Belén Rueda: "Tal vez me han acosado, pero no le di importancia"
La actriz, que estrena 'El silencio de la ciudad blanca', habla sobre política y sobre el papel de las mujeres a partir de los cuarenta.
Nadie sabe si Belén Rueda es de izquierdas, de derechas, de centro o anarquista. La actriz y presentadora jamás se ha mojado políticamente, como sí han hecho la gran mayoría de sus compañeros de oficio. Asegura que es parte de su intimidad y las opiniones políticas, por respetables que sean, siguen generando controversia: “Todavía hay gente que usa cortinilla para votar”, se escuda.
Hubo un tiempo en que, dice, le importaba que le pudiera perjudicar que se le vinculara a un pensamiento político o a otro. Ahora le da exactamente igual. De la misma forma que hubo un tiempo en que le hicieron creer que si era una mujer profesional acabaría sola. Y se ha demostrado a sí misma que “es mentira”.
Belén Rueda (Madrid, 1965) era muy tímida y llegó tarde al mundo del cine, pero lo hizo para quedarse y liderar la taquilla siempre que aparece. Además, vivió esa época en la que parecía que un actor que participaba en series de televisión no era realmente profesional y aterrizó en el cine cuando la pequeña pantalla empezó a revertir esa situación. La vida al revés y una prueba de que la actriz no va a donde la lleve el viento, la fama o el dinero, sino a donde más disfruta haciendo lo que le gusta: actuar.
Ahora que estrena su nueva película, El silencio de la ciudad blanca, de Daniel Calparsoro, aprovecha para hablar de política (sí, de política), de la situación de la mujer, del acoso en el cine, de por qué se deja ver tan poco cuando no está de promoción o de las reglas sociales no escritas.
Cada vez te dejas ver menos.
No sé si es la edad. Hay un momento en tu vida en el que dices ‘necesito tiempo para mí y para mi gente’. Aunque parezca que una entrevista es muy poco tiempo, esto júntalo con estudiar, con los rodajes y con la vida normal: ir al banco, hacer la compra, acompañar a tus hijas a algo muy especial para ellas... Llegó un momento en el que dije ‘no es que no quiera aparecer, es que quiero tiempo para mí’. Mis hijas son mayores, ahora tengo la oportunidad de viajar y hacer esas cosas que no puedes hacer cuando son pequeñas, cuando tenía un trabajo de 24 horas 360 días al año. Es una cuestión de prioridades. Necesito tiempo para mí.
Ese trabajo de 24 horas 360 días al año lo hacías en televisión. Al cine parece que llegaste tarde, pero eres de las que resiste.
Parece no, llegué tarde. Tenía 40 años cuando se celebró la gala de los Goya y me lo dieron a Mejor actriz revelación. Dije ‘madre mía, si tengo 40’, pero también es verdad que llegó en el momento perfecto. Estrenarme con Amenábar (Mar adentro, 2004) fue el mejor regalo que el cine podría haberme hecho. Además, ya tenía un recorrido en ficción como actriz que me permitió hacer cosas que no podría haber hecho antes.
Y la siguiente, con Bayona. Con el cine de terror hay dos opciones: o la película es buena o todo se convierte en escenas parodiables. ¿No era un riesgo pasar de un drama basado en una historia real a protagonizar El Orfanato?
No hay ningún secreto para hacer nada, porque si no lo haríamos como churros, pero El Orfanato tuvo algunas claves: primero, el guion; el director, que ya se veía que iba a ser lo que es —mira dónde está—; y que es una historia fantástica, pero muy anclada a la tierra. La clave del cine de terror también está en tomarte licencias que tengan un punto poético, no licencias para dar un susto o para dar asco, o provocar únicamente miedo. Algo que sea un poco más profundo.
Esa fue un taquillazo que protagonizaste con 42 años. ¿Eres tú la demostración de que la mujer a partir de los 40 puede triunfar en el cine?
