Bárbara Rey y la tele valenciana donde todo empezó
"Hubo un día en el que la cadena podría haber hecho saltar todo por los aires, y contribuir a la salud democrática, pero en lugar de eso acató órdenes intolerables".
A ver, desde este periódico, con el que colaboro desde que arrancó, hace ya nueve años, nos vais a perdonar la petulancia, pero tenemos que decirlo: antes de que el ex director del CNI, Alberto Saiz, le contase a mi querido Gonzo en Salvados, el pasado noviembre, que la tele valenciana había salvado España al darle un programa a Bárbara Rey, nosotros ya lo habíamos explicado aquí, el 17 de agosto de 2018.
Y es que resulta que yo trabajaba en aquel momento en Canal 9, en la misma productora de Tómbola, Producciones 52 (donde Bárbara tuvo el primer altercado importante con el CNI) y tenía, además, un puñado de compañeros en Trivisión, la productora que finalmente realizó ese mítico programa de cocina para supuestamente pagar a la vedette por los servicios prestados y comprar de paso su silencio.
Así que, tengamos claro que fue en Valencia, cómo no, donde empezó todo. Hubo una tele autonómica, Canal 9, cómo no, que se prestó a este juego sucísimo y turbio. Hubo un día en el que la tele pública valenciana (en aquel momento gobernada por Eduardo Zaplana, que también gobernaba la Comunitat Valenciana) podría haber hecho saltar todo por los aires, y contribuir a la salud democrática, pero en lugar de eso acató órdenes intolerables.
Canal 9 podría haber hecho historia de verdad aquel 23 de julio de 1997, pero para bien, no para seguir ensuciando el mundo. Estos días colegas de aquellos tiempos, que estuvieron presentes, y yo, recordábamos aquellos momentos infames (televisivos y extratelevisivos), y no sabíamos si reírnos o llorar.
Qué mierda de tele hicimos, qué penoso el papel de nuestros gobernantes aquellos años, qué dinero tan malversado, qué negocios tan oscuros, qué profesionales tan lamentables…
Vamos a resumir aquel momento histórico, venga:
Canal 9: Tómbola y Bárbara Rey
Julio de 1997. Tómbola invita a Bárbara Rey. Semanas antes se había producido un robo extraño en su casa: habían desaparecido documentos y cintas con audios comprometedores para el Estado que Bárbara guardaba en una caja fuerte. Ella denunció el robo, acusó a Colón de Carvajal, se le dio voz en algunos programas más desenfadados... La noticia se cubrió también en los informativos de algunas cadenas, sobre todo en Telecinco (nunca en TVE), aunque en ningún momento se citó al rey. Recuerdo a Juan Pedro Valentín hablando de una “alta personalidad del Estado”.
El caso es que uno de esos jueves de Tómbola, Jesús Mariñas habló del robo, de la denuncia, de Colón de Carvajal, y entonces Bárbara Rey llamó al teléfono de aludidos y bla bla bla.
-Bueno Bárbara, pues a ver cuándo vienes aquí y nos lo cuentas todo con detalle, le vino a decir en directo el presentador Ximo Rovira.
-Pues cuando vosotros queráis, le vino a contestar la vedette, calculando mientras tanto cuánto le quedaría neto después de impuestos.
Al acabar, en la reunión de contenidos, la directora del programa, Carmen Ro, y su equipo decidieron invitar a Bárbara para el programa de la semana siguiente. Pactaron el caché, 12.000 euros (dos millones de pesetas entonces) y producción se dispuso a organizar el viaje.
Durante toda la semana, Canal 9 bombardeó con promos con la presencia de la vedette. Iba a ser un bombazo, claro. ¿Se preguntó algún directivo de la cadena, algún miembro del parlamento valenciano de dónde iba a salir ese plus de dinero que sin duda iba a cobrar Bárbara Rey? ¿Nos preguntamos los profesionales que entonces trabajábamos en la cadena si aquello era tolerable? Evidentemente, no.
Nosotros, en la tele, nos reíamos un poco incluso, creo recordar. Mandaba entonces Eduardo Zaplana y nada hacía pensar que un día podría ingresar en la prisión de Picassent (Valencia) por blanqueo, cohecho, prevaricación y malversación.
En aquel momento yo trabajaba para la misma productora que hacía Tómbola, Producciones 52, la misma que produjo De tú a tú, aquel programa que Nieves Herrero perpetró en Antena 3 sobre el asesinato de las niñas de Alcàsser. Su marido entonces, Ángel Moreno, era el dueño de la productora. Trabajábamos codo con codo, ellos en Tómbola y yo en un programa infame que se llamaba Parle vosté, calle vosté (Hable usted, calle usted), con famosos de cuarta y quinta fila como el Padre Apeles.
¿En realidad a qué venía Bárbara Rey? ¿Qué iba a contar? ¿Se lo preguntaba de verdad alguien? La verdad es que no. Se la invita porque está en ese momento de plena actualidad. Tras el robo había ido diciendo, sin decir, algunas cosas, y la idea de ponerla allí, en el sofá, al lado de Ximo Rovira, era un “pelotazo”, como me contó el propio Ximo Rovira, a quien llamé para preguntarle qué recordaba. Con la amabilidad de siempre, me lo contó.
“Ella era el sofá (expresión que se usa en la tele para definir al personaje principal invitado). Era un pelotazo traerla, teníamos claro que el tema estaba controlado, que los límites estaban claros. Cuando hablé con ella por teléfono, para la previa, me pareció una mujer con miedo, y creo que con la entrevista que quería darnos se sentía protegida. El mismo día, por la mañana, la directora Genoveva Reig nos citó en su despacho a la dirección del programa y a mí. Allí nos trasladó la consigna inquebrantable de que esta señora no podía venir al programa. Una llamada, una instancia de muuuuuuuuy arriba, nos dijo, había dado la orden”.
Los responsables del programa insistieron, le dijeron a Reig que no entrarían en detalles, que no habría ninguna bomba, y que si patatín y que si patatán. Pero ellos no sabían aún que Genoveva obedecía a la primera una orden de su jefe (querría saber si ha ido a visitarlo a la cárcel, por cierto), sin rechistar y sin replicar. Su jefe era Zaplana, efectivamente.
Así que salen del despacho de dirección con el marronazo de tener que llamar a Bárbara y decirle, ‘mira guapa, que no, que no subas al avión, que nadie te va a dar vela en este entierro ahora’.
Producción la llama. La vedette está a punto de salir hacia el aeropuerto de Barajas. Los billetes los tenía desde hacía días. Eran tiempos sin AVE, sin internet, sin móviles. Se pone como loca y le dice a la compañera de producción que la llama que le da igual todo, que ella va a coger el avión sí o sí. En el mismo aeropuerto, un par de periodistas la abordan y ella les cuenta, visiblemente contrariada: “No me dejan salir esta noche en Tómbola, pero yo voy a ir a Valencia de todos modos, porque soy una profesional”. Minutos después atraviesa la puerta de embarque.
Cuando Bárbara llega a Valencia va directa a Canal 9. La están esperando los compañeros de producción, incluido el productor ejecutivo Ángel Moreno. La llevan a la zona de camerinos por la puerta de atrás, para evitar fotógrafos. Una vez dentro la dirigen a una sala donde le vuelven a explicar la nueva situación.
-Mira Bárbara, es que no puedes participar. Las órdenes son tajantes. Si apareces un solo segundo en pantalla se acaba la emisión, le dice Moreno.
Ella entra en combustión. Alaridos. Amenazas de irrumpir en el plató.
“Estaba fuera de sí cuando el programa arrancó. Nos temíamos cualquier cosa. Tuvimos que llamar a seguridad y decirles que acudieran a la puerta del plató por si acaso. No habíamos vivido una situación tan tensa jamás”, recuerdan en producción. El sofá ese día se quedó vacío.
“Por el pinganillo me dicen que Bárbara está allí, en la tele, y que había problemas, que ella había ido allí con un contrato y que quería entrar en el plató”, recuerda Rovira.
La dirección del programa no lograba apaciguarla, ellos argumentaban y ella que no y que no. Le aseguraron que cobrar iba a cobrar igual. Cuando Moreno le puso el talón encima de la mesa, la vedette se calmó un poco. “Ella ha contado que no teníamos intención de pagarle, pero no es verdad: si el contrato lo hubiera incumplido ella, quizá podríamos haberlo evitado, pero como la culpa era nuestra, los dos millones se le pagaron sin problemas”, cuentan desde la productora.
Voy a recordar aquí, por si de pronto lo habéis olvidado, que esos dos millones de pesetas tirados a la basura salieron de los impuestos de todos los valencianos. Canal 9, queridos míos, era una cadena PÚBLICA.
A la puerta de aquella sala donde se atrincheró la vedette, y en la que había una tele encendida con el programa en emisión, llegaron dos tipos, dos pesos pesados de las altas instancias. Altos cargos de la Generalitat. Ninguno de mis colegas ha podido recordar quiénes fueron exactamente. De hecho, cuando he insistido para ver si hacían memoria, me han venido a decir: qué pesada eres, cómo me voy a acordar de eso que pasó hace 21 años...
Fueron esos dos desconocidos, que la invitaron a abandonar la tele, los que consiguieron que la vedette, al cabo de unas horas, cuando acabó el programa (tengamos en cuenta que Tómbola duraba cuatro horas, también fuimos pioneros en eso), saliera, se subiera a un taxi y se fuera al hotel. En la puerta contó la historia de su veto en Canal 9 a los periodistas a los que ella misma había convocado. Y anunció: esto no va a quedar así.
Un programa de cocina para Bárbara
Dos años después de este altercado, Bárbara Rey, que no sabía diferenciar un consomé de la confitura de cerezas, se puso al frente del programa de cocina En casa de Bárbara, también en Canal 9. Dato: pese a que los colaboradores del programa me cuentan que, efectivamente, no sabía cocinar, en algún sitio he leído que la actriz murciana le hacía paellas al rey emérito en su casa de Boadilla del Monte, primero, y de la Moraleja, después. Ni de coña, me cuenta el guionista, el realizador y el tipo que de verdad cocinaba. Cuando Bárbara se enfadaba por algo, porque faltaba sal, o por lo que sea, gritaba: ”¡Que venga el director general!”. Las estrellas son así.
Mi colega, el cómico de relumbrón Eugeni Alemany, empezó su andadura como guionista de televisión en ese programa. “En realidad era ayudante del guionista. Y tengo que decir que es el programa en el que más he currado en toda mi vida por la cantidad de secciones que hacía…”.
Una de ellas: escribir las cartas que se supone que tenían que enviar los espectadores, cosa que no sucedía, allí nadie enviaba nada. Así que las cartas se usaban también para introducir un elemento que se necesitaba narrativamente.
“Me las inventaba, claro. Un día era una señora de Gandía, otro un fontanero de Castellón, y yo metía mis cositas y las hacía creíbles. Por ejemplo, si ese día teníamos que usar besugo, yo me hacia pasar por alguien a cuyos primos les gustaba mucho el besugo, y preguntaba qué podía hacerles para cenar… Bárbara las tenía que leer en antena y yo no sé si llegó a sospechar algo, pero algo se debía oler porque el sobre era siempre el mismo…”, apunta Eugeni, a quien la vedette le dio su alternativa audiovisual. “Un día salí a hacer un personaje, un fontanero, y no lo debí hacer mal porque ella en persona me dijo ‘eres muy gracioso y tienes mucha vis cómica’, y hostia, que te dijera eso Bárbara Rey… Era una diva, sí, pero muy entretenida. No me extraña que el rey se enamorara”.
Pero sigamos con el tema. En su conjunto, la cadena PÚBLICA desembolsó cinco millones de euros en aquel espacio que estuvo cinco años en antena. Y sí, tal y como ha reconocido el exdirector del CNI, ese programa de cocina se le dio para mantenerla contenta y para callarle la boca. Fue Zaplana, claro, cómo no, el que recibió la petición y el que le dio la orden a la dirección de la tele, que a su vez le pasó el encargo a la productora citada.
El programa se inició en el año 2000, con Zaplana en el poder, y siguió hasta 2005, tiempo durante el cual hubo dos presidentes de la Generalitat más: José Luis Olivas y Francisco Camps, así que... Sí, los tres están inmersos en procesos judiciales y condenados en algún caso que ya conocemos. También hemos sido pioneros en eso.
Pese a que Ximo Pérez, el dueño de Trivisión, la productora que se hizo cargo del programa, es muy colega mío y siempre nos hemos hecho confidencias televisivas, cuando hace unos años le pregunté directamente por este asunto, no logré sacarle la frase rotunda, “sí, me llamó Zaplana en persona para pedirme ese favor”, solo emoticonos e ironías. Pero yo, que soy muy lista interpretando sarcasmos y frases a medias, puedo decir que sí, que SÍ, que efectivamente fue un favor que el ínclito Zaplana le hizo a la Casa Real, atendiendo a una velada petición.