Lo que pasa si transportas a una princesa china a las Ramblas pensando en 'Blade Runner'
'Turandot' abre la temporada del Liceu de Barcelona y conmemora el 20 aniversario de la reinaguración.
¿Cómo explicar nuestra sociedad? ¿Cómo adentrarse en el futuro? En el Liceu han encontrado la fórmula: una nueva versión de Turandot, de Puccini, con toques de Blade Runner, Steven Spielberg, realidad virtual, heroínas mangas y una estética como si la Virgen del Pilar se construyera dentro de cien años.
Renacer de las cenizas y aspirar a ser uno de los grandes centros culturales del mundo. Así vive el Liceu de Barcelona a partir de este siete de octubre su nueva temporada. Se cumplen veinte años de que abrieran de nuevo sus puertas tras el devastador incendio. Aquel 1999 el telón volvió a subir y sobre el escenario, Turandot bajo la dirección de Núria Espert.
Y la historia de esta princesa en la China milenaria vuelve a las Ramblas. Pasado, presente y futuro, bajo la dirección de Franc Aleu. Y lo hace con una relectura del libreto en la que se eliminan los tics machista de la época en la que fue concebida por Puccini. Se presenta como una víctima del sistema patriarcal, alejada de esa imagen de femme fatale que disfruta matando amantes. Nuestros ojos la ven ahora como una esclava de una sociedad que solo la concibe como engendradora de una estirpe.
“El arte no tiene patria”
El Liceu quiere explicar con las obras de esta temporada cómo se desarrolla nuestra sociedad. “Reflejar lo que pasa hoy en día. La ópera no puede estar al margen”, resumía en la presentación Valentí Oviedo, director general del LIceu.
Y la nueva temporada arranca justo en unos días trémulos en Cataluña con la sentencia del juicio del procés a punto de ser publicada por el Tribunal Supremo. ¿Afecta esto a la institución y su forma de reflejar la realidad? Oviedo responde mirando a una de las frases que decora el Salón de Espejos del LIceu: “El arte no tiene patria”. La función es “proponer arte” y que “el arte abrace a todas las personas”, sostiene, y añade: “tender puentes” y siempre “desde la inclusión, nunca la exclusión”.
El Gran Teatre del Liceu ve en este 20 aniversario de su reapertura un punto para coger más fuerza. Un antes y un después. Lo que se evidencia en tres planos: una fachada nueva, una nueva producción de Turandot y un nuevo proyecto audiovisual, en colaboración con la cadena Arte.
Se recupera la fachada del año 1874 y ‘renancen’ para la calle las vidrieras wagnerianas. Barcelona siempre fue muy de Wagner musicalmente. Pero hay incorporación de iluminación LED de bajo consumo, es decir, entrar en el futuro pero recordando las raíces, según Oviedo.
Y tiene claro el mensaje de internacionalización, de apoyar a nuevos creadores y de futuro con la elección de este Turandot futurista. Pensar qué Liceu se quiere para dentro de veinte años y con la vista en la temporada también de 2023-2024, cuando se cumplirán los 175 años de la institución. Una declaración de intenciones de Oviedo: “No sólo queremos ser un teatro de ópera, sino una institución cultural”, apostilla. “Este Turandot nos plantea simbolizar el futuro que queremos abordar en el teatro”, ilustraba acto seguido.
Esa emoción desborda también a Víctor García de Gomar, director artístico del Liceu: “Felices, se nos escapa la risa de presentar al mundo una nueva producción”. Y es que hacía tiempo que no se abordaba una nueva versión de obra mainstream: “Perfeccionar el círculo después de la quema del teatro”. Y todo ello con un dream team de voces encabezado por Iréne Theorin como Turandot, y Jorge de León como Calaf.
Lo que prometen para estas representaciones: pasar del exotismo de la China milenaria a la exuberancia tecnológica y futurista. Un Blade Runner, según García de Gomar, sin renunciar a la épica de Puccini. “Si un incendio arrasó con el edificio histórico, quedó una chista creativa potente y muy fuerte”, señala a modo de metáfora.
La mente detrás de esta nueva versión es la de Franc Aleu. La música es fantástica y estaba hecha para el disfrute del púbico, cuenta sobre Puccini. Era el “Spielberg de su época”. El problema que se encontró el director de escena, videocreación y escenografía fue el libreto: se ha entendido siempre a la protagonista como un ser malvado que disfruta matando a sus amantes, pero él la ve como una “pobre esclava del sistema patriarcal obligada a engendrar hijos para mantener la estirpe”.
Todo ello lleno de realidades paralelas, como virtuales en la actualidad. Una sociedad a lo Gran Hermano. Por ello la escenografía está dominada por una pirámide, que representa al poder, con dos brazos robóticos. Con unas luces que recuerdan a una “cíbervirgen”, como si a la Virgen del Pilar se la hubiera diseñado dentro de cien años.
Una versión que la verán en directo a lo largo de esas semanas 30.000 personas. ¿Y hay que cambiar esa visión machista de aquella sociedad? Es otra pregunta que se plantea. Aleu responde claro en la presentación: “No me gustaría ser altavoz de algo que es contrario a mi pensamiento”. “He tenido la suerte de encontrar el click”, añade: “Sin hacer mucho, cambian muchas cosas”. “No puede morir porque musicalmente es maravillosa”, continúa, y en caso de no haber tocado en la historia, habría puesto un cartel pidiendo perdón.
Turandot y cómo una princesa de la China milenaria también nos puede explicar cómo es el mundo en plenas Ramblas en 2019.