Carta a mi exnovio, que se va a casar
Tú me diste mi primer beso: cuando teníamos unos 12 años, jugando a verdad o atrevimiento. ¿Te lo había dicho alguna vez?
No estoy muy segura de cómo abordar este tema.
Pero así fue siempre nuestra relación, ¿no? Éramos la excepción; la pareja que no tenía sentido para nadie. Y, aun así... éramos la pareja que tenía todo el sentido del mundo. Funcionábamos y a la vez no funcionamos; éramos perfectos el uno para el otro, excepto en todas las cosas en las que no lo éramos.
¿Te acuerdas de todas las preguntas que te hacían tus amigos? Les descolocaba mucho que siguiéramos juntos. Y la forma en la que empezamos a salir. Es lógico que no lo entendieran. Mis amigos estaban en las mismas.
Tú me diste mi primer beso: cuando teníamos unos 12 años, jugando a verdad o atrevimiento. ¿Te lo había dicho alguna vez? Años después, cuando por fin empezamos a salir juntos oficialmente, me pasaba el día soñando despierta con que también me dieras mi último beso, con que envejeciéramos juntos. Pero nunca fue más que una ensoñación. Creo que, hasta cierto punto, ambos sabíamos que no estaríamos juntos toda la vida.
Éramos más que mejores amigos, pero no éramos Romeo y Julieta; éramos más que una pareja, pero no éramos almas gemelas. Estábamos destinados a salir juntos, pero no a pasar así el resto de nuestras vidas.
Fuiste mi mejor amigo durante mucho tiempo. Unos años antes de empezar a salir y durante unos años mientras salíamos. No todo el mundo se enamora de su mejor amigo del instituto. De hecho, no hay mucha gente que acabe saliendo con el chico que le gusta de su grupo de amigos. Son pocos los que llegan a experimentar lo que tuvimos.
Y, la mayoría de los días, me alegro de que tuviéramos esa suerte. Me alegro de las risas que compartimos y de los recuerdos. Me alegro de esa extraña temporada en la que me sentía como una adulta, pero seguía actuando como una niña, contigo de la mano. Me alegro de que entendiéramos la vida a nuestra manera, yendo al McDonalds a altas horas de la noche y viendo películas Disney en VHS. Me alegro de que nos tuviéramos el uno al otro durante un breve periodo de nuestras vidas.
Algunos días, me da un bajón cuando pienso en que salimos juntos. Me pregunto cómo podría ser nuestra amistad ahora si no hubiéramos cruzado esa línea. Me pregunto si mi mejor amigo del instituto seguiría siendo mi mejor amigo, si tendríamos una relación estrecha como la que teníamos antes o si nos habríamos distanciado de manera natural como le suele pasar a la gente. Me pregunto si me incluirías en los momentos especiales de tu vida actual —momentos en los que ahora sería incómodo que participara, por ser tu ex—, pero como amiga.
La vida es así.
También fuimos la excepción cuando rompimos. Yo siempre le decía a la gente: "¡No hay que ser amigo de un ex! Pero... yo soy amiga del mío". Éramos la excepción que confirma la regla. Éramos tan buenos amigos que no tenía sentido no mantener el contacto, de hecho, formábamos parte de la vida del otro hasta tal punto que no tenía sentido dejar de ser amigos.
Bromeabas sobre si iríamos a nuestras respectivas bodas. Pero ahora que estás organizando la tuya no espero que me llegue la invitación. Siempre seré tu amiga, pero también seré siempre tu ex. Siempre seremos esos tortolitos del instituto, a nuestra manera. Siempre seremos un referente de esa época para el otro. Y estoy aprendiendo que es normal no necesitar esas épocas pasadas en el presente.
Creo que ha llegado el momento de retirarme de tu vida, por nuestro bien; de dejar de aparecer en tus nuevas anécdotas para formar parte únicamente de las pasadas. Espero que te sigan quedando buenos recuerdos de mí. Espero que nuestra relación —tanto nuestra amistad como el romance— te siga haciendo sonreír.
Has sido mi mejor amigo durante mucho tiempo, y precisamente por eso se me hace raro saber que nunca volveremos a mantener una relación estrecha. Aunque hace tanto tiempo que ya no manteníamos una relación estrecha que me resulta raro que me resulte raro. Y a pesar de que una pequeña parte de mí está de luto por esta pérdida reciente, con este paso me alejo de ti. Y pongo un punto final.
Pero en general me alegro mucho por ti. De verdad. Eso tampoco es muy normal, ¿no? No estoy segura del protocolo que hay que seguir cuando tu ex se compromete, pero, a juzgar por lo que me han enseñado las redes sociales y las comedias románticas, se supone que tendría que caer en una espiral de desesperación. Se supone que debería estar tirándome de los pelos —yo, soltera; mi ex, comprometido—, dudando de todas las decisiones que he tomado en mi vida y acabándome una botella de vino y una tarrina de helado de medio litro.
Pero no es mi caso. Sonrío cuando pienso en que acabamos cada uno en una punta del mundo; algo que ni nos habríamos imaginado cuando nos graduamos en el instituto. Sonrío cuando pienso a dónde me ha llevado la vida. Y me encanta. Espero que a ti también te encante tu vida. Sonrío cuando pienso en que conociste a alguien especial y te enamoraste. Espero que sea una mujer maravillosa. Seguro que lo es.
¿En esto consiste madurar? Nunca supimos cómo hacerlo. Desde las fiestas en la piscina y el baile de graduación del instituto hasta la elección de las asignaturas de la universidad y de los objetivos de la vida en general, siempre nos resultó un poco ajeno todo eso de madurar, ¿no? Dimos lo mejor de nosotros. Y creo que acabamos bien.
Teníamos algo especial, ¿verdad? Me gusta pensar que sí. Creo que el hecho de que me pueda alegrar por ti también forma parte de ese algo especial. Me alegro por ti y por tu futura mujer. Me alegro por ti y por tu nueva vida.
No estoy muy segura de lo que se hace en estas situaciones.
No estoy segura de si lo estoy haciendo bien.
(Es muy probable que no sea del todo normal hacerlo público por internet, lo sé. Pero... ¿cuándo hemos sido normales?)
Así que, a mi exnovio, por su compromiso:
Espero que los mejores días de tu vida estén por llegar.
Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense del 'HuffPost' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero.