Vivir con un DNI que no te identifica: la dura realidad de las personas trans
Parece un trozo de plástico pero su significado va más allá y es un paso en la transición para dejar atrás momentos de "humillación y vergüenza". Por ello, desde el colectivo insisten en que la nueva ley trans requiere modificaciones para que sea aún más inclusiva y "realmente suya".
“Era un día muy claro en Madrid, con mucha luz. Lo recuerdo en un taxi por la Castellana, con muchos nervios, mucha ansiedad, por fin iba a cumplir un sueño”. Así recuerda la exdiputada y activista Carla Antonelli el día en que finalmente en su documento nacional de identidad iba a aparecer el nombre que la representaba.
“Salí del registro con el DNI en la mano. Nunca con la cabeza tan alta. Estaba acostumbrada a esconderlo, hasta en la tarjeta bancaria tenía puesta las iniciales para que no me lo pidieran. Y en ese momento estaba como loca por querer mostrarlo, donde fuera, con el carné en los dientes”, relata para El HuffPost.
Era 2007 y Carla Antonelli, con 47 años, se convertía en la primera madrileña en registrar un cambio de nombre. Después de ella, más de 2.000 personas en España han seguido sus pasos. Y todo gracias a la Ley de identidad de género que le llevó incluso a presionar a su propio gobierno con una huelga de hambre. “Toda una vida de lucha. Pero ni traicioné a mi colectivo ni a mí misma. Primero estaba lo que creía y defendía”, reconoce.
El DNI parece un solo trozo de plástico que hay que mostrar en algunos trámites pero su significado va más allá. “Todos esos momentos con un DNI que no nos identifique son vergüenza y humillación”, explica. "¿La vida te cambia? No, lo siguiente”.
Un proceso largo que empezó con 17 años cuando inició el tratamiento hormonal. A partir de ese momento, su vida y su DNI no correspondían. “Llegas a convivir con esa realidad, pero es algo que no se merece nadie”. Por el camino explica que encuentras rechazos y ausencias pero es consciente de que “la culpa no es tuya, es de terceros”. Ahora, a sus 62, casi 63 años, es algo de lo que no se arrepiente y recomienda poner la vida en una balanza y hacer lo que una deba porque el resto “son tiempos de lamentos y arrepentimientos”.
Darko Decimavilla tiene 34 años y es una persona no binaria que ha conseguido recientemente registrar en su documento el nombre con el que se identifica y con el que la gente le reconoce. El proceso ha durado más de tres años, pero reconoce que el esfuerzo ha merecido la pena.
“Me llevo llamando Darko desde hace muchos años, al principio no era tanto por identificarme como una persona no binaria sino porque mi nombre registral no me representaba y decidí llamarme de esta forma”, relata.
Reconoce que tiene la suerte de vivir en Madrid y que el proceso puede ser algo más sencillo empezando a recabar documentación como el abono transporte y la tarjeta sanitaria. Aunque aun así, no lo ha conseguido todo a la primera y se ha tenido que armar de paciencia con reclamaciones porque no querían aceptarle los procesos.
Al mismo tiempo es consciente de que en otros punto de España el proceso es mucho más largo y complejo. “Poco a poco, al final es armarse de paciencia. Es un desgaste emocional, físico y psicológico bastante grande”.
Por eso cuenta que hay personas del colectivo que mienten para evitar los problemas que se encuentran en el día a día. “Yo me negaba a decir que soy un hombre trans o una mujer trans”.
A partir de ahora empieza un nuevo proceso para modificar y actualizar todos sus datos en otras entidades. Pero ya más tranquilo porque cuenta con el respaldo del Registro. “Ahora empiezo a modificar los datos bancarios, en las compañías de teléfono y hasta en el padrón, donde estoy luchando porque han omitido que me pusieran en la casilla de no binario”, señala.
Sin embargo, la nueva Ley trans, aprobada por el Consejo de Ministros el pasado mes de julio y que Irene Montero ya ha anunciado que iniciará su trámite parlamentario antes del verano, no es del todo completa y deja algunos flecos como la inclusión de los menores de 12 años, los migrantes y las personas no binarias.
