Carta de un cura de pueblo a Pablo Iglesias
“He elegido las cartas que aquí van para tantear el gusto del público, pero tengo en cartera muchas otras que podré publicar a continuación. Para esto pongo, sin embargo, una condición, y es que no se sepa quién soy. A partir del momento en que se llegara a saber mi nombre me callaría…” (Prefacio del autor, Cartas Persas, Montesquieu, 1721).
Haciendo limpieza en la bandeja de SPAM de mi correo electrónico me encontraba cuando hallé una carta en formato numérico de un castellano instruido en el noble arte de las letras que quería que se refiriesen a él como a “un cura de pueblo”. Parecióme de tal atrevimiento y acierto el contenido que pude leer en la misiva que decidí hacer uso de mi humilde contribución para divulgarla. He aquí desvelada en su integralidad la carta del cura de pueblo que dirige al primer camarada.
Querido Pablo Iglesias:
Soy un cura de pueblo que lleva tiempo conteniendo unas líneas sobre la deriva de Podemos en los últimos años, por no querer violentar la reflexión electoralista, pero que hoy quiere hablarte desde la gran decepción acumulada por las formas de tu partido hasta hoy. Si arriesgado es decir que Podemos surgió de los esfuerzos del 15-M, más ingenuo es pensar que ha representado al movimiento del “no nos representan”, si la irrupción en las europeas de 2014 provocó la dimisión del hoy fallecido Rubalcaba, y del propio rey, que debe su puesto a la traición del PSOE a la República, hoy es incontestable que Pedro Sánchez es el referente de toda la socialdemocracia en Europa, y que Felipe VI se encuentra tranquilo por el poco alcance que le queda a un partido que vino a asaltar los cielos.
¿Qué ha ocurrido? En 2014 se prometía cambiar el sistema y acabar con la casta, en 2015 el sistema era demasiado y ya solo importaba quitar al régimen surgido del 78; en 2016 el reto pasó a ser la superación del PSOE y capitanear a la izquierda, desde 2017 los motivos fueron echar al PP de las instituciones y unirse al PSOE para hacerlo y, en las últimas convocatorias, frenar a la ultraderecha, algo que el PSOE bien podía haber firmado. Como el cambio del PSOE de 1977 a 1989, Podemos envejeció su discurso, abarató sus aspiraciones, se convirtió en vieja política sin pasar por Moncloa y acabó mendigando al mismo PSOE que vino a superar un pequeño puesto de poder desde el que hacer un poco más de lo que va a hacer un PSOE que se niega a quitar la reforma laboral, exigir el rescate, cambiar el 135, cuestionar la monarquía, nacionalizar empresas estratégicas, intervenir la economía o frenar un solo desahucio. A todo ello ha ayudado el llevar a un militar favorable a la OTAN o a un guardia civil en las filas, lo que ha evitado el ridículo de decir “OTAN no, bases fuera” y luego retractarse, o ha impedido a la formación exigir explicaciones de los quince asesinados en el Tarajal a manos del grupo paramilitar policial.
Lo que era un partido asambleario y participativo dejó de ser una polifonía para convertirse en una única voz que debe ser repetida por todos sus integrantes; lo que comenzó pidiendo un cambio de sistema y luego se quedaba con un cambio de régimen, ha terminado aceptando al sistema y al régimen para contentarse con un poco más de las migajas que el poder da a las clases populares. Para tener a un PSOE ya teníamos al PSOE, para imitar a Izquierda Unida, ya teníamos a Izquierda Unida, y para promesas que no se cumplen, ya teníamos antes muchos partidos, sin necesidad de otro. El activismo y las calles en lucha dieron paso a los círculos, que dieron paso a los órganos de dirección, que terminaron en una suerte de activismo virtual basado en dar likes en Facebook y RT en Twitter a todo lo que dice el líder, incuestionable, una vez que se ha contradicho incluso a sí mismo con una casa que la gente común no se puede permitir. Ya sé que los obispos predican a un Jesús que exigía la pobreza para seguirlo, y lo hacen desde sus palacios episcopales, pero eso no cambia el motivo de mi misiva, solo explica por qué la iglesia hoy pierde adhesiones como ha perdido tu partido.
