Cañada Real, la oscuridad del vecindario que deja en evidencia a Ayuso
Isabel Díaz Ayuso rechaza las medidas de ahorro energético mientras en la Cañada Real siguen los cortes de luz que "vulneran" los derechos fundamentales de los vecinos, según las asociaciones.
Apagar monumentos y escaparates “espanta al turismo y al consumo”, según Isabel Díaz Ayuso. La presidenta de la Comunidad de Madrid, presta siempre adoptar la pose de rebeldía frente al Gobierno de Pedro Sánchez, no se ha acordado en esta última ocasión de un vecindario de la región que ella gobierna en el que llevan más de dos años sin luz y donde creen que el último planteamiento de la responsable popular se ve como un ejercicio de cinismo.
Las asociaciones denuncian que la falta de electricidad vulnera los derechos humanos de las 6.000 personas (de las que el 40% son niñas y niños) que en la Cañada Real llevan casi 700 días con cortes de luz intermitentes y permanentes, y reclaman una solución inmediata para restaurar los derechos fundamentales de estos ciudadanos.
La iniciativa criticada por Ayuso se enmarca en las medidas de ahorro energético aprobadas en el Consejo de Ministros esta semana y que se enfocan en paliar las consecuencias de la crisis energética provocada por la guerra de Ucrania. Aún no se sabe si las zonas turísticas y comerciales de la capital apagarán sus luces, pero la realidad es que la Cañada sí está a oscuras.
El suministro de luz dejó de llegar el 2 de octubre de 2020. Y hasta ahora. María López de la Usada es jurista, forma parte del grupo de coordinación de la Plataforma Luz Ya y es representante de la Asociación de Mujeres Juezas de España. “Tampoco nos sorprenden [las declaraciones de Ayuso], la política de la Comunidad de Madrid está instalada en el negacionismo: niegan que haya pobreza, niega que haya cortes de luz...”.
Desde la empresa encargada del suministro, Naturgy, han declarado a El HuffPost vía correo electrónico que “la compañía nunca ha cortado el suministro eléctrico”. Y técnicamente no es un corte, ya que lo que hizo la compañía fue instalar unos limitadores de potencia con un rango muy bajo que hacen que el suministro se tope enseguida. Pero la realidad es otra cosa. “No les gusta escuchar la palabra ‘corte’, pero en la práctica es lo que es: le das al interruptor y la luz no llega”, concluye López de la Usada.
¿Cómo sobrellevan el calor los vecinos?
A las 9:30 de este jueves, en la parada de metro de Rivas-Urbanizaciones, el termómetro ya marcaba 25 grados. Ahí estaba Miguel Martín Nomvela (Toledo, 70 años), vecino del sector V de la Cañada desde 1996.
Ese sector se puede considerar afortunado, ya que Naturgy les restituyó un tercio de la potencia que les llegaba y con eso los vecinos se han autogestionado para poder tirar en el día a día. Muchos de ellos, como Miguel, también han instalado placas solares. “6.500 euros me he gastado de mi bolsillo”, cuenta este hombre que cotizó durante 32 años como tapicero.
En el sector VI, sin embargo, el corte es total. Y se deja notar en la salud de los vecinos de una manera devastadoras tanto en verano como en invierno, según recoge un estudio de campo realizado por la Plataforma Luz Ya. “Infecciones respiratorias e intoxicaciones por monóxido de carbono en invierno, intoxicaciones alimentarias por no poder conservar lo alimentos en verano, problemas vasculares, circulatorios...”, López de la Usada enumera una lista de dolencias que parece no tener fin.
El peso de los cuidados, que afecta sobre todo a las mujeres, también se ha incrementado considerablemente. “Las tareas del hogar y el cuidado de otras personas se han vuelto más difíciles debido a las temperaturas extremas”, cuenta López de la Usada. También se dan casos de mujeres embarazadas con más dificultades para sobrellevar su estado de gestación y problemas de lactancia.
La población de la Cañada está instalada en un estado de resistencia. “Son personas acostumbradas a soportar altos niveles de abandono y deterioro, cosas que nos parecen insufribles ellos ya se han acostumbrado a sobrellevarlas”, explica López. Miguel, el vecino, lo corrobora: “El cuerpo se termina haciendo”. Aguantar, aguantar y aguantar.
Buena convivencia interna, estigma desde fuera
Miguel conoce la Cañada como la palma de su mano, sabe quién vive en cada lugar, cuánto lleva cada casa y la historia de cada parcela. Mientras camina sobre el asfalto que cubre esta vía pecuaria, saluda a una vecina de edad avanzada que camina rápido bajo el sol de las 10 de la mañana (27 grados centígrados), ayudada de un bastón.
—¿Qué tal, cómo estamos?
—Bueno, aquí estamos...
″¡Haciendo lo que se puede!”, añade ella unos segundos después sin detener su marcha. Un poco más adelante, otra vecina, Carolina, también de edad avanzada. ”¿Qué Miguel, nos desalojan ya?”, pregunta medio en broma, medio en serio. “El desalojo ya no lo vamos a ver ni tu ni yo, Carolina”, comenta Miguel junto a dos grandes alcorques llenos de galanes de noche cubiertos de flores. “Ahora no, pero por la noche se abren y no veas el olor tan bueno que desprenden”, comenta Carolina.
