Rubalcaba para 'ElHuffPost': su pensamiento, en 21 blogs
Azote de Rajoy, preocupado por el empleo y los jóvenes, analista de la crisis catalana y, sobre todo, defensor de la lucha contra ETA en cada línea.
Alfredo Pérez Rubalcaba fue muchas cosas: vicepresidente del Gobierno, ministro de Presidencia, de Interior y de Educación, portavoz del Gobierno, líder del PSOE y su voz en el Congreso, profesor de Química Orgánica... y, también, articulista de esta casa, de El HuffPost.
Desde el mismo año de su fundación ha colaborado con nosotros con sus blogs, muy pegados a la política nacional. Del primero, El valor de la confianza, de junio de 2012, al último, Memoria de Euskadi, de julio de 2018. Un tiempo en el que, a través de sus textos, queda clara la evolución de un país: desde el poder de Mariano Rajoy a la crisis económica, pasando por el fin de la banda terrorista ETA, las negociaciones con un Podemos ascendente y hasta la Selección Española de Fútbol.
Estos son los 21 blogs (y sus primeros párrafos) que condensan sus preocupaciones y sus esperanzas, sus pensamientos y sus sentimientos.
Ramón Jáuregui es uno de los políticos más prestigiosos que ha dado la democracia española desde el final de la Transición. Protagonista de excepción de la vida política vasca primero y de la nacional después, nunca ha dejado de exponer sus opiniones con claridad. Lo ha hecho en múltiples intervenciones públicas y en no pocos artículos y libros, con una ponderación que propios y aún extraños nunca han dejado de reconocer. Ahora se ha decidido a recoger una parte de sus escritos en un libro titulado Memoria de Euskadi, que lleva un sugerente subtítulo: El relato de la paz.
Estaba a punto de entrar en el aula cuando recibí un mensaje de un compañero del Partido Socialista de Euskadi en el que me anunciaba que ETA, a través de un comunicado, pedía perdón a sus víctimas. Segundo acto de la ceremonia de su autodisolución, pensé, y volví a ‘la reactividad de las aminas’ que era el tema del que tenía que hablar durante la siguiente hora.
La lectura de los periódicos en estos últimos días me ha devuelto a mis años en el Ministerio del Interior. El movimiento 15M ha cumplido cinco años, y con ese motivo se han recuperado imágenes, se han expuesto análisis y se han atribuido paternidades. Pasados cinco años a nadie del PP se le ha ocurrido reiterar lo que algunos de sus más procaces portavoces difundieron aquéllos días: que el 15M lo había montado yo.
La repetición de las Elecciones Generales va a coincidir con el primer aniversario de los gobiernos autonómicos que se formaron tras el 24M. Una buena parte de esos gobiernos son socialistas. Lo son en Andalucía, Aragón, Asturias, Baleares, Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana y Extremadura. En otras dos Comunidades, Canarias y Cantabria, los socialistas están presentes en el gobierno. En las primeras, las gobernadas por gobiernos socialistas, los acuerdos que permitieron las investidura son variados, e incluyen tanto a partidos nacionales, Ciudadanos, Podemos o IU, como a partidos nacionalistas. En las segundas, los socialistas forman parte de gobiernos de coalición, en un caso con un partido nacionalista, Coalición Canaria, y en el otro con una formación de corte regionalista, Partido Regionalista de Cantabria. Como se puede observar, son acuerdos o coaliciones que, con todas las cautelas que cabe introducir en lo que podríamos denominar topología política, incluyen partidos situados a la izquierda del PSOE, junto a formaciones políticas que defienden posiciones a la derecha de los socialistas.
La prensa recoge que el déficit público en nuestro país se ha desviado en 10.000 millones en relación con el objetivo acordado en Bruselas. El Gobierno, cómo no, le ha echado la culpa a las Comunidades Autónomas y, sobre todo, a los nuevos gobiernos, ocultando que fue el propio Montoro el que estableció para las Comunidades, que gestionan la educación y la sanidad, objetivos inalcanzables.
