Bárbara Goenaga, sobre la "violenta" insistencia de un productor: "Ahora se montaría la de Dios"
La actriz vuelve a la televisión con una serie que aborda el feminismo, 'Supernormal': “Las mujeres hemos salido de casa, pero los hombres no han entrado".
Bárbara Goenaga lleva el arte en la sangre, y no es un decir. La hija del pintor Juan Luis Goenaga, sobrina de la directora Aizpea Goenaga y pareja del exdirigente del PP vasco Borja Sémper —y de ahí que la sombra de la política irrumpa en su vida personal—, debutó en el cine a los 9 años. Con 37, ya puede decir que lleva a sus espaldas una carrera de casi tres décadas que se sigue extendiendo, ahora con su papel en la serie Supernormal, de Movistar+, que se estrena el 9 de julio.
La actriz forma parte de esa cantera de actores vascos de su generación que dispararon su popularidad a finales de los noventa, entre ellos Marta Etura, Miren Ibarguren —la protagonista de la serie—Gorka Otxoa o Unax Ugalde. Con ellos se encontró en Madrid, cuando dejó Euskadi por el agobio de la fama que le dio la serie Goenkale, de la ETB. Con su llegada a la capital metió cabeza en las televisiones generalistas.
Y de ahí, en adelante. Los cronocrímenes, Sin retorno o La punta del iceberg han sido algunas de las reconocidas producciones en las que ha participado.
Enemiga del dogmatismo y amante del baile (a su manera), Bárbara Goenaga revela su peor rodaje a los 20 años por la “violenta” insistencia de un productor; confiesa que su vida es más fácil desde que Sémper se retiró de la política; reconoce su preocupación por educar a sus tres hijos en la igualdad de género y explica cómo se siente en un papel cómico, pero natural.
Todo ello sin olvidar el feminismo, que tanto aparece en la serie y que tantos dolores de cabeza le ha ocasionado: “La sororidad con aquellas que hacen y dicen lo que yo quiero es otra cosa que no tiene que ver con el feminismo”.
Esta serie tiene mucho de feminismo, desde escenas claras hasta la repetición constante de la palabra sororidad... ¿Estás harta de que te pregunten por el feminismo?
(Ríe). No, no, no estoy harta.
Tú abandonaste Twitter por “demasiada insquisición para alguien que no cree en la censura ni en la persecución” porque, tras condenar una agresión homófoba, te sacaron a relucir la etiqueta de ‘mujer de’....
Muy feminista todo...
¿Cómo entiendes tú el feminismo?
Lo entiendo desde mí, creo que es válido, cada una lo entenderá como quiera. Para mí es respetar hasta a aquellas mujeres que incluso no entienden el feminismo —porque creo que no entienden la palabra feminista, pero ese es otro tema—. Respetar y apoyar hasta a la que dice no ser feminista, porque ellas lo necesitan más que ninguna. Ese es realmente el feminismo: apoyar, ayudar y acompañar a todas las mujeres en cualquier circunstancia, piensen lo que piensen, estén con quien estén.
Sororidad con aquellas que piensan como yo o hacen y dicen lo que yo quiero es otra cosa que no tiene que ver con el feminismo. Pero creo que estamos muy encaminados, aunque nos falte rodaje. Las mujeres son para mí mis compañeras, las entiendo mejor que a un hombre, llevamos el machismo en la sangre, pero ahora somos más conscientes.
No tiene nada de Supernormal la conciliación, de la que se habla mucho en la serie, y mucho menos en las actrices, ¿no?
Es un trabajo que hace complicado conciliar. Lo bueno y lo malo es que tenemos tres meses a tope en los que sólo podemos trabajar de sol a sol y luego tenemos cuatro meses o los que sean con mala suerte. Pero para poder estar con los niños, esos los aprovecho a tope y hago malabares, como todo el mundo. Lo veo más complicado para las mujeres que tienen un trabajo de oficina todo el rato, todo el año.
Vosotras, por ejemplo, no tenéis baja por maternidad.
Nos dan de alta en una serie y luego nos dan de baja. Muchas veces lo que nos pasa es que, si tenemos secundarios, nos dan de alta los días que tenemos rodaje, y cuando nos quedamos embarazadas estamos en el paro. No estamos contratadas siempre. ¿Quién nos va a dar esa baja?
Bueno, podrían existir fórmulas...
Sí, así que ya que estamos, lo voy a contar. Cuando me quedé embarazada hace diez años no tenía trabajo. Entiendo que es muy difícil encontrar un personaje que se ajuste a esa circunstancia, y estuve más de un año sin poder trabajar y pasándolo mal económicamente. Acudí a AISGE [entidad de gestión de actores y bailarines], porque existían unas ayudas por maternidad entonces, y me dijeron que necesitaban conocer los ingresos del padre de mi hijo. ¿Si yo había estado pagando en AISGE por qué necesitaban ese dato? Pues no me dieron ayuda al ver su declaración de la renta del año anterior. La opción que me daban era estar mantenida.
Dices que te “espanta no estar a la altura para educar” a tus hijos. Tu objetivo es “educarlos en la igualdad”. ¿Con qué dificultades te encuentras?