Este ambiente, que se puede encontrar en muchos barrios de Madrid, cambia radicalmente cuando los vecinos salen de la Cañada, comenta Miguel: “No te lo puedes imaginar. El otro día mientras caminaba por la mañana iban dos delante mía y empezaron ‘que si gentuza’, que si ‘sopa boba’, ‘a ver cuándo los echan’ y les adelanté y les dije que en la Cañada vive mucha gente honrada. Empezaron con las disculpas y el ‘no es por ti, Miguel’... porque a mí me conocen”.
El colmo de los colmos se dio en 2008, relata Miguel. El Ayuntamiento de Rivas decidió que la mejor idea para acabar con el problema de la Cañada era levantar un muro que la separara del resto del municipio, lo que conllevaba, además, sellar las puertas de algunas de las viviendas que daban acceso a los vecinos. “Como eran las elecciones municipales muy pronto, decidieron parar y nosotros mismos quitamos las partes que sí se habían levantado”, narra Miguel.
La falta de luz es un nuevo añadido al estigma que sufren los vecinos y que afecta a su salud mental. “Hay muchos problemas de autoestima y de infravaloración”, afirma López. El estudio de la plataforma señala que han crecido los casos de tristeza y depresión: “Después de años, los vecinos no ven una salida” concluye la jurista.
Luz de manera inmediata
La principal reclamación de la plataforma y los vecinos es que la luz vuelva de manera inmediata. También lo ha pedido el Defensor del Pueblo en varias ocasiones. “Se están vulnerando los derechos humanos a la vida, a la salud, a la vivienda, al trabajo, a la igualdad de oportunidades...”, expone López.
El principal problema a la hora de restituir el servicio es la inexistencia de contratos, que no se pueden hacer, según la Administración, por la falta de cédulas de habitabilidad de las viviendas. Ese argumento, para la plataforma, es una excusa. “Como señala el Defensor del Pueblo, lo que se requiere es un título habilitante. Quien no está facilitando nada es la Administración y la empresa suministradora”, defiende López.
La jurista asegura que los vecinos quieren contratos y quieren pagar por su luz, al mismo tiempo que advierte que quienes no puedan hacerlo deben tener el derecho a acogerse a un bono social “como pasa en todas partes”: “Son vecinos y vecinas, ciudadanos con los mismos derechos que el resto. Se les señala y llama delincuentes... pero eso no es lo relevante, lo relevante es que son personas con derechos humanos”.
El origen del embrollo
Sobra decir que la situación actual de la Cañada es complicada, pero su origen, por contra, es sencillo. Antonio Giraldo, geógrafo y urbanista, y explica que este tipo de asentamientos “autoconstruidos” se remontan al periodo entre los años 50 y 70: “Hubo un cambio de regulación que permitió que se pudieran hacer pequeños huertos y aprovechamientos”. Miguel, de hecho, compró el terreno donde ahora reside por 45.000 pesetas de la época, en 1978.
Poco a poco empezaron a construirse casetas para guardar aperos de labranza y, con el tiempo, la gente empezó a vivir ahí. Es entonces cuando el nudo se complica. “La cuestión es que las viviendas están asentadas sobre dominio público, no deberían estar ahí, están en una situación ilegal, irregular, alegal o como quiera llamarse”.
Sin embargo, la responsabilidad no recae exclusivamente en las personas que terminaron asentándose, Giraldo apunta a que durante décadas ha habido una “dejación de funciones” por parte de la Administración Pública. De aquellos polvos, estos lodos.
En la actualidad, con el problema de la luz, López apunta también en esa dirección: “Exigimos responsabilidad al Estado, a la Comunidad de Madrid y a los ayuntamientos implicados que han firmado el Pacto para la Cañada Real. No están cumpliendo con sus obligaciones”.
Con respecto al tema de la electricidad, Giraldo también puntualiza: “La Administración tiene el deber de garantizar el bienestar de los ciudadanos con recursos públicos, pienso que ahí no hay discusión y legalmente esa parte creo que es sencilla de resolver”.
Las soluciones de fondo ya son otro cantar. Salir del laberinto que mezcla burocracia, leyes de suelo y derechos conlleva diferentes caminos, pero hay casos en los que sí se ha conseguido. De hecho, una parte de la Cañada Real fue legalizada y urbanizada en Coslada, como se puede apreciar claramente en el visor digital del Catastro.
‘Bástele a cada día su afán’
Hay vecinos de la Cañada, como Miguel, que llevan en ese lugar desde que todo lo que la rodea “aún era campo”.
En el dintel de la parte de atrás de su casa, que da acceso al taller donde trabajó durante años, hay una frase escrita: ‘Bástele a cada día su afán’. La leyó en un libro de J.J. Benítez, extraída a su vez del pasaje Mateo 6:34 de la Biblia. “No soy creyente, pero no me importa, me gusta lo que viene a decir, algo así como: No trates de hacer en un día lo que en realidad lleva cuatro”.
Durante el recorrido por la Cañada, Miguel explica cómo, poco a poco, llegó el alcantarillado, más tarde el asfalto, los vecinos que fueron y los que vienen. Ahora la luz lleva sin alumbrar 700 días. Mientras tanto, los vecinos aguantan el tirón como pueden. Bástele a cada día su afán.