Acabo de escuchar íntegramente la rueda de prensa de Pablo Iglesias de esta mañana. Es la primera vez que oigo en mi vida ofrecer un acuerdo de gobierno insultando gravemente al partido con el que quieres acordar.
Confieso que no me gustó el vestuario que llevaban los personajes de la cabalgata de Reyes de Madrid. No me tengo por un tradicionalista acérrimo, pero hay cosas que me parecen bien como están, porque su gracia reside, precisamente, en la evocación de determinados lugares comunes. Pero esta objeción, relajada y amable, matizada, como no podía de ser de otra forma ante un asunto de una trascendencia limitada, se convirtió en poco menos que reaccionaria tras la sobreactuación (”¡Jamás!, ¡jamás!”) de los que sí son reaccionarios. Gracias, en gran parte, a la ardorosa campaña que desplegó un sector de la derecha, disentir de la indumentaria del Rey Gaspar se convirtió en muestra inequívoca de rechazo a la modernidad.
Todo ocurrió el sábado 9 de enero del año 2010 sobre las diez de la noche. En la carretera local 527, a la altura del municipio zamorano de Bermillo de Sayago, una pareja de la Guardia Civil dio el alto a una furgoneta sospechosa. La conducía un militante de ETA, Garikoitz García Arrieta, que consiguió huir, pero que sería detenido pocas horas después en Portugal. La furgoneta trasladaba material electrónico desde Francia hasta un taller de explosivos que la banda terrorista había instalado en la localidad portuguesa de Óbidos.
Ahmed Merabet. Así se llamaba el policía que los terroristas remataron salvajemente en el atentado de París. Era musulmán.
Escucho una y otra vez a dirigentes del PP pedirle al PSOE que precise su proyecto de reforma constitucional. Que explique qué queremos decir cuando hablamos de introducir elementos federales en nuestra Carta Magna. Sirva este comentario para recomendar a quienes tantas explicaciones nos exigen una lectura: la del documento titulado Hacia una estructura federal del Estado, que los socialistas de toda España aprobamos en Granada en julio de 2013, y del que la Declaración del mismo nombre no es sino un resumen.
Señor Rajoy, ¿en qué país vive usted? ¿Pero en qué país, señor Rajoy? ¿En qué país vive usted? Usted ha venido a decirnos tres cosas. La primera, que lo peor ha pasado ya. La segunda, que usted ha hecho lo único que podía hacer; que no tenía otro remedio que hacer lo que ha hecho. Y la tercera, que no le gusta mucho lo que ha hecho estos dos años. Y yo le digo, señor Rajoy, que son tres mentiras, tres. Primero, porque para millones de españoles las cosas peores están por delante. Segundo, porque usted ha tenido opciones distintas, distintas opciones, y usted ha optado siempre contra los más débiles. Y tercero, porque usted, con la crisis como coartada, ha hecho lo que la derecha española siempre quiso hacer y ni tan siquiera se atrevió a plantear públicamente. Tres mentiras, señor Rajoy, tres.
Las tensiones entre Cataluña y el resto de España no son nuevas, pero la lectura falsa e interesada que el gobierno nacionalista catalán ha hecho de la crisis -“si no tuviéramos que contribuir a la solidaridad en España nos iría mejor”- las ha acentuado. Sin embargo, el origen del problema no es meramente económico. Por ello, no se resolverá solo con esperar el final de la crisis, que en contra de lo que dice el gobierno de Rajoy, aún está lejos.
Desde el primer momento, el gobierno del PP ha repetido la misma táctica cada vez que ha querido entrar a saco en un sector. El esquema es sencillo: con la crisis como coartada general, se comienza denostando a aquellos que acabarán sufriendo los efectos de las medidas. La situación económica, nos vienen a decir, hace inevitable la intervención, pero es que, además, se trata de acabar con males endémicos. De esta forma, los médicos y los profesores, por supuesto de la sanidad y la enseñanza públicas, sufrieron durísimas campañas de desprestigio que pretendían preparar el terreno para los recortes y las privatizaciones que estaban en marcha. Conscientes de que la declaración sincera de los verdaderos motivos ideológicos de sus políticas causaría un abierto rechazo, los responsables del PP han recurrido a un amplio arsenal de infundios y mentiras.
