Bernardo Atxaga: "La extrema derecha utiliza ideas ridículas, pero que atraen el despecho”
El escritor, Premio Nacional de las Letras en 2019, ha publicado 'Desde el otro lado', un libro de relatos en el que aborda la maldad colectiva, la crueldad o la vida y la muerte.
Premio Nacional de Narrativa, Premio de la Crítica, Premio Nacional de las Letras... Pocos galardones le faltan a Bernardo Atxaga (Asteasu, Guipúzcoa, 1951), el escritor en euskera más leído y traducido de la historia. El vasco ha abarcado prácticamente todos los géneros a lo largo de su carrera —desde la novela, pasando por el ensayo o el teatro, hasta la poesía—, y ahora se decanta con su última obra, Desde el otro lado (Alfaguara), por los relatos.
Atxaga es especialmente conocido por su novela Obabakoak (Obaba), su creación más exitosa, traducida a 26 idiomas y adaptada al cine por el reconocido Montxo Armendáriz en 2005. Asimismo, Zazpi etxe Frantzian (Siete casas en Francia) fue una de las primeras obras publicadas en todas las lenguas oficiales de España.
El autor de 70 años vuelve a las librerías rescatando las tierras de Obaba con una serie de relatos en los que aborda la maldad colectiva, la crueldad, la vida y la muerte, la religión católica... Y lo hace desde la ficción pura y dura, pero sin olvidar que desde la misma “se pueden decir muchas verdades”.
Aborda en este libro la maldad colectiva, tan a la orden del día. Es inevitable preguntarle por esto, incluso por la guerra en Ucrania.
Bueno, son temas iguales y diferentes al mismo tiempo. Una comunidad como la que llamo Obaba [en mis libros], conformada por la religión católica, con un capitán que es el sacerdote y con unos valores que rigen durante años, en la que no hay nada que se salva de la ley de la calle mayor. Se supone que esa comunidad expulsa todo elemento distorsionador que perturbe el orden. Esto ocurre en esa comunidad y en cierto modo en todas las comunidades. Nadie que haya vivido en este mundo más de 12 años ignora el hecho de que el ángel bueno y el malo son prácticamente el mismo ángel. Las personas, en función de las circunstancias, actuamos de una manera u otra. Quizás la única precisión interesante es que no me gusta hablar de ser bueno o ser malo, sino de acción buena y acción mala.
Respecto a Ucrania, no es una excepción, ha ocurrido muchas veces y no hace mucho. Creo que todo el mundo debe acordarse de que la historia no es una serie de hechos, fechas o personas, sino una única catástrofe, ruina sobre ruina. Viviendo aquí, con 70 años, apoyo a las ONGs y esa es mi acción y todo lo que puedo hacer. Ahora, como comprensión no acepto para nada el discurso dominante, y rechazo y me parece obsceno el que se utilice esta guerra de Ucrania para afirmar cosas como los valores de Europa. Ese sufrimiento tremendo para construir la idea retórica de Europa, cuando el comportamiento de Europa con quienes vienen de África de las guerras... es inaceptable y demuestra que no hay solución. Es basura, volverá a ocurrir de nuevo. Es curioso cómo casi siempre se habla buenamente, no sé si habla Abel o Caín, es muy difícil de distinguir. Ante eso el lema es ‘cautela’, la comprensión. Aceptar la versión que viene en avalancha, en la que surgen como champiñones personas que parece que hablan desde el Estado Mayor, incluso te dicen lo que estaría mal... nadie tiene autoridad para decir eso. Parece una foto fija que se repite una y otra vez, lo cual es desesperanzador, porque hay progreso técnico pero no progreso moral.
Dice que la vida lo rompe todo y la muerte lo arregla todo, que además son dos temas que se abordan en el libro.
Es un juego teatral en el que dos personajes dan una conferencia y su objetivo es defenderse. Como ellos son la muerte, hablan a favor de la muerte y hablan de su mala fama. Recorriendo una frontera entre lo siniestro y lo humorístico, la vida destruye el amor cuando la muerte lo resucita. Es la ventaja del escritor de ficción, y el lector en su mente tendrá que vérselas con esa idea, pero me vale para expresar lo que es difícil decir de otra manera: lo real, siniestro, convertido en fantasía. La ficción puede decir verdades, tiene esa libertad.
¿Y qué hay de la crueldad (de la que habla el profesor que dice que se le ha tratado injustamente)?
Se puede escribir de 100 maneras, pero si un escritor no mira las verdades de frente, es difícil que haga una obra que merezca ser leída. Hablo de una literatura que ayude al lector a hacer un viaje interior, no solo a entretener. Hay que contar con que la crueldad cotidiana existe —en las oficinas, en las clases del instituto, en cualquier comunidad, incluso dentro de la familia—, es decir, podríamos pensar que hay un poema de Cirlot que dice “Yo que quise ser ángel y no pude”. Los ángeles, quizás, no tengan esa nebulosa interior, ese sótano. Me parece que es así: con 11 años te puedes haber encontrado con gente muy cruel, con la crueldad de las personas que acostumbran a reírse del físico. Como todo, el primer paso siempre es verlo, luego tú haces tus consideraciones, pero sabiendo que esto es así igual tus acciones son mejores en el sentido de que van más encaminadas a la felicidad universal que otras. A mí me molesta mucho que no se reconozca. Por ejemplo, en este caso del libro pasa el tiempo y dices: ¿Cómo es posible que al profesor más imaginativo, al más loco, al más mundano, se le enfrente contra la crueldad? De eso recuerdo de mi misma vida —igual entonces éramos demasiado tontos o jóvenes, con falta de experiencia— cómo armábamos camorra porque te ponían un examen de filosofía el viernes. Es un empuje, no escondo nada, el único freno es la forma: lo hago a través de la literatura, no censuro.
En este sentido del mundo interior, de acciones buenas o malas, ¿nos engañamos a nosotros mismos, como Paulo, que parece tranquilo por la muerte de su padre pero luego pasa unas noches terribles?
No hay ningún paisaje tan complejo como el rostro humano, decían. Efectivamente, el paisaje más amplío es el nuestro interior. Se ha objetivado parte del mundo interior y al leerlo en el libro compruebas que no estás solo con ese sentimiento, que lo ha tenido más gente, y puede ser reconfortante. La gran justificación de la literatura es partir de las confesiones. La literatura se encarga de lo interior y de objetivar, y así ha sido, el interior de quien escribe se está objetivando. Richard von Krafft-Ebing, uno de los grandes psiquiatras antes de Freud, escribió Psicopatologías sexuales, cuando se consideraba que la homosexualidad era una enfermedad, y él llamaba a esa mezcla de sufrimiento y placer masoquismo, objetiva algo de lo que ya habló Rousseau. A lo que voy: en la ficción empieza a objetivarse todo lo interior, todo lo que no es físico. Esa es la justificación de la ficción, tanto a la hora de escribir como de leer. Todo se va objetivando, si no hay lenguaje no se ven las cosas.
¿La justificación sería entonces, también, conocer nuevas emociones a través de la ficción?
Sí, experimentarlas y reconocerlas, porque una emoción no tiene lenguaje, y la lectura hace que conozcamos ese mundo, ese infinito, lo que ahora llamamos subjetividad. Por eso hablaba de la nebulosa interior, esa objetividad está marcada. Lo de la objetividad y la subjetividad son inventos modernos.
Habla también de la Iglesia Católica. ¿Qué sentido tiene el personaje del sacerdote en este libro?¿Qué ha querido transmitir?
Es la autoridad, un mundo. Mucha gente se resbala en el tópico y se va muy lejos, creen que lo real es una especie de extensión. Hablando de comunidades, da lo mismo para un pueblo del Cantábrico o del desierto, ahora resbalamos en el tópico de lo global y creemos que conociendo una calle de Madrid ya hemos conocido todas las calles del mundo. Esto es un resbalón tremendo. El mundo que yo retrato es un universo. Hasta prácticamente los años 30 no había facilidad de desplazamiento, la gente se movía andando y no se movía mucho de su lugar, tenían su propia atmósfera, su propia referencia de autoridad, su propia moral, sus ideas, su forma de comer, de entender la educación, etc. Eso es positivo o negativo. En ese universo hay una autoridad clarísima que es la religión católica, que penetra desde el nacimiento hasta la muerte, con personas que están atravesadas por esa creencia. Esa autoridad es el sacerdote. El que yo conocí era un hombre que mandaba y ordenaba, pero de gran inteligencia en mi recuerdo, y además tenía claro cómo debía gobernar, pero era un gran gobernador de esa comunidad. Fuera de esa comunidad hay otras autoridades.