Las dificultades empiezan en mí. Tenemos una labor enorme y no sé si vamos a ser capaces todavía en mi generación, porque hasta hace cinco años éramos bastante machistas. Tengo tres chicos y es complicado dar ejemplo cuando todavía, ahora mismo, nos cuesta ponernos en nuestro sitio en muchas cosas. Lo que me preocupa es lo que vean en mí, en casa, que vean que todo se comparte, que todo se hace a medias. En eso estamos mi chico y yo. Tengo la sensación de que el cambio está siendo ahora.
Tienes una estrecha relación con Maribel Verdú, que confesó recientemente “haber sufrido acoso de gente muy influyente” en los camerinos. Y en la serie también se dice la frase “le voy a poner un hashtag de #MeToo como un piano”. ¿Has vivido algo parecido? Por cruda que suene la pregunta.
Hay que preguntar y es interesante contarlo. Tengo una historia muy concreta, ninguna más. Rodaba en Italia con 20 años y uno de los productores muchísimo mayor que yo me mandaba mensajes al móvil. La insistencia era muy violenta. En una escena en la que tenía que estar desnuda, la típica con equipo reducido, el tío estaba ahí y tuve que decir ‘por favor, ¿podéis hacer que este señor que no me deja en paz se vaya?‘. Él decía que era el productor y que no se movía de ahí y yo que no iba a rodar si él estaba presente, así que al final se fue. Ahora se montaría la de Dios. Yo hablaba con mis compañeros y con el director para que le dijeran que no me escribiera más, porque cada día lo veía. No paraba. En ese momento todo el mundo me decía ‘bah, pero si él es así, no le hagas ni caso’. No fue nada físico, nunca me ha pasado por suerte, pero lo bueno de ahora es que esas situaciones ya no pasan, y si pasan, las detectamos al vuelo y se atajan. Ahora se tiene muy en cuenta.
Esto también son palabras tuyas: “La Cultura debe ser de todos y para todos. Que se note”. ¿En qué no se nota?
Una sociedad inculta es una sociedad vulnerable. Lo primero es la Educación y la Cultura y tiene que llegar a todo el mundo. Es la base.
Cuando te preguntan cómo es vivir con un político [Borja Sémper], ¿cuál es tu primer pensamiento?
Lo primero es ‘no te lo tengo que contar’ (no a ti, al que me lo pregunta), o sea, qué te importa. ¿Te pregunto yo a ti cómo es vivir con un peluquero o con un economista? Podríamos hablar mucho de este tema y saldría otra vez el asunto del feminismo, pero no ha sido nada fácil.
¿Ahora ya lo es?
Ahora ya puedo decir que tengo un novio que no es político y eso me facilita mucho la vida, también en lo laboral, pero hubo un momento en que fue muy muy complicado, horrible. Te llevan a sitios que no tienen nada que ver contigo. Hay gente que no entiende que la libertad de una mujer también incluye poder estar con una persona que piense diferente en algunas cosas, como te puede pasar con el peluquero o el carnicero.
Pues ahora os definen como la pareja más natural y espontánea del panorama español.
¿Ah sí? Creo que somos todos naturales, otros pueden estar más encorsetados, pero las parejas son parejas, da igual las profesiones. Pues mira, me alegro de que nos definan así, es bonito.
En tu sección en RNE hablabas de carga mental. ¿En qué notas tú la carga mental?
Las mujeres hemos salido de casa, hace años, por suerte, pero los hombres no han entrado en casa. La mujer está fuera y dentro, y es un problema que nos incumbe a todos. La carga mental es una cosa muy grave, que crea un estrés tremendo y se lleva la salud por delante. Candela Peña lo dijo muy claramente, que un hombre y mujer pueden ser altos cargos de una empresa, pero la mujer sabe si falta o no la avena y el hombre no, y es trabajo de todos que el hombre también sepa y haga algo cuando falta avena en casa. Es trabajo de todos para que la mujer también pueda ejercer su trabajo al 100%.
Esto también lo aborda la serie.
Sí, que la mujer quiere llegar a donde llegan los hombres y llegamos por ‘lo de la superwoman’, pero una mujer no tiene que ser una superwoman. Hay una frase que me molesta mucho cuando voy con mi chico y me preguntan ‘¿ya te ayuda?’. Cómo que ‘ya te ayuda’, no me tiene que ayudar a mí, tiene que hacer su parte. Uno de los problemas más gordos que tenemos es que estamos ocho horas fuera intentando llegar a donde queremos llegar y con la mente puesta en las clases extraescolares, la vacuna, etc. En general es así. El otro día lo hablaba con Manuela Carmena y me decía “es que el empresón que manejamos las mujeres es el de dentro de casa, pero también el de fuera”. Tú estás trabajando y tienes la fiebre de tu hija en la cabeza, y esa gestión es una burrada. La mujer puede llegar a todo, pero los hombres también. Quiero decir desde aquí que, por favor, creemos mucho en ellos, en su inteligencia y poder de gestión, y claro que saben hacer dos cosas a la vez, sólo que no han querido.
¿Qué ha sido lo más difícil de interpretar tu papel en Supernormal?
Creo que ha quedado una comedia que contiene cosas de las que nos reímos en nuestra vida real. Eso es lo mas difícil en comedia, no hacer el chiste fácil (aunque tampoco es fácil, porque la comedia está minusvalorada). Cuando haces algo tan realista es complejo, porque no puedes dejarte llevar por los clichés, tenía que ser algo más natural. En comedia, dos minutos más de silencio o dos menos lo cambia todo, hay que saber jugar con las frases, los tempos y la musicalidad.