Decodificando a Carmen Calvo
8-M: cómo es la mujer más poderosa del Gobierno
“Soy feminista desde que tengo uso de razón”. Esto siempre afirma Carmen Calvo. Desde niña se dio cuenta de las diferencias en la sociedad entre hombres y mujeres en su pueblo de Cabra (Córdoba), aunque su padre era muy respetuoso y avanzado para la época. Ella, de hecho, utilizaba su DNI cuando tenía 16 años para mandar artículos a la prensa defendiendo la igualdad. Todo eso le marcó, como ver a otras niñas, las becadas, entrando por una puerta diferente del colegio. Desde entonces la palabra que siempre ha tenido entre ceja y ceja ha sido igualdad.
Calvo es hoy la mujer más poderosa del Gobierno de coalición, la ‘número dos’ del Ejecutivo que se proclama como el más progresista de la historia. Una pieza fundamental para Pedro Sánchez, a la que alaban en la parte socialista por el papel tan complicado que tiene que desempeñar y en la que se centran sus socios de Unidas Podemos para atacarla por “bloqueos” de leyes como la trans o la LGTBi.
Llegó a la Vicepresidencia Primera en el primer Gobierno de Pedro Sánchez tras la moción de censura. Se había labrado la máxima confianza del líder del PSOE desde las cainitas primarias en las que ganaron a Susana Díaz. Desde aquel duelo interno fue pieza clave en temas como igualdad y la crisis territorial en Cataluña, siendo designada por Ferraz para la interlocución con Soraya Sáenz de Santamaría para pactar el 155 en Cataluña.
Calvo volvía en ese congreso extraordinario a la primera línea política tras estar alejada algunos años en su refugio universitario -es profesora de Derecho Constitucional en Córdoba-. Ella llegaría, como ha confesado, al socialismo precisamente a través del feminismo. Su primer gran cargo fue el consejera de Cultura de la Junta de Andalucía, bajo las órdenes de Manuel Chaves. De aquella época se recuerda en el sur la creación del Museo Picasso en Málaga y su enemistad con Magdalena Álvarez. El expresidente de la Junta precisamente se la recomendaría luego a José Luis Rodríguez Zapatero para el Ministerio de Cultura, durante una convulsa primera legislatura en la que tuvo que bregar con los ‘papeles de Salamanca’ y los ataques “dixit” de sus rivales.
Es una mujer “muy progresista, muy de izquierdas y muy feminista”, como resaltan varias fuentes socialistas consultadas. Pero en la carrera política entraría como independiente, y no se afiliaría al partido hasta años después. De hecho, es ahora cuando tiene más responsabilidades orgánicas -es la secretaria de Igualdad en la Ejecutiva de Pedro Sánchez-. Y fue uno de los pilares en esa victoria contra Susana Díaz, con la que se había enfrentado ya años antes y al “griñanismo” cuando colocaron por Córdoba en la lista a Rosa Aguilar, ex alcaldesa de IU de la ciudad y una de sus grandes rivales políticas durante años en la provincia. Ella se negaría por principios a compartir papeleta en 2011.
Aunque algunas lenguas siempre traten de distanciarla con el actual presidente, ella cuenta con toda la confianza de Sánchez. Sólo hay que fijarse en un hecho: es la interlocutora directa de Moncloa con el Palacio de la Zarzuela en estos convulsos tiempos de escándalos en la casa real. Además, el presidente le encargó llevar las relaciones con el otro gran poder, el Vaticano.
Pero con la coalición algo sí perdió: el Ministerio de Igualdad. Se lo arrebata Unidas Podemos, con los que había negociado meses antes para las investiduras fallidas. Los ‘morados’ siempre la ha acusado de querer torpedear un Gobierno bicolor e, incluso, de ‘olvidarse’ de ofrecer Igualdad durante aquellas primeras reuniones. Finalmente la competencia recaería en Irene Montero y Sánchez le daría a Calvo una nueva asignación en su Vicepresidencia: la memoria democrática.
La relación entre la Vicepresidencia Primera e Igualdad está llena de tensiones desde el primer día. De hecho, los de Montero ya acusaron en las primeras semanas a Calvo y al ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, de retrasar la ley del ‘sí es sí’. Ahora, fuentes de Igualdad señalan que también está aplazando las leyes trans y LGTBi, dos de las normas pactadas por el PSOE y Unidas Podemos.
