‘Charlie y la fábrica de chocolate’ o una trama sonora para una buena historia

‘Charlie y la fábrica de chocolate’ o una trama sonora para una buena historia

Tiene una buena historia que contar, que permite imágenes cautivadoras y un espectacular final.

Charlie y la fábrica de chocolate.Nacho Arias Careaga

El circuito del teatro musical en Madrid está calentito. Se suceden los estrenos apetecibles. Entre ellos Charlie y la fábrica de chocolate en el Espacio Ibercaja Delicias. Para la mayoría será un musical que protagoniza Edu Soto. Para una inmensa minoría, será el musical basado en una peli de Johnny Deep y, si acaso, dirigida por Tim Burton. Y para todos aquellos que les gusta leer, el musical basado en la cautivadora novela para todos los públicos de Roald Dahl sin la que nada de todo lo anterior hubiera sido posible.

El último dato es importante. Roald Dahl huyó en sus novelas de la infantilización de la infancia, sin abandonar a los niños lectores, y de los adultos. Por cierto, como hicieron Andersen, los hermanos Grimm, Perrault. Vamos, los clásicos. Lo que, añadido a que sabe usar los recursos literarios, convierte a sus libros en historias fascinantes para gente de cualquier edad.

Esa característica hace que este musical lo protagonice Charlie Bucket lo que ahora se llamaría un niño en riesgo de exclusión. Perteneciente a esa infancia que crece en la pobreza, a pesar de que sus padres tengan trabajo, como le pasa a la madre de Charlie. Un niño que convive con sus cuatro abuelos en una caravana. Que come verduras vintage, de lo pasadas que están, y al que el gusano incluido le sale gratis. Regalo de la casa, le dice el vendedor ambulante (choco)latino que se la vende.

Un chaval que mira el mundo con fascinación. Y que ante la ausencia de pantallas en su vida, pues no pueden permitírselas, recurre a un lápiz, un cuaderno recuperado del basurero y a su imaginación. Tanto que la tiene bien entrenada. Bien dispuesta para poder disfrutar de la oportunidad que le va a ofrecer la vida.

La oportunidad de pasar un día en la fábrica de chocolate y de otras muchas chuches del misterioso Willy Wonka. Un mito por todos los tipos de chocolates, chocolatinas, caramelos y otras tentaciones, que horrorizarán a las brigadas anti-azúcar actuales. Productor de chocolatinas y otras chuches caído en desgracia, la ruina y el olvido por la competencia desleal del mercado capitalista que devora a sus hijos. Ávido, como está, de novedades cada temporada.

Pues bien, Charlie será uno de los cinco niños que conseguirán uno de los cinco billetes dorados que le permitirán entrar en esa fábrica y, con un poco de suerte ganar dulces y golosinas para toda la vida. El único pobre llamado a esta mesa no por azar, sino porque una persona se empeña en que también él esté, en igualarlo al resto. Pues los demás a base de pasta, sobre todo la caprichosa e insoportable niña rusa (¡qué inesperada metáfora actual!), han conseguido encontrar su billete dorado al paraíso de la chuche.

Niños ricos, en dinero, que junto a sus familias representan lo peor de nuestra sociedad, todavía. La glotonería, el egoísmo, el yo lo quiero, el yo primero. Modelos que se ofrecen y que les ofrecen sus padres, tíos, profesores y abuelos. Adultos a los que ven fascinados delante del televisor y las pantallas consumiendo las excesivamente almibaradas y azucaradas historias de éxito, dinero, lujo, sexo y traición contra las que no existe una brigada anti-azucar a pesar del daño que están haciendo a la salud.

Todo lo anterior se viste con la amabilidad y la simpatía de los musicales. Esa forma teatral occidental que permite darle color y alegría a la vida. Que permite pasarlo bien en el teatro. En este caso lo consigue por dos razones.

  Charlie y la fábrica de chocolate.Nacho Arias Careaga

La primera, que tiene una buena historia que contar, que permite imágenes cautivadoras y un espectacular final. De esas que hacen que niños y adultos hagan “¡oooh!”, se queden con la boca abierta, y se lancen a aplausos. La segunda, su confianza en el teatro, en los recursos que ofrece para contarle una historia al público apantallado actual que le conmueva y le afecte. Por ejemplo, el uso tan naif pero tan bien puesto que se hace de las marionetas. O que los niños, excepto Charlie, sean representados por adultos.

Aspectos que se resumen y conjugan a la perfección en el número de los Umpa Lumpas, esos personajes tan exóticos que trabajan en la fábrica de Wonka. Escena en la que Edu Soto se desata un poquito de la contención que ha mantenido durante toda la función, no muy propia de él y en la que no se le ve cómodo. Claro que la faldita de pajas, al estilo de las tribus africanas, se lo permite. Escena en la que se luce como las cómicas de antes que desparramaban en el número de la vedette payasa y graciosa. Un desatarse, en la contención que tiene que mantener para hacer a Willy Wonka creíble. Algo que él puede y sabe hacer muy bien, como demostró en su personaje de Incendios de Wajdi Mouawad que dirigió Mario Gas.

Aciertos a los que se añade una buena sonorización musical que permite que la música no atruene, que se pueda apreciar, y que mejoraría mucho si se pudiera evitar las veces en las que se empastan las voces. Ya sea cuando cantan o cuando cuentan un chiste, por lo que se pierde contenido.

Una música que no parece tener ningún número especial, pero que sí permite construir el soporte en el que contar una historia. Crear una trama sonora. Y sin pretenderlo, pues el objetivo de este musical no es educativo ni didáctico, permite apreciar la música como elemento constitutivo de lo que se cuente en escena. Algo que no siempre ocurre en los musicales y es toda una experiencia. Sobre todo, cuando la historia que se cuenta merece la pena, como le ocurre a esta.

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Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.

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