Carmen Maura: "Pedro me dijo ‘Te tendrías que operar un poquito’ y le dije ‘Opérate tú"
Dentro del rodaje de 'Mi otro Jon' junto a ella, Aitana Sánchez-Gijón y el director Paco Arango.
Pasan unos minutos de la una de la tarde y el sol cae a plomo sobre un polígono de las afueras de Madrid, en el que no se ve un alma salvo en una nave industrial medio escondida en una callejuela. Allí, en la entrada, todo es actividad —camiones, furgonas, gente que va de un lado para otro—, mientras que en un pasillo, apartadas del bullicio, Carmen Maura y Aitana Sánchez-Gijón comparten confidencias junto a la puerta de vestuario antes de que las convoquen para pasar texto, una lectura de guión de una escena de Mi otro Jon, película que se está rodando entre la capital y La Palma.
Minutos después, en un círculo de sillas plegables, recitan sus líneas junto a Olivia Molina, Fernando Albizu y Enrique Villén, mientras el director, Paco Arango les da algunas indicaciones. La risa les interrumpe a cada poco y no es para menos: lo que les toca ese día es rodar el momento en el que una peculiar científica (Sánchez-Gijón) y su socio le cuentan a una mujer que acaba de saber que le quedan unos días de vida (Maura) que puede alquilar un cuerpo ajeno y vivir en él durante tres días para cumplir sus sueños. Visto así, parece todo un drama; la comedia viene al saber que el único disponible es el de un camionero vasco.
“Me han preguntado si lo haría yo en mi vida y no, no lo haría nunca”, asegura Maura a un reducido grupo de periodistas en una pausa del rodaje, entre cables, cámaras y un laboratorio futurista de tres salas construido con todo lujo de detalles. Confiesa que lo que más la impresionó fue la primera escena, cuando le dan el diagnóstico a su personaje y eso le hizo pensar sobre ella misma: “Quieras que no, tienes que pensar en ello y ¡mmmm! [gesto de rechazo]... Sé que es un juego todo y que no es verdad, pero para creerte un personaje lo tienes que pensar. Es curioso porque me hizo mella. Tomé algunas decisiones que no habría tomado, a lo mejor”. Cuáles no lo desvela por ser “demasiado personales”.
“Todo surgió porque mi madre, la pobrecita con 89 años ya le dolía todo”, explica Arango antes de rodar una secuencia. “Era muy repetitiva y me decía todos los días que quería que se la llevase el Señor. Un día le dije ‘Mira, mamá, he llamado a un sitio donde te alquilan un cuerpo tres días, te corres una juerga y te he puesto en lista de espera, porque ahora mismo solo quedan camioneros vascos’ (ella era de Bilbao) y se moría de la risa. Hace dos meses me dejó, lo que hace todo esto mucho más especial”, señala el director.
Aunque la cinta aborde la muerte, lo hace con el característico toque de humor del cineasta hispanomexicano: “En el laboratorio hay un círculo verde que es un avatar, pero va a ser la cara de mi madre, como un robot. Se llamaba Maite, así que va a ser ‘¡Hola, Maite!’ en vez de ’¡Hola, Siri!”.
“Está siempre jugando en las aguas de lo melodramático y la comedia y cuando la cosa se va a poner demasiado dulzona o lacrimógena, te mete un gag y lo corta de cuajo y viceversa”, resume Aitana Sánchez-Gijón, que atiende a la prensa en otro corrillo, ataviada con la bata blanca de su personaje. “Para poder hacer eso con un buen equilibrio hay que tener un don”, alaba.
Para ella es su tercer día de rodaje con su papel de “científica genialoide” que entiende como “una mezcla entre el hada madrina de Cenicienta y el Sheldon de The Big Bang Theory”. Para ella, encontrar ese punto intermedio, pese a que tiene algunas comedias en su curriculum como Bajarse al moro o Boca a boca, está siendo “un reto”: “La comedia me resulta un terreno más resbaladizo, en el que me siento menos segura precisamente porque he hecho menos y porque no me considero una actriz con una vis cómica natural”. Esa es su sensación, que no comparte Carmen Maura, quien confiesa que tiene que aguantarse la risa con su compañera de tanta gracia que le hace.
Curiosamente, pese a ser dos de las actrices más veteranas y asentadas del cine español, ésta es la primera ocasión en la que trabajan juntas. “Nos conocíamos, nos caíamos muy bien y es un disfrute porque [Carmen] sigue teniendo el alma de una niña curiosa y que tiene la capacidad de asombro y de juego intacta”, afirma Sánchez-Gijón.
Maura celebra ser una “viejecita sin operar” y “con sentido del humor”, motivos por los cuales no ha dejado de recibir “papeles muy bonitos”, como éste o su próximo reto, la serie —pese a que le dan “pereza”— La tierra de las mujeres, junto a Eva Longoria.
Sobre esa presión estética, recuerda: “Cuando íbamos a hacer Mujeres, Pedro me dijo ‘Te tendrías que operar un poquito’ y le dije ‘Opérate tú’. No he tenido nunca tentación porque mira: brazo roto, operación; tobillo roto, dos operaciones; matriz, dos operaciones. O sea que no, que ya tengo bastante”. O cuando un célebre cirujano le dijo en un estreno que podía quedar fenomenal, pero le contestó que no le apetecía.