Según fuentes del Ministerio de Irene Montero, hubo una reunión en enero entre la ministra y la vicepresidenta para analizar los dos textos y quedaron que verían pronto la luz. Pero ninguno de los dos ha pasado todavía por el Consejo de Ministros. En UP señalan la muralla que supone que Calvo esté al frente de la Comisión de secretarios de Estado y de subsecretarios, el órgano que prepara el orden del día del Consejo y que es clave en las sombras del poder.
En La Moncloa, según fuentes de la Vicepresidencia Primera, se niega esa supuesta obstrucción: “Para nada”. Explican en el entorno de Calvo que todas las leyes pasan el mismo filtro y que se busca la calidad normativa y la seguridad jurídica. “No hay colores ni ministerios”, añaden. Fuentes de Igualdad resaltan que hay “más cosas en común” entre Montero y Calvo de lo que se dice, pero que Calvo frena por el “debate interno” no resuelto dentro del PSOE por la asignación de género. En UP sostienen que ganarán la batalla frente a la transfobia.
Para muchos en el PSOE el papel que tiene Calvo sirve también de dique de contención ante las intenciones de Unidas Podemos. Un compañero de la Ejecutiva socialista hace esta reflexión: “Carmen es una persona con una capacidad extraordinaria, inagotable. Esa es una fortaleza, pero a veces una debilidad política. Vas acaparando y la situación te puede desgastar”. “Es muy generosa, en este Gobierno está siendo rompeolas de algunas cosas. Es de convicciones muy fuertes, tiene opinión de todos los temas”, argumenta. Por eso, ve “normal” las críticas de Unidas Podemos: “Ella defiende el proyecto y no rehuye el choque cuando es necesario. Hay gente que se esconde, ella nunca. Su tarea es bastante ingrata”. Para añadir: “En ocasiones le convendría desde su propio interés político ser más flexible o no dar alguna batalla, pero va a pecho descubierto, es honesta. Lo curioso es que pedimos políticos honestos, que defiendan sus posiciones, y cuando lo hacen, pues resulta que los ven como inflexibles. Ella es imprescindible en el Gobierno”.
La Moncloa es ese gran escenario en el que pocos entran y del que se escribe mucho. Ella está desde primerísima hora levantada y trabajando, sus colaboradores dan fe. Siempre se habla de la tensión que hay supuestamente entre ella y el jefe de gabinete, Iván Redondo, en ese día a día. Pero también son tajantes en el entorno de Calvo y dicen: “Eso es una leyenda urbana”. Los dos son objeto de cacería precisamente por parte del PP durante estas semanas por el informe del Consejo de Estado sobre los fondos europeos.
Un año volcada en la lucha contra la pandemia, ella se contagió también y tuvo que ser ingresada en el hospital: “Lo he pasado muy mal, he sentido miedo”, confesó en TVE. En el horizonte legislativo al que se enfrenta ahora, desde su departamento se trabaja en una ley que consideran esencial: la de memoria democrática, con la ayuda de Fernando Martínez. Esperan “pronto” su aprobación final en el Consejo de Ministros, aunque no quieren dar una fecha concreta, con la idea de que pueda empezar su tramitación en las Cortes durante este periodo de sesiones. Su nombre hasta sonado estas horas para liderar el PSOE andaluz al estilo del ‘efecto Illa’, pero también se niegan desde su entorno este movimiento.
Un día a día sin parar, dedicando a la cultura los pocos ratos libres que tiene. Es una devoradora de libros, con predilección por la poesía. Se ha escapado algún día al cine y al teatro. Y siempre con música en la cabeza, con una vena muy, muy rockera (a tope Metallica). Pero también disfruta con una buena pieza clásica o con el flamenco. Además, es muy conocida su afición por la tauromaquia.
Le encanta escaparse también a Cabra, como cuenta un buen amigo socialista de la vicepresidenta desde hace décadas. “Siempre ha sido feminista, desde que la conozco, implicada en la lucha desde la universidad. Es tenaz y persistente”, añade, para hacer la metáfora de que ella suena como la canción ‘Demasiado corazón’ de Willy DeVille. Para explicar: “Es capaz de hacer equipo, pero suele liderarlo ella, tiene madera. Es carismática y es camaleónica, se adapta en el barrio y en un grupo de intelectuales”. ¿Y su debilidad? Contesta: “Que no sabe poner fin cuando está hablando, se lo echa mucha gente en cara”.
Carmen Calvo, la niña feminista que llegó a ser vicepresidenta del Gobierno celebra un 8-M completamente diferente, sin poder manifestarse en la calle como el año anterior. Y con la palabras igualdad y feminismo siempre por delante. Hasta en las camisetas durante las noches electorales.