Cese de Màxim Huerta: Motivos para felicitarnos
Màxim Huerta ha dejado de ser ministro de Cultura y Deporte como consecuencia de crear una sociedad para pagar menos a Hacienda. El caso es, en mi opinión, mucho más importante de lo que parece. No es otro caso más.
De entrada, Sánchez ha comprendido que el país no puede permitirse un nuevo problema vinculado a la ética pública anclado en los medios de comunicación. La degradación moral que hubiera provocado no es compatible con un mensaje de regeneración como el que necesita España después de los continuos casos de corrupción vinculados al Partido Popular. Por ello, hay que felicitarse de que, en menos de 12 horas, Huerta haya dejado de ser ministro.
El comportamiento que ha provocado el cese de Huerta es muy reprochable, inaceptable para un ministro. Creó una sociedad para pagar a Hacienda la mitad de lo que debía, 218.322€ menos de lo que le correspondía. Una sociedad de socio único, administrador único y en el que sólo el rendimiento de su actividad creaba ingresos. Dicho de otro modo, su trabajo encontró una vía para no tributar igual que los que tenemos una nómina. Inaceptable.
Pero no cometió ningún delito. No está inhabilitado. Las dos sentencias del Tribunal Superior de Justicia de Madrid contra él (que pueden consultar aquí y aquí) son de la jurisdicción contencioso-administrativa, la que controla a la Administración. Es, incluso, un asunto jurídicamente discutible, que obedece a un cambio de criterio de Hacienda (en mi opinión, en la buena dirección). Y más aún, podría ocurrir que el Tribunal Supremo en el recurso de casación le dé la razón. Pero éticamente, articular una ficción jurídica (la creación de la sociedad Almáximo Profesionales de la Imagen, SL) para pagar menos a Hacienda es muy reprochable, inaceptable en un país con gran defraudación a Hacienda. Y por ello, no puede seguir de ministro. Y este es el gran cambio.
Desde el asunto Juan Guerra es el caso (junto con el del ministro Fernández Bermejo y su licencia de caza) en donde la responsabilidad política se separa, por fin, de la responsabilidad penal. No hace falta que haya delito para que el que realiza un hecho políticamente censurable sea políticamente responsable y deba cesar. Los estándares éticos de la política son, deben ser, más severos que los de la responsabilidad penal. El país se tiene que felicitar por ello.
La conexión entre responsabilidad política y responsabilidad penal fue una aberración que hemos estado padeciendo desde entonces y que ha permitido que el político deteriore con su mera presencia las instituciones y degrade la confianza del ciudadano en lo público. Y, además, con procedimientos penales abiertos no se puede gestionar bien lo público porque se tiene la cabeza en el asunto penal, que es, además, por el que preguntan los medios de comunicación. Un desastre desde todo punto de vista.
Las reglas de la responsabilidad penal son diferentes de las de la responsabilidad política. El campo de la responsabilidad penal, de la jurídica incluso, tiene vericuetos que pueden conducir a que alguien no sea condenado a pesar de que resulta claro que su conducta es inaceptable. El caso de la exministra Mato lo ilustra: un problema de prescripción impidió la continuación del proceso Gürtel contra ella. La falta de condena pena no debería haber eliminado lo más relevante: políticamente está manchada. La no condena penal de la infanta Cristina por una conducta absolutamente reprochable es otro ejemplo de estos días.
En el caso Huerta, se ha actuado asumiendo la responsabilidad política a través de una pregunta muy simple: ¿Ha actuado de acuerdo con principios éticos? No. Pues no puede ser ministro. Tan simple como eso. Su responsabilidad jurídica irá por donde vaya, pagará lo que tenga que pagar, recurrirá donde deba recurrir pero no cabe de ministro. Si queremos regenerar la política española es el primer paso. Y por ello, muy relevante.
En este caso, Sánchez aplicó lo que dijo hace un par de años cuando estaba en la oposición hablando de otro supuesto de utilización de una sociedad mercantil para pagar menos impuestos por parte de una persona que está en política: Nadie en mi equipo podrá estar si actúa de ese modo. Y hoy lo ha aplicado. Es su estándar ético. La ciudadanía es la que tiene que juzgar si es adecuado o no.
Y el asunto Huerta manda un interesante mensaje para navegantes. El que se meta en política debe estar limpio. Por vergüenza aunque sea, ya que sus pecados saldrán a la luz. Es incalificable que Huerta no advirtiera a Sánchez de lo que le ha ocurrido y ha hecho daño al proyecto de una persona con la que tenía una relación de amistad previa. Pero en menos de una semana se le ha cazado. Y se ha tenido que ir.
Su vergüenza le ha hecho que las formas no sean las mejores. Pero los dos problemas eran suyos: creó una ficción para pagar menos a Hacienda y no advirtió a Sánchez. La respuesta es su cese. No vale para la política. Y el mensajero no es el culpable.