Una vez hagáis esos análisis técnicos los académicos de políticas, después de pelearos entre vosotros y demostrar más ansias electoralistas que de políticas reales, te percatarás de que con todas las alcaldías “del cambio” que se dieron en 2015, hoy solo queda Zamora (con un alcalde que siempre se opuso a Podemos), Valencia (con un partido que se separó de Unidos Podemos hace tiempo) y Cádiz (con un alcalde que se distanció de ti por tu falta de coherencia). Esto no se resuelve peleándote con quienes estás enfrentado, ni calculando una técnica publicitaria mejor, sino volviendo al 15-M, a lo concreto, a la vida de las personas que confiaron en ti y has defraudado.
Leí a uno de los hermanos Garzón (creo que fue a Alberto) que el mayor problema de la economía es que haya gente que muere de hambre. Haciéndolo propio, el mayor problema de España es la precariedad y la pobreza que ni el sistema ni el régimen van a solucionar, y tampoco lo hará un partido que prometa actuar en este régimen y con este sistema. En el Estado español hay paro, pero también trabajo mal pagado que no saca de la pobreza; hay precariedad en pensionistas, estudiantes y parados de larga duración, pero sobre todo hay hastío de la política partidista; un hastío que venciste y protagonizaste en solo cinco años, y eso fue posible porque asumiste las esperanzas de la gente y las usaste para llegar lo más lejos posible sin ellas, conociendo sus problemas a distancia y emplazando las soluciones a un futuro que no llega, pero que a la espera de su llegada te ha permitido prosperar. En este tiempo comenzamos a conocer los límites ecológicos del planeta, que no se superarán con una economía basada en el crecimiento como si las materias primas fuesen infinitas. Hemos asistido a una concienciación feminista que supera las olas anteriores, pero tu liderazgo, que ni siquiera se puede cuestionar por Alberto Garzón (mucho más valorado por los electores) menos se iba a eclipsar ofreciendo la secretaría general a una mujer como Teresa Rodríguez o Bescansa. Asistimos a una reducción del trabajo, con salarios disminuyendo al mismo ritmo que el empleo, pero la renta mínima pasó de ser el proyecto estrella de 2014 a desaparecer después, sin que una alternativa (como la redistribución del trabajo o la garantía de recursos a la gente) le sustituyera.
Cuando era joven me metí a cura porque creía que un mundo diferente era posible. Un mundo sin dinero, donde la gente sea dueña de su trabajo y se funcione cubriendo las necesidades humanas, y no las empresariales a base de consumismo. Un mundo donde toda persona tenga garantizada una vida digna, y no dependa de pactos electorales numéricos. No me importa qué teoría o lógica sea esa, si comunismo libertario, autogestión, ecosocialismo o utopía; lo que me importa es que hoy seas consciente de que ese mundo se aleja desde que un proyecto colectivo se hizo personal y táctico, se silenció a las bases y se ocupó de problemas burocráticos del régimen en lugar de crear alternativas desde la base. No se ha dado formación a los círculos, solo argumentario; no se ha dado voz a las bases, solo consignas; no se ha facilitado la vida a los pobres, solo se les ha emplazado a financiar campañas, con un dinero que bien podía haber sido empleado en crear espacios de autogestión, o en llevar formación a la clase trabajadora, que hoy se siente desafecta de un proyecto que ya no les incluye.
Perdona la dureza de mis palabras, que me arden dentro por la tristeza que me envuelve al echar la vista atrás. Hace cuatro años una mujer de avanzada edad, al salir de misa, me pedía que votara a Podemos, el domingo pasado fui yo a ella y me dijo que no le inspiraba nada de confianza. Esa mujer tiene un hijo en el paro, otro emigrado y una hija divorciada, confió en sentirse representada, en medio de noticias de las cloacas y matraca de Atresmedia ella confiaba en ti. Hoy, gracias a vuestras peleas, búsquedas electoralistas y juegos de tronos, vota asqueada a un PSOE que le representa tan poco como en 2011, pero alberga la esperanza de que vuelvan las calles a darnos un nuevo movimiento al que no ciegue el poder, que escuche a la gente más pobre (y a la no tan pobre también), y que, en lugar de representarles, les ayude a construir un mundo diferente y mejor. Si miras atrás en el tiempo sentirás lo mismo que ella, pensarás lo mismo que yo.