Castigados hasta la eternidad
Atlas, Aracne, Ticio, Prometeo o Ixión son algunos de los muchos que han sufrido la ira de los dioses del Olimpo.
Hace algún tiempo Kourtney Kardashian, la hermana de la popular Kim, publicó en las redes sociales su reflexiva teoría acerca de cómo se originó la pandemia del coronavirus. En su cuenta de Instagram vociferó a los cuatro vientos haciendo partícipe a sus miles de followers que el SARS-Cov2 es un agente biológico que responde a un premeditado castigo divino.
Una idea, la de la sanción celestial, conecta con algunos de los personajes de la mitología griega. Y es que los dioses helénicos, a pesar de no ser pioneros en esta materia, no se cansaron en castigarnos a los humanos con penas eternas. Si no que se lo digan a Ixión, el rey de Tesalia, el lujurioso monarca que intentó mantener relaciones sexuales con Hera, la esposa de Zeus.
El todopoderoso dios del Olimpo adivinó sus intenciones y transfiguró una nube llamada Néfele en un ser similar al de Hera. De aquella unión carnal nació Centaurus, el que sería el padre de los centauros.
Zeus, enajenado, decidió castigar la lujuria de Ixión y ordenó a Hermes que le atara las manos y los pies a una rueda alada y ardiente en donde rodaría toda la eternidad (del latín aeternitas, cualidad de no tener principio ni fin).
Cargado con la bóveda estelar
Una suerte similar corrió Sísifo, el rey de Éfira, nombre con el que se conocía a Corinto en la antigüedad. Este personaje fue condenado por escapar del infierno y engañar a Hades a llevar una enorme piedra hasta lo alto de una colina sin descanso alguno. Cuando Sísifo estaba a punto de alcanzar la cumbre, el peso de la roca le hacía retroceder obligándole a comenzar nuevamente.
El tormento del gigante Ticio fue mucho más doloroso si cabe. Tras intentar violar a Leto, la madre de Artemisa y Apolo, fue castigado a yacer con las extremidades atadas y estiradas, mientras un grupo de buitres se deleitaban picoteando su hígado. Un órgano que tiene la capacidad de regenerar, motivo por el cual el castigo nunca tendrá fin.
Este suplicio recuerda bastante al de Prometeo, el personaje que robó el fuego a los dioses para entregárselo a los hombres, y que fue condenado a que una pareja de águilas devorase su hígado día tras día.
Físico también fue el castigo de Atlas, el líder de los Titanes, que tras ser derrotado por los dioses olímpicos fue confinado a sostener la bóveda estelar sobre sus hombros en perpetuidad.
Ellas también…
Parece que los castigos eternos son cosa de varones, pero no, también hay mujeres mitológicas que sufren este suplicio. Si no que se lo digan a las cincuenta hijas del rey Dánao que tras asesinar a sus maridos están obligadas a echar agua en cántaros o tinajas con agujeros hasta que se llenen, lo cual, obviamente, nunca tendrá lugar.
Para ser fieles a la mitología no fueron castigadas las cincuenta hijas de Dánao, una se salvó, y es que la más pequeña –Hipermestra- se enamoró de Linceo, su marido, y se negó a asesinarle.
Quizás el castigo eterno femenino más conocido sea el de la joven Aracne, una destacada tejedora que no dudó en alardear de que sus tejidos eran más bellos que los de la mismísima Atenea. Esta diosa, herida en su más profunda vanidad, no dudó en transformar a la joven en una araña, para que, de esta forma, se entretuviera tejiendo hasta la eternidad.
La verdad es que los dioses griegos nos hacen viajar por un mundo verdaderamente fascinante, plagado de historias de amor, traiciones, incestos, batallas y… castigos eternos. Y es que el conocimiento de la cultura helénica es divertida y maravillosa a partes iguales, sino que se lo digan a Kourtney Kardashian, que de esto parece que sabe muchísimo.