¿Cuál cree que es la importancia de publicar en euskera?
Para mí escribir en lengua vasca ha sido formar parte de un movimiento que surgió a partir del año 1960. No me refiero a un partido político, cuando digo movimiento me refiero a una sensibilidad, con referencias de maestros. El azar hizo que me convirtiera en un autor bilingüe cuando me hablaron de traducir, y yo no tuve ningún impedimento, considero que hablo dos lenguas, tengo dos lenguas maternas: en mi casa se habla euskera, pero a los 4 años empecé a aprender la otra. Ha sido un itinerario literario poco común, no hay muchos escritores bilingües en el mundo, tampoco con dos lenguas tan diferentes. No es por fanfarronear, el de hoy es un mundo lleno de fanfarrones, y yo no caminaba muy bien con las teorías literarias. Descreo de la mayoría de las verdades aceptadas por las líneas literarias, por ejemplo el concepto de tradición, que me parece flojo. Digo que los géneros literarios son un producto social. Tiene su razón, pero no es esencial, no tiene naturalidad. Uno se va construyendo con cosas que lee y llega a un itinerario diverso. Llegué a hacer unos textos que no son comunes, he hecho cosas que no son habituales, pero tiene que ver con ese itinerario, he tenido que crecer fuera del huerto.
¿Es una forma de subrayar que España tiene muchas culturas?
Todo el mundo sabe que, quizás, lo mejor de este país es su variedad. Agresivamente solía decir que este es un país en el que cada 100 kilómetros cambia el dulce. Para mí es el gran valor. No hay nada tan agradable y ameno como las diferencias y las variables. El político profesional, que en estos momentos es un político actor, está colocado en un escenario… Todos los días en el teléfono, no sé por qué, por algún poder infernal de los algoritmos, me aparecen siempre noticias e imágenes de una persona de Disneyland como es Ayuso. Cada vez que abro el teléfono está ahí, no sé cómo hablar con alguien, no voy a estar todo el día viendo Disneyland… Bueno, a donde iba, tienen la virtud de reducir el sonido de grandes altavoces, lo convierten en un transistor de los que se colocaban en la oreja para oír el fútbol, convierten las ideologías en cosas extremadamente simples y al mismo tiempo peligrosas. La extrema derecha, por ejemplo, utiliza ideas ridículas, pero que atraen el despecho, la frustración, el odio, y lo condensan, igual que los peces que chupan los metales pesados. Hay que tener mucho cuidado con esto: crecen con el odio, cualquiera diría que están haciendo una representación de una zarzuela rusa. Sin embargo, tienen el peligro de que pueden pasar a la acción, como ahora está ocurriendo.
¿Por qué ya no quiere escribir novelas (y se ha decantado por el relato)?
Porque tengo un cierto sentido del calendario, de la misma manera que no quiero hacer viajes transatlánticos para que no se me vaya la mitad de la vida en aviones. Es un acto defensivo, requiere mucho tiempo, tiene mucho riesgo y además es innecesario. Precisamente el guionista de los hermanos Marx decía “quién ha dicho que una miniatura tenga menos valor estético que un mural”, y es así. Lo de las novelas responde a razones sociales o económicas, pero desde el punto de vista de la creación no hay ninguna obligación. Entre el calendario, entre que recuerdo lo que dijo el guionista de los hermanos Marx y entre que esta distancia me gusta mucho, la de los 50 o 60 folios, ¿por qué voy a hacer otra cosa? Tengo un problema que solucionar, el de cómo hacer un personaje. La caracterización implica utilizar un tipo de palabras y me parece que en la página 50 el lector vendría a darme con un palo, porque lo que funciona maravillosamente en 10 páginas igual no funciona en 300. Quizás si se me ocurriera cómo solucionarlo… pero de momento serán 30 o 50 folios. Me siento muy libre, no es como cuando empecé a escribir, estoy tranquilo y me viene bien. Hay que compensar.