Usted, señor Rajoy, por mucho que se empeñe, no ha venido voluntariamente a esta Cámara. A usted, señor Rajoy le hemos tenido que traer. Y la prueba la da usted en su discurso, ha dedicado más tiempo a justificar que ha venido porque ha querido y a hablar de la moción de censura que a la contabilidad B del PP y del señor Bárcenas.
Éste no es un debate del estado de la nación más. Porque el estado de la nación es crítico, y porque a los que estamos aquí muchos españoles nos miran con desconfianza.
Una de las enseñanzas más evidentes que nos deja 2012 es que las recetas de la derecha para afrontar la crisis, cuya mejor expresión es un drástico calendario de reducción del déficit, se han saldado con un rotundo fracaso. Para los países en dificultades, la ansiada recuperación económica no ha llegado y, después de tres años de recortes sociales y aumentos de impuestos, la inversión sigue sin aparecer. Lo que sí se ha instalado en las sociedades más castigadas, como la española, es un sentimiento de rechazo a los sufrimientos impuestos, que cada vez más se identifican con Europa.
La Comisión Europea revisó a la baja sus previsiones de crecimiento para la zona euro, y certificó que la economía española caerá en 2013 un 1,5%, tres veces más de lo que prevé el Gobierno de Rajoy. El ejercicio de realismo por parte de Bruselas es bienvenido, pero contrasta con la tozudez fiscal en la que parece haberse instalado desde hace 2 años. Mientras que todos los datos confirman que los ajustes fiscales drásticos y simultáneos están metiendo a Europa en otra recesión, desde Bruselas el Comisario Rehn insiste en que hay que seguir ajustando.
Parecería que en el complejo clima político que vive Cataluña apenas hay puntos de acuerdo entre los diferentes partidos, especialmente entre la derecha catalana y la derecha española, entre CiU y el PP. Un somero repaso a sus posiciones en materia económica y social demuestra que esa percepción no se corresponde con la realidad: en casi todo piensan lo mismo, aunque no lo digan. Pero hay algo más en lo que coinciden Mas y Rajoy: en su afán por atraer a los votantes del PSC.
Sin duda ustedes lo saben, pero es mi deber recordarles que más de cien mil españoles esperan con angustia la fecha del próximo 16 de agosto. Porque ese día, si el Gobierno no aprueba la prórroga de la prestación de 400 euros para los parados sin cobertura, la situación de esos miles de trabajadores y trabajadoras que perdieron su empleo pasará de ser dificilísima a completamente angustiosa. Ese día, muchos miles de españoles pueden perder el único ingreso con el que, malamente, podían hacer frente a sus necesidades más básicas; y, de paso, pueden perder la última esperanza que tenían de llevar una vida digna.
Lautréamont propuso una imagen que luego asumieron como propia los surrealistas: “El encuentro fortuito de un paraguas y una máquina de coser sobre una mesa de disección”. No sé lo que habría pensado el gran apóstol de surrealismo de la efusión de alegría que tomó la noche del domingo las calles de España. Pero no es arriesgado suponer que habría encontrado de lo más sugerente el contraste entre la, digamos, cruda realidad de millones de parados y aún más millones de ciudadanos agobiados, y el trance de entusiasmo que embargó a otros millones de ciudadanos (muchos de ellos pertenecientes al primer grupo, especialmente los jóvenes).
La confianza es un activo económico de primer orden, y su pérdida acarrea, inevitablemente, costes económicos. Además, conforma una nueva modalidad de capital, el capital social, que, justamente se basa en la confianza entre los agentes, y entre éstos y las instituciones. No es exagerado decir que uno de los rasgos que definen la actual situación en España es el de una generalizada pérdida de confianza, dentro y fuera de nuestras fronteras. ¿Ha contribuido Mariano Rajoy a esa pérdida, a esta erosión de nuestro capital social? Son muchas las evidencias de que, en efecto, así ha sido.