Carlos Saura: "La gente que no está educada no va a valorar nunca la Cultura"
El cineasta estrena 'El rey de todo el mundo' y habla sobre plataformas, censura, populismos y el miedo que tiene a la guerra.
A estas alturas, cualquiera puede hablar de Carlos Saura como ‘el maestro Carlos Saura’. El cineasta, de 89 años, no es capaz de estar sin hacer nada, ya sea pintar, escribir o fotografiar, aunque el cine, dice, es el arte total. Su último largometraje, el musical El rey de todo el mundo, se ha estrenado este viernes.
El artista da nombre al ‘mito Saura’, desde que su firma cobró más peso internacional que nunca con La prima Angélica (1973), galardonada con el Premio Especial del Jurado en Cannes y Cría cuervos (1975), que logró el mismo reconocimiento. Pero el aragonés no permite que se le hable de usted. “Tutéame”, insiste.
Con una filmografía compuesta por 49 películas, y con una más en camino para 2022, —entre las que destacan El jardín de las delicias, ¡Ay, Carmela! o Salomé—, su amor por el género musical es incuestionable y sus premios, incontables.
No oculta cómo le irrita que se vea el cine en pantalla pequeña o que las cadenas en abierto corten las películas con minutos eternos de publicidad, al tiempo que recuerda la crudeza de trabajar en época de censura y el miedo a que estalle otra guerra. “Siempre es por lo mismo, por el auge del populismo y los extremismos”, explica en esta entrevista con El HuffPost.
¿Cómo estás?
Vivo (ríe).
¿De dónde viene este idilio con los musicales? ¿Piensas, como uno de los personajes de esta película, que los musicales cantados son un espanto?
No, pero no me gustan los musicales americanos, y fíjate que West Side Story es una maravilla, pero me molesta cuando se cuenta la historia cantándola dentro de la película. En cambio, me encantan los romances cantados. Por ejemplo, en México hay canciones preciosas que cuentan la historia de una persona a la que han fusilado, también en Argentina. Me gusta eso, pero cuando se cuenta la historia a través de las canciones me molesta, aunque tampoco te puede decir que lo odie.
Se hace también una mención a la telenovela en este largometraje lleno de actores latinoamericanos. ¿En España seguimos con ese cliché de que ellos solo saben hacer telenovelas?
Es verdad que se piensa, pero no es cierto. Hay actores estupendos en Latinoamérica, no sé por qué sigue existiendo esa idea, especialmente con México. De hecho, también hay muchos actores españoles trabajando allí. Yo estoy en contra de las telenovelas, son muy evidentes, muy simples, facilonas... Habrá otras más complicadas, aunque no conozco ese mundo bien.
Se apuesta mucho por la danza en El rey de todo el mundo. ¿Cree que en España los bailarines son casi invisibles cuando hablamos de reivindicaciones culturales, que automáticamente se piensa en el cine, en el ‘actor puro y duro’?
Tanto en teatro como en ópera a veces son actores estupendos, también los bailarines. Yo he trabajado mucho sobre el flamenco y ahora mismo está en un punto álgido. Creo que se ha progresado muchísimo, desde que empecé a trabajar con el flamenco hasta ahora se ha ganado mucho terreno. Ahora, si están protegidos o no, no lo sé.
Dices que en esta película se cuenta algo y en el resto de tus musicales, no.
Verás, he hecho musicales de dos tipos, con historia y sin ella. He hecho mucho de los segundos: con flamenco o fados, por ejemplo. Son una especie de películas organizadas a través de números musicales muy estudiados y a veces muy creativos. Nunca se ha bailado el fado, y yo he tratado de que se haga. He aportado algo. Y en el flamenco he tenido asesores maravillosos, porque yo soy un ignorante, en el fondo no conozco tanto de flamenco como la gente cree. La gente piensa que soy un experto en flamenco o fados; no soy ningún experto, pero me rodeo de gente que sabe muchísimo más que yo. También es cierto que tengo un oído estupendo y selecciono cosas que me gustan a mí. Todos los que están ahí los he seleccionado porque son los que me gustan.
No es la primera vez que vemos en tus películas a un personaje en silla de ruedas, pero en El jardín de las delicias era una referencia a la parálisis mental. ¿Qué sugiere en esta película?
Era un pretexto estupendo, obligar a una bailarina maravillosa a sentarse en una silla de ruedas. Ofrecía muchas más posibilidades, también por parte de ella, me pareció que estaba muy bien, y la base de toda la historia finalmente es un accidente de coche.
Me gustaría que me hablarás de la función de las plataformas hoy en día. Sé que te parece una aberración ver una película en un móvil.
No es una aberración, es un insulto a nuestro trabajo. Eso y que te corten una película en las cadenas privadas con publicidad. Ocho minutos que te parten la película por la mitad. Paso a otro canal. Me parece monstruoso. Y desde luego ver a alguien ver una película en un móvil, como veo en el tren o en el autobús... Todavía en una tablet, lo soporto. Es una ridiculez. Este tipo de películas hay que verlas en un cine porque si no pierdes todo. Hay otras películas que son más argumentales, pero el espectáculo musical hay que verlo en una gran pantalla, si no se devalúa.
Es imposible tenerte delante y no preguntarte cómo fue trabajar con la censura y cómo afectó la Guerra Civil al cine.
Fueron unos años muy duros, pero poco a poco se fue abriendo la cosa y cuando murió Franco vino de alguna forma la liberación. Cuando se murió Franco se escucharon muchas botellas de champán o de vino, explotaban en las casas de la gente que pensaba que ya era hora de renovar el país. El país ha cambiado muchísimo, pero está un poco desorientado. El problema, lo que más me preocupa a mí, es la Cultura y, en contra de lo que parezca, viene de la educación, porque si no, no hay cultura que valga. La gente que no está educada no va a valorar nunca la cultura: los pintores que tenemos, los escritores que tenemos o los cineastas que tenemos. Imposible. Y tampoco se fomenta. Hago una reflexión: cuando voy al extranjero —y he viajado por todo el mundo— y pregunto a la gente qué es España me dicen ‘el Barcelona y el Real Madrid’, que en España se come muy bien y que la gente es muy amable. Todos conocemos a Cervantes, a Picasso, a Gaudí, a Goya, a Velázquez... lo que queda es eso, los elementos culturales que hemos dejado. Todo lo demás se olvida, y pasa con todos los países. La trama política, todo lo que ha sucedido, hasta las guerras civiles también se olvidan.
Y habiendo vivido esos tiempos, has dicho públicamente que tienes miedo a que pudiese haber otra guerra. ¿Es por el auge de los extremismos?
Siempre es por lo mismo, por el auge del populismo y los extremismos. En el fondo es fascismo, controlar una masa es mucho más fácil de lo que parece, y de hecho si no no habrían existido Mussolini, Hitler y otros grandes dictadores, como Trujillo. Es relativamente fácil: con promesas o halagos se puede conseguir muchísimo. Claro, hay que valer para eso.
¿Por qué alguien como tú no quiere ver sus películas acabadas?
Me hubiera gustado acabar mi película y desaparecer del mapa, no volverla a ver nunca más. Una vez que ves la primera copia, ¿para qué verla más veces?