Casado se pasa de frenada
ETA no existe. Se disolvió. Se acabó para siempre. Hace un año que anunció su desaparición como organización terrorista, el desmantelamiento de sus estructuras y el final de su trayectoria y actividad política. Lo hizo seis años y medio después de declarar el cese definitivo del terrorismo. Pero ahí sigue, en el centro del discurso político de una derecha montaraz que chilla como si aún existiera. Y su batería mediática le jalea como si la muerte, las bombas, los tiros en la nuca, el horror y el sufrimiento persistieran.
Pablo Casado ha vuelto por sus fueros al elevar el tono. Igual que hizo en la recta final de la campaña andaluza ha igualado al PSOE con la banda terrorista como si el socialismo no tuviera, igual que su partido, muertos a los que llorar y asesinados a los que honrar por su incondicional defensa de la libertad. Unos y otros estarán revolviéndose en su tumba durante esta campaña en la que vale todo. También decir que Pedro Sánchez prefiere “manos manchadas de sangre a manos pintadas del blanco”. Ahí es nada.
Cada cual es libre de diseñar su propia estrategia. ¡Solo faltaba! Pero además de ser dueño de su libreto, no debería olvidar las consecuencias de subir la apuesta hasta donde lo ha hecho ni que su propio partido negoció, como todos, con la banda terrorista incluso cuando aún existía. Que Bildu apoye hoy media docena de decretos del Gobierno no convierte a Sánchez en amigo de los terroristas, y mucho menos sitúa a la formación abertzale fuera del ordenamiento jurídico.
Si el partido de Otegi está hoy en las instituciones es porque el Estado de Derecho ganó a los terroristas, porque cumple con la Ley de Partidos y porque un día decidió hacer política en vez de empuñar las pistolas. Y si Casado duda al respecto que pregunte a uno de sus vicepresidentes por la “doctrina Maroto”, que no es otra más que la de “hablar entre todos” para llegar a acuerdos porque es “injusto decir que todo el mundo es de ETA” y porque “no me tiemblan las piernas para llegar a acuerdos con nadie”. Así pensaba en 2011 cuando era alcalde de Vitoria y se servía de los votos de Bildu para sacar adelante sus presupuestos.
El caso es que lo de la traición a España se ha quedado corto y ahora el líder del PP carga contra un Gobierno de “separatistas, golpistas y terroristas” y contra un presidente que “ha cruzado la verdadera línea roja al convalidar la violencia”. Y esto, claro, erigiéndose en líder del partido de “los moderados y los centristas”. Si la moderación y el centrismo eran esto no es extraño que en el PP algunos tiemblen y se lleven las manos a la cabeza con la senda por la que transita su presidente y que, dicho de paso, no es nueva en una derecha acostumbrada a usar como arma arrojadiza contra el adversario los asuntos de Estado como lo fue en su día el terrorismo.
El líder más ideológico que ha tenido el PP ha decidido arriesgar al todo o nada. Si suma con las otras dos derechas, aunque obtenga el peor resultado de la historia de sus siglas, gana. Si no es así, su partido le espera el 29-A, igual que él esperaba a Moreno Bonilla en Andalucía para montarle una gestora. De momento, le siguen y callan en público -que no en privado- ante una apuesta sin duda arriesgada. Y es que el otro PP, el que se creyó lo del viaje al centro, no cuestiona el aborto, estaría a favor de la eutanasia y no cree en un 155 “sine die”, aún existe. No se ha ido, solo permanece a la espera de ver qué pasa. Si Casado se estrella, habrá relevo.
Ni Fraga, ni Aznar en sus primeros tiempos ni desde luego Rajoy hicieron de la ideología el eje de su estrategia como hace ahora Casado, que la ha convertido en su único universo político. Y no sólo por su permanente exaltación, sino porque siempre ha creído que la política era eso, más allá de quienes le piden un análisis equilibrado y una campaña que no vaya a rebufo del populismo y la crispación que le ha marcado VOX.
Sólo el tiempo dirá si acierta con su estrategia o si, por el contrario, con su inflamado discurso lo único que hace es inflar el resultado de la ultraderecha. De momento, el exabrupto y la hipérbole no hacen más que incomodar a una parte de sus bases que no comulga con los extremos.
En política no vale todo. La verdad, el tono y las formas también cuentan. Y el duelo y los lamentos por los sondeos no debieran desempolvar un pasado tan doloroso para todos, mucho menos hacer como si ayer no se hubiera ido. Sólo hay dos motivos por el que los inseguros niegan el presente. Por miedo o porque el futuro les es incierto. Casado, que peca más de osado que de medroso, estaría entre los segundos, ya que en los últimos sondeos, el PSOE parece consolidar su amplia ventaja e incluso podría sumar mayoría absoluta con Podemos, PNV y Compromis sin necesidad de recurrir al apoyo del independentismo.