Cada minuto nace un tonto
No sé si más fuertes o más débiles, todo indica que de este confinamiento salimos todos más engañables.
No importa la tontería que te inventes.
Cada minuto nace un tonto que se la creerá.
(Atribuido a P.T. Barnum)
No importa cuán delirante sea la tergiversación acerca de la responsabilidad del actual Gobierno en la expansión del coronavirus. Cada minuto encontraremos en Twitter a alguien que la está defendiendo y cada segundo veremos subir el número de likes de dicho tuit. Invéntense la historia más rocambolesca acerca de las secretas motivaciones genocidas de Salvador Illa y Fernando Simón, sí, sí, no se corte, relaciónelas con Simón Bolívar, con Vladimir Putin, con los illuminati. Le apuesto a que en menos de cinco minutos doy con una cadena de Whatsapp en donde se defiende esa chifladura completamente en serio.
¿Se le ha ocurrido un tuit irónico muy ingenioso en donde lleva al límite del ridículo la exageración sobre la culpabilidad de Sánchez, en el obvio supuesto de que el lector entenderá que lo que está defendiendo es lo contrario de lo que parece? ¡Deténgase, insensato! Ni se le ocurra publicarlo. Malos tiempos para la ironía. Alguien debería investigar si, junto al gusto y al olfato, la infección por coronavirus ataca también a la comprensión lectora.
Irene Montero sabía perfectamente que la manifestación del 8-M provocaría decenas de miles de muertos, pero su radicalismo feminazi le hizo mantenerla. Que pudieran morir sus votantes y correligionarias no la detuvo. Que pudiera morir su familia no la detuvo. Que pudiera morir ella misma no la detuvo. Que marchas similares tuvieran lugar en la mayoría de los países de nuestro entorno es irrelevante, porque lo que importa es lo que pasa aquí, no lo que pasa fuera.
Todos los otros actos multitudinarios celebrados el 8-M -partidos de fútbol, congresos de otras fuerzas políticas, misas, usos de transportes públicos abarrotados- se permitieron para evitar la incoherencia que hubiera supuesto prohibirlos mientras se mantenía la manifa feminista. Y la principal prueba de todo esto la obtuvimos esta semana, en el vídeo en donde Irene Montero confiesa en una charla banal de ascensor su plan secreto para acabar con la humanidad a una técnica que le está colocando un micro, que es lo típico que los genocidas hacen al día siguiente de llevar a cabo un plan secreto para acabar con la humanidad.
En un universo paralelo está ocurriendo esta misma situación, pero con los partidos políticos invertidos. Y esta vez es Pablo Casado el líder del Gobierno que no tomó medidas para proteger a los españoles a sabiendas de la gravedad de la pandemia, y Cayetana Álvarez de Toledo la responsable de las cifras de muertos por covid al haber permitido el acto multitudinario de Vox en Vistalegre. Las izquierdas y las derechas difieren en sus modelos económicos concretos y en su idea global de sociedad, pero no en su obcecación por comulgar con ruedas de molino con tal de ratificarse en sus ideologías.
No hace falta ser equidistante para verlo, basta con no ser equidistonto. P.T. Barnum -buscavidas, marrullero, timador, que jamás ocultó que su única meta en la vida era tener los bolsillos llenos de dinero- defendía su derecho a engañar a aquéllos que están buscando ser engañados. No sé si más fuertes o más débiles, todo indica que de este confinamiento salimos todos más engañables. Por libre y voluntaria decisión propia.