Cervantes, Black Lives Matter y cultura ¿de la cancelación?
Quizá recuerdes, veraniego lector, que hace unas semanas este juntaletras escribió una entrada sobre la vandalización de la estatua cervantina que tuvo lugar el 19 de junio, el Juneteenth que conmemora la emancipación de los esclavos, en el Golden Gate Park de San Francisco. Como sabrás, si tus lecturas estivales te lo han permitido, no fui ni el único ni el que más escribió sobre el asunto. En España se compusieron cerca de 50 artículos a los que hay que sumar algunos más en otros países del mundo, sobre todo, lógicamente, en EEUU. Semejante número parecía indicar que, de alguna manera, se había tocado una fibra sensible en varias partes del mundo. Además, pareciera que se habían radicalizado las posturas. Lo que acá se leía como una suerte de afrenta ante uno de los pocos iconos nacionales de un país con himno sin letra y que ve en Cervantes un signo aglutinador de nuestra “comunidad imaginada” que posee, además, una sana carga laica y democrática, acullá se entendía como la reacción natural (tumultuaria, pero lógica) ante el asesinato de George Floyd, que fue grabado en directo y del que la pintada al busto (que se lavó en horas 24) fue una anécdota casi irrelevante en un país que está negociando completamente su arte público, que se encuentra en un importante momento de lucha de derechos civiles y que, francamente, tiene temas bastante más importantes de los que preocuparse.
Las posiciones parecían radicalmente enfrentadas; además, los diversos artículos habían tenido eco en redes sociales y el debate se había ampliado en un número no poco significativo de foros (cervantinos y de todo pelaje). Parecía aconsejable organizar un encuentro para acercarlas. Y a eso nos pusimos unos cuantos especialistas procedentes de varios países en combinaciones uni y binacionales y que trabajábamos en universidades de Reino Unido, América Latina, Estados Unidos de América y la Península Ibérica. Entre otros estuvimos en el complot Carmen Fracchia (Birkbeck C), Maria Antonia Garcés (Cornell U), Nick Jones (Bucknell U), Chad Leahy (U of Denver), José Manuel Lucía Megías (U Complutense de Madrid), Miguel Ángel Rosales (director de cine, y autor del magnífico documental Gurumbé: Canciones de tu memoria negra), Almudena Vidorreta Torres (Haverford C) y el que esto escribe. Contamos con una magnífica moderación de Miguel Martínez (U of Chicago) amén de un buen número de colegas (Elizabeth Davis, Rachel Stein, Manuel Olmedo, Robert Lauer, Felipe Valencia…) que salpimentaron la conversación. El evento tuvo el apoyo de la Asociación Internacional del Siglo de Oro y la Asociación de Cervantistas.
Nuestra digital Arcadia tuvo lugar por Zoom y asistieron 100 personas. Se discutió sobre la destrucción y el ataque al estatuario público, el legado colonial, las recientes protestas de Black Lives Matter, la naturalización de la historia hegemónica y de la historia pública, la vandalización de las estatuas, sobre si estas discusiones tienen algún sentido más allá de la propia universidad, sobre la función pública y social de la misma… Las posturas iban desde lo comprensivo a lo censorio y fueron proferidas por unos y otros, pero, sobre todo, siempre se dijeron abiertamente. Bien afeábamos la querencia por algunos mitos anglos que perdonan la vida a Shakespeare y a Robert Burns, el padre de la literatura escocesa, quienes pertenecían a sociedades imperiales y esclavistas (igual que la cervantina) y cuyos memoriales (uno a unos 200 metros del de Cervantes) salieron inmaculados, bien recordábamos que la reacción desde España ha sido al menos tan desaforada como el gigante Briareo (más de 20 artículos solo en el ABC), lo que indica un impulso imperialista latente. En fin, hubo de todos para todos. El vídeo completo del debate está en el sitio teatrero.com.
Este encuentro indica que la cultura del debate académico no está agonizante. Voces autorizadas de todo el espectro ideológico desde Chomsky a Vargas Llosa sugerían que el debate ha sido sustituido por una “cultura de la cancelación” o confrontación en la que las posiciones académicas han sido sustituidas por alegatos ideológicos. No sé si se puede hablar del desgaste de la cultura de la discrepancia en los ámbitos académicos (quizá sí, no tengo ni idea), pero desde luego en el mundo del cervantismo, en los ámbitos del hispanismo y en lo que tiene que ver con el legado de los siglos XVI y XVII que ostenta adjetivos como clásico, imperialista, áureo y colonialista, bárbaro y civilizador (señale el lector el que prefiera o todos a la vez), la cultura del debate no está “cancelada” sino vivita y coleando. Brindemos por ello, como hicimos hace unos días.
La conversación, como el vino, seguirá fluyendo en este u otros formatos. No puede, querido lector, ser de otra manera: la academia es convivio, y el convivio, vida. Él quería vernos “contentos” en la otra vida no lo hubiera querido de otro modo.