La magia de las noches estrelladas en la Ribera del Duero
Celeste Crianza, el vino celestial.
Las viñas de la bodega de Pago del Cielo, en Fompedraza (Valladolid), se sitúan a 895 metros de altitud, en las cotas más altas de la Ribera del Duero, donde las uvas y el cielo estrellado parecen establecer una mágica conexión.
Dicen que los mejores vinos no esconden secretos y que son un fiel reflejo del lugar del que proceden. Y en este privilegiado espacio castellano, de paisajes espectaculares y una climatología idónea, de sus cepas de Tempranillo se recogen los frutos con los que se elabora Celeste Crianza, un tinto de gran intensidad aromática, elaborado con mimo, que aúna la esencia de las noches estrelladas del lugar.
Precisamente fue la intensidad y el brillo de las estrellas en las noches de vendimia la inspiración a la hora de ponerle nombre y diseñar su etiqueta. Ésta reproduce de forma exacta la bóveda celeste en una noche de octubre, desde la ubicación exacta de la bodega Pago del Cielo —Latitud 41,54o Norte, Longitud 4,14o Oeste—, convertida en un perfecto observatorio astronómico.
Celeste Crianza es un vino monovarietal, elaborado con la variedad tempranillo —tinta fina—, envejecido durante 12 meses en barricas de roble francés y americano y otros 12 meses —como mínimo— en botella.
En su ficha de cata se describe con un color cereza oscuro, profundo y fascinante. En nariz, tiene un intenso aroma y concentrado de frutos negros —confitura de arándanos— con notas de higos maduros y un delicioso toque ahumado y mineral. En boca resulta un vino aterciopelado y sabroso, con un tanino noble y de fina trama. Su crianza en roble le aporta finas notas especiadas, a cacao amargo, y tostadas, a café torrefacto.
Con estas característica, este es un acompañante ideal para todo tipo de carnes a la brasa, chorizo y quesos maduros, y marida especialmente bien con cordero asado.