Boa Mistura y el arte de desestigmatizar la Cañada Real
El colectivo artístico se ha propuesto visibilizar la riqueza de este asentamiento ilegal, que hace frente a los prejuicios con dosis de "humanidad real".
Aparte de los inconvenientes que ponen los taxistas para llegar hasta el lugar, lo que encuentras al entrar a la Cañada Real es... de todo: banderas de España y de los legionarios, un altar improvisado a la virgen del Rocío, un retrato de Camarón, lavadoras de dudosa procedencia, un camión de feria con El tren de la escoba, gatos, perros, gallinas y hasta algún cerdo. Esta zona de asentamientos ilegales se conoce como el mayor supermercado de la droga de Madrid, pero es mucho más que eso.
Para Javier Serrano, miembro del colectivo artístico Boa Mistura, la Cañada es "un sitio muy particular", un "degradado perfecto" que va del "paisaje de guerra" del sector 6 (el más afectado por la venta de droga y por los derribos) al "aspecto de un barrio cualquiera" del sector 1, que está prácticamente integrado en el municipio de Coslada. La Cañada también son las 8000 personas de 17 nacionalidades que viven en esos 16 kilómetros divididos en seis sectores.
"Hay payos, gitanos, magrebíes, rumanos...", explica Serrano a El HuffPost. "Es un punto fronterizo interesantísimo donde confluye lo ilegal con lo legal, lo formal con lo informal, el estigma con la humanidad", y eso es lo que Boa Mistura quería "visibilizar". Los ocho miembros del colectivo madrileño, que utilizan "el arte como herramienta de transformación y cambio", llevaban "años queriendo trabajar aquí, pero nunca llegaba ningún encargo".
En enero de 2018, después de recorrer medio mundo realizando proyectos de corte urbano y social, decidieron acudir ellos mismos a buscar la inspiración a la Cañada. Y la encontraron en Paqui, una mujer gitana que en una reunión de vecinos se arrancó a cantar El alma no tiene color, cuya letra es un poema de Antonio Remache. "Los demás la abrazaron", cuenta Serrano, y ahora esos versos han quedado "anclados al lugar" gracias al arte de Boa Mistura. El grupo, formado por jóvenes arquitectos, ilustradores, ingenieros y licenciados en Bellas Artes, ha llevado la letra y el mensaje del poema a los muros de la Cañada, siempre con la aprobación y la implicación de los vecinos.
"Ha quedado precioso, de lujo", comenta una vecina que atiende un kiosco en una de las zonas más deprimidas del sector 6, y pregunta si los artistas (y los voluntarios que los ayudan) no cobran nada por dejarlo "tan bonito". "No, nada —contesta María Corrales, una de las voluntarias más involucradas que se ha encargado de conseguir el permiso de los ayuntamientos y de los vecinos—, lo hacemos porque nos gusta". Corrales sabe bien de lo que habla: esta estudiante de Arquitectura ha dedicado su Trabajo de Fin de Grado al proyecto de la Cañada, y ha sacado Matrícula de Honor.
Otro de los vecinos más satisfechos es Ramón (en la foto inferior), que lleva "veintitantos años" viviendo en la Cañada y nunca la había visto tan bien. Está contento por cómo ha quedado el muro, que él mismo ayudó a pintar junto con los niños de las casas cercanas, y también porque estos días ha salido en la tele con motivo del proyecto. La prensa no suele mostrar la cara amable de la Cañada Real, y tanto los vecinos como los artistas son muy conscientes de ello. "El estigma de la droga y el peligro está muy presente", reconoce Javier Serrano, que siente que esta iniciativa está "generando un poquito de dignidad".
Él, que ha trabajado en zonas tan "agredidas" como las favelas de Sao Paulo (Brasil), Nueva Delhi (India) o Cali (Colombia), destaca un elemento que comparten estos sitios con la Cañada: la generosidad de sus habitantes. "La gente vive con los pies muy en la tierra, sobreviven con muy poco y, al tener tan poco que perder, no les importa dar", comenta Serrano. "Aquí siempre nos sacan algo de comer", ya sea un chorizo de jabalí artesanal o unos dulces caseros árabes, enumera. "Pintando en Viena o en el centro de Madrid nadie nos ofrecía cafés y estos días tenemos que ir rechazándolos". El artista y arquitecto está convencido de que "esa humanidad real sólo la encuentras en comunidades de este tipo. Y es la hostia".