No sólo yo, hay muchas otras que además me han servido como ejemplo. He tenido actrices a mi lado y las sigo teniendo, no solo actrices sino en cualquier otro trabajo, con las que digo ‘olé‘. Desde pequeña me han llamado la atención las mujeres con mucha personalidad y no pensé que yo podría llegar al momento de poder elegir, de decir ‘esto es lo que quiero y esto no’, porque era muy tímida. En la sociedad en la que vivimos, te tratan de imponer una serie de normas que no están escritas, ni siquiera dichas en alto, pero que parece que tienen que ser así y me da un poco de miedo porque parece que la segunda parte de esto es ‘si quieres llegar ahí tienes que estar sola’. Me gusta la gente, la pareja, la familia. Insisto, te dicen ‘vale, si quieres llegar aquí y hacer esto y conseguir esto, que requiere de mucho tiempo y dedicación, pues vas a estar sola’. Es mentira.
Esas normas no escritas han sometido a las mujeres mucho tiempo en el cine. El movimiento #MeToo lo ha demostrado. ¿Te has sentido acosada alguna vez?
He tenido mucha suerte. También es verdad que hay que ver las cosas en un determinado contexto y que según ese contexto le das más o menos importancia. A lo mejor sí que me ha ocurrido, pero no le he dado la importancia que tenía en ese momento, con lo cual no me ha afectado. No quiere decir que no la tenga. En el momento en el que te afecta, ya tiene importancia. Da igual que sea una cosa muy pequeña o muy grande. A mí, en un momento dado, me podían decir un piropo subido de tono y me daba igual, no porque tuviera mucha personalidad, sino porque no me importaba. No expresaba ese ‘no me importa’, simplemente me parecía absurdo y seguía... No me afectaba.
Entonces... ¿te ha pasado alguna vez y has sido consciente después?
Más que pasarme a mí, sí que es cierto que tienes compañeras... Cuando he sido un poco mayor y he visto a gente más joven que te dice ‘no, es que a lo mejor lo he provocado yo’... ahí sí que soy radical. Ya soy mayor y al tener hijas parece que la sensibilidad se acrecienta. Si te pasan las cosas a ti te importan menos y si le pasan a alguien a quien quieres y que por naturaleza quieres proteger te parece mucho peor. Esa frase de ‘no, a lo mejor es que he provocado yo’ cuando esa niña tiene 15 o 16 años y el individuo ya tiene más de 30, conmigo no va. Sobre todo si te sientes mal con un comentario machista. Cuidado, que hablo de un comentario, no de que vayan a más. Si van a más es que ya tienen una experiencia que utilizan para convencerlas de que eso está bien.
Jamás te hemos escuchado hablar de política como sí lo hacen muchos de tus compañeros. ¿Por qué nunca te mojas?
Porque me parece que eso forma parte de mi intimidad. Aunque se hable de algunas cosas de mi vida privada, no me gusta. A veces he tenido que salir porque se han dicho cosas que no eran reales y me estaba afectando a mí y a mi familia.
Pero eres ciudadana, como cualquier otro español, sea actor o espectador. Tendrás una opinión política.
Y como ciudadana ejerzo mi derecho y mis obligaciones, pero como ciudadana con mi intimidad. La gente que me sigue o que puede admirar lo que hago admira mi trabajo, no lo que yo pienso, y ahí es donde no me quiero meter. Cuando eres fan de alguien, te gusta lo que ese alguien hace, pero el trabajo. ¿Por qué tengo que decir lo que pienso para que se me siga por eso? Soy de derechas, soy de izquierdas... No me gusta decirlo. Soy activa, pero no me gusta. Solo me implico con determinadas causas que defienden a los niños.
¿Te preocupa que te pudiera perjudicar decir ‘soy de izquierdas’ o ‘soy de derechas’?
Hubo un momento en que sí que me preocupaba que me perjudicara, no voy a ser falsa. Ahora me da igual. Pero estoy en un momento en el que mi vida privada es mía.
La situación de Cataluña en estos momentos es una película de terror, un drama o una comedia muy negra?
Un drama. Mi única palabra para eso es tristeza, porque si nos vamos al lado humano, que es lo que realmente interesa, estamos separando familias.