo dicho, sabemos que ha llegado la Navidad porque han llegado los circos. Y es bastante probable que muchos niños y abuelos se encuentren este año en sus zapatos entradas para ir a ver lo más difícil todavía y cantar y reírse en familia. Haber opciones para diferentes gustos, edades y estilos, haylas.