Para Antonelli, es importante que se recojan todas las diversidades durante el proceso de enmiendas, como ya se incluían en la reforma de 2017 en la que ella trabajó y que contó con el apoyo de casi todos los grupos de la cámara. Por eso insiste en que ahora “hay que rescatarlas” porque si no la ley “nacerá coja”.
En la misma línea se pronuncia también Darko porque, de no incluir a las personas no binarias, sería una ley que “no merezca una democracia”. Apunta que desde Podemos siempre han tenido su apoyo pero su mayor temor es con los miembros del PSOE con quien han intentado mantener reuniones así como con Víctor Gutiérrez, secretario LGTBI, sin éxito. “El sentimiento es de desazón, de cansancio, de luchar contra partidos que son de izquierda y que deberían estar defendiendonos. Que tengamos que luchar con partidos de derecha y ultraderecha es algo que asumimos de facto”, lamenta.
La infancia trans existe
El texto recoge varios tramos de edad con diferentes características para poder pedir la rectificación de sexo. Entre los 12 y los 14 años se requiere una aprobación judicial. A partir de esa edad, lo podrán hacer acompañados por sus padres o tutores legales. Y ya, a partir de los 16, lo podrán solicitar de forma autónoma.
Sobre este punto Sara, activista de Chrysallis (Asociación de familias de Infancia y Juventud Trans), es clara y apunta que “es absurdo” estar discutiendo dos años más o menos porque, por ejemplo, su hijo Jorge, va a tener que ir acompañado de sus padres porque “no sabe ni lo que es un juzgado”.
Ahora Jorge tiene 9 años y empezó la transición desde los 7 años. Por el momento cuenta “de casualidad” con un DNI que no le identifica y aunque ya ha empezado el proceso en el Registro Civil, a través del cual ingresó la petición judicial hace cuatro meses, aún no ha recibido respuesta.
“No es un capricho, ni una elección, los padres lo único que hacemos es acompañarles y ver que nuestros hijos son felices. La infancia trans existe. Es un niño y él no está viendo los genitales de nadie, su experiencia es real, escuchémosles”, comenta.
Destaca que la importancia de la ley viene en la despatologización porque es importante que sus hijos no “estén medicalizados”. “Mi hijo no se quiere operar, está perfectamente feliz con su cuerpo, ¿por qué se tiene que someter a ser juzgado cada vez que miren su documentación?”, cuestiona.
En este sentido, la activista incluso al texto le añadiría más grupos de diversidad y quitaría la casilla de género del DNI para que así “cuando un funcionario vea su documentación y mire el nombre y el género no tenga que vivir situaciones humillantes”.
El momento es ahora
La ley es un punto de partida clave para reconocer el derecho a la autodeterminación y por tanto, la despatologización de la realidad trans. Desde el 2018, la Organización Mundial de la Salud ya retiró la disforia de género como una enfermedad y ahora, países como España, se tienen que adaptar a esa realidad.
Para Mané Fernandez, vicepresidente de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans, Bisexuales, Intersexuales y más (FELGTBI+), la cuestión no es si se llega tarde o no, sino llegar. Además expresa que es importante que la ley salga adelante en esta legislatura aprovechando que es progresista y defiende sus derechos.
“Hay que aprovechar el tiempo que está a nuestro favor y por nuestros derechos. En el momento en que se legisle vamos a tener un colchón. Retroceder en derechos se puede, pero siempre es más difícil”, subraya.
El activista reconoce que el avance de la derecha y la ultraderecha puede ser una opción de cara a las próximas elecciones por eso insiste en que se avance no por miedo, sino por precaución.
Por ello recuerda que no solo es lograr los derechos, también que se implementen, se desarrollen y se prolonguen en tiempo. Además de que destaca que se incluyan las enmiendas necesarias para mejorar y ampliar el borrador para que realmente salga una ley que “la realidad trans haga suya”.