“Pienso que dentro de 20 años se hablará de todo eso como ‘fíjate, hace 20 años la gente se cambiaba la cara a los 30 años’. O 20 años, porque ahora las niñas empiezan a hacérselo muy jovencitas. Es una especie de esclavitud, porque como empieces no acabas”, reflexiona. “Mis hijos me dicen ‘¡No sabes cómo te agradecemos que no te hayas hecho nunca operaciones de esas!’, añade Maura, de 76 años.
Por otro lado, Aitana Sánchez-Gijón, de 53, reivindica la necesidad de papeles femeninos “no como satélites, sino como protagonistas de la vida” y a “cualquier edad”: “Es más, a mayor edad, más cosas que contar”.
“A mí en cine me dejó de sonar el teléfono durante muchos años o sonaba esporádicamente. Afortunadamente, he tenido una carrera teatral absolutamente privilegiada y series como Velvet o Estoy vivo. No he dejado de trabajar nunca, pero en cine sí noté ese vacío muchos años”, lamenta.
Beneficios para niños con cáncer y La Palma y Ana Obregón al rescate
Ambas coinciden en su buena sintonía y entendimiento con Arango, además de en elogiar cómo ha enfocado la muerte en la película. Para Sánchez-Gijón es “admirable” la manera en la que afronta el tema, pese a que la sociedad “vive de espaldas” a ello, “y su capacidad para despedir incluso con alegría a la gente que se va y acompañar a los vivos de una manera reconfortante”.
No en vano Arango, presidente de la Fundación Aladina, lleva 21 años trabajando con niños con cáncer —en los últimos meses han logrado traer 102 menores ucranianos para que reciban tratamiento—, quienes le han enseñado “a que hay que ser feliz y tratar tu vida como algo muy especial y único”.
“Me llamaban loco y he probado que tiene que haber más locos como yo. A día de hoy, mis películas [entre las que se encuentran títulos como Maktub] han generado más de siete millones de euros para niños”, defiende el cineasta, cuyas películas siempre tienen un fin solidario.
Los beneficios de esta cinta —cuyo presupuesto es de unos 4,5 millones de euros y que da trabajo a unas 120 personas—, se destinarán “al 100%” para niños con cáncer y a ayudar a personas afectadas por la erupción de hace casi un año en la isla de la Palma. “Rodamos allí porque quiero concienciar a la gente de que aunque el volcán se fue, eso no ha terminado, apunta Arango. De hecho, los primeros 250.000 euros recaudados irán destinados a oncología pediátrica en el Hospital de Las Palmas.
Precisamente el apoyo a esta causa también permitió que Ana Obregón participara en la cinta. Una cancelación en una localización muy importante obligó a Arango tener que reescribir una escena “con la suerte de que que salió algo mejor” con ella y con Macarena Gómez. “Ana y yo somos muy amigos, le conté lo que había pasado y decidió romper su luto por la causa. Ha sido un encuentro maravilloso y su escena es verdaderamente delirante”, asegura el cineasta.
No es el único contratiempo del rodaje, puesto que Rossy de Palma tuvo que dejar la película al principio —iba a interpretar el papel de la científica— y el propio Arango sufrió un cólico nefrítico. “Me operaron el sábado y aquí estoy”, cuenta sin darle mayor importancia. Nadie lo diría viéndole moverse con agilidad por el set tan solo tres días después.
El ‘drama’ de las salas vacías
Qué mejor que un rodaje y grandes nombres del cine español para hablar también sobre la profesión y el presente y el futuro de la industria. “Nunca pensé que yo iba a ser actriz de cine”, asegura Carmen Maura, ganadora de cuatro Goyas. Tampoco ha tenido nunca “sensación de lo que se llama ’carrera”. “Ahora hago lo que me da la gana”, sentencia la actriz, que señala que curiosamente ahora le llegan muchos proyectos donde elegir, y hace lo que más le divierte: “Lo que quiero es pasármelo bien y lo que sí tengo es la sensación de que no tengo que ganar ningún punto de nada, ni ningún premio de nada, ni ningún homenaje de nada, ni ningún nada”.
“Aparte, como nunca quise llegar a ningún lado... Esa es otra cosa que aconsejo a los que empiezan: no te plantees ni Oscar, ni Hollywood. Plantéate hacerlo bien cada vez y tener confianza en tu ángel de la guarda. Esto depende tanto de la suerte... es una de las cosas más duras de esta profesión”, opina Maura.
Para Sánchez-Gijón, cuyos siguientes proyectos serán una película con Malena Alterio y un audiolibro, la industria española está en un buen momento “en las series, sobre todo”: “En el cine tiene más dificultades cada vez porque su ventana natural que son las salas está perdiendo espectadores a pasos agigantados. El formato del cine está sufriendo porque acabaremos viendo las películas en otros soportes y es un momento muy raro para las películas”.
“La gente al cine no va”, apostilla Maura por su lado. “Estaba yendo poco pero el covid lo ha asesinado, porque la gente se ha acostumbrado mucho a quedarse en casa y se une a que no tiene mucho dinero. Los cines están vacíos, el único que llena es Santiago Segura”, agrega.
“A mí Santiago Segura me cae genial. A veces está triste porque no le dan premios, pero digo ‘Es tonto’... yo siempre digo que tenemos que dar un Goya a la película más taquillera, que es una cosa que se debe valorar porque tiene mucho mérito”, prosigue. “Siempre se lo digo, tenemos que hacer un Goya a la más taquillera, aunque no lo haya en los Oscar ni en ningún otro sitio. Es muy importante que una película dé dinero. ¿Qué quiere decir? Que la gente va y que la gente se divierte y que le quedan ganas de volver otro día al cine”.