25 años de la victoria de Aznar: cómo están los protagonistas de la foto del 3-M
Más sombras que luces tras aquella imagen del balcón en Génova 13.
Naná-naná-nanananá. A tope el himno del PP. La calle Génova hierve, desde Colón hasta Alonso Martínez se extienden centenares de personas con banderas de España y blancas con el logo del PP (era un charrán, no una gaviota). Es 3 de marzo de 1996 y el Partido Popular ha logrado su primera victoria tras catorce años de dominio absoluto de Felipe González. La derecha vuelve a La Moncloa.
“Buenas noches a todos, el Partido Popular ha ganado las elecciones. Quiero deciros que comprendo, y no solamente comprendo, sino que comparto y agradezco vuestro apoyo, ayuda y entusiasmo”, dice un joven José María Aznar desde el balcón de la sede. “Oe, oe, oe” y “presidente, presidente” gritan desde abajo. El líder devuelve: “Habéis triunfado después de muchos años y de un modo limpio, democrático y ejemplar, como hay que hacer las cosas”.
Lo miran emocionadas y aplaudiendo las personas más cercanas a Aznar entonces. Su esposa, Ana Botella, y su núcleo duro: Francisco Álvarez Cascos, Rodrigo Rato y Mariano Rajoy. Los hombres llamados a protagonizar buena parte de la historia de España en las siguientes décadas. Con sus victorias, sus derrotas, sus dramas, sus peleas internas, sus conspiraciones, sus engaños y sus silencios.
Aznar sigue construyendo un relato heroico de sus dos legislaturas, centrándose siempre en la economía (se vanagloria de haber creado cinco millones de puestos de trabajo) y en la proyección internacional. Pero visto hoy el aznarismo, ese milagro económico disfrazó un boom inmobiliario que quebraría años más tarde en la gran gran crisis y escondió el inicio de las grandes privatizaciones. Su imagen en el exterior no sólo fue la de la entrada en el euro, sino la de un Gobierno que envió a sus militares a la guerra de Irak frente al clamor de las calles.
Un Ejecutivo que se pintaba como el más profesional de la historia y que acabó con ministros hasta en la cárcel (Rato, Eduardo Zaplana, Jaume Matas). Todo sostenido por un partido con una caja B desde 1989 -según la sentencia de la Audiencia Nacional- y que se tiñó de negro con el Prestige.
Aznar, del estilo castellano a la jet y el narcisismo
25 años dan para mucho y todos los protagonistas de aquella foto han evolucionado (en todos los sentidos). Aznar se presentaba entonces como un hombre austero, de estilo castellano, al que apenas le gustaba hablar, la antítesis del manierismo sevillano de Felipe González. Pasado los años no tienen nada que ver con aquella figura, es un expresidente al que le gusta llamar la atención, ser el centro de todas las miradas, codearse con las grandes fortunas, con un estilo más parecido al de un banquero en la City, con pasión por los chalés en Pozuelo y en Marbella. Hasta casó a su hija en la etapa final de La Moncloa como si fuera la tercera infanta de España.
Aznar anda estos días reivindicando su paso por el Gobierno y estos 25 años. Y fiel a su estilo, no hace autocrítica y sigue sin reconocer errores, como achacar el atentado del 11-M a ETA ocultando la hipótesis de que había sido obra de yihadistas. Después de años alejado de la vida del partido y coqueteando incluso con Cs -para intentar poner nervioso al siempre impasible Mariano Rajoy-, el expresidente decidió jugar fuerte en el pasado congreso extraordinario y apoyó a uno de sus grandes pupilos, Pablo Casado (que fue su jefe de gabinete en FAES).
Era el momento de volver a las esencias, a la derecha pura. Mano dura. Y consiguió su propósito gracias a Casado, también con la ayuda de una buena amiga de ambos, Esperanza Aguirre. Volvía por la puerta grande a la calle Génova, dispuesto a mover los hilos. Pero han pasado más de dos años y su gran alumno no le termina de convencer. “El PP no vive su mejor momento”, decía en La Sexta. Se ha visto cara a cara con el actual líder en un acto por este 25 aniversario este martes. Casado ha reivindicado su proyecto centrista y le ha recordado que hasta él le dijo que lo tenía más complicado que sus predecesores. Le echa en cara el expresidente que no sea capaz de aglutinar a todo el centro derecha y que Vox esté capitalizando el descontento contra Sánchez.
Casado intenta no romper con el legado de Casado y Rajoy pero quiere soltar lastre del pasado. Están convencidos en la dirección actual de que buena parte de los malos resultados electorales se debe a los casos de corrupción. Por ello, dice el actual líder que es “compatible” condenar las conductas no ejemplares con sentirse “orgullosos del PP”.
Aznar nunca se ha terminado de ir ni del PP ni de la política española. Él mismo ha reconocido que no pasa ni un sólo día en el que alguien le diga que tiene que volver a la primera línea. El expresidente del Gobierno dejó su puesto en el Consejo de Estado en 2006, pero sigue cobrando un sueldo vitalicio como exlíder de La Moncloa de 79.336 euros al año (además de disponer de dos asesores y de coche pagados por el Estado). Además, ha hecho vida en los negocios: fichando por News Corporation, Afiniti y Latham & Watkins. Asimismo, da conferencias a lo largo y ancho del mundo y es presidente de Faes y del Instituto Atlántico de Gobierno.
Rato, el ‘milagro económico’ acaba en la cárcel
En aquella foto de Génova (que pronto dejará de ser la sede del PP) Rodrigo Rato era el gran favorito para la sucesión en el futuro. Un brillante economista, de buena familia, bien conectado, con idiomas, muy diferente a Aznar. El expresidente siempre pensó en él para el día de mañana, pero la vida da muchas vueltas. Sus padres se conocían desde hacía muchos años, y ellos desde 1978. Además, sus mujeres -Ana y Gela- eran íntimas y las familias pasaban días de asueto en el molino de los Rato en Carabaña (hasta algunas jornadas de reflexión).
En un viaje en el año 2000 a Baqueira, Aznar le hace una confesión íntima a Rato: no se va a presentar a un tercer mandato y piensa que él es su “sucesor natural”. Así lo narraba el propio expresidente en sus memorias, en las que detalla que su súper ministro de Economía dudaba. A los pocos días, lo volvió a intentar y no hubo respuesta. El expresidente se enteraría poco después por la prensa y un titular en El Mundo: “Rato no quiere”. No habría ya tercera vez, aunque Rodrigo se arrepentiría y le pediría en 2003 ser el aspirante del PP a las elecciones. Aznar no perdona.
El 30 de agosto de ese año reunió alrededor de una mesa baja en La Moncloa a Rato, Jaime Mayor Oreja, Mariano Rajoy y Javier Arenas. Y habló muy claro y directo: “He pensado que la persona que mejor puede hacerse cargo de la situación en estos momentos es Mariano”. Luego salieron los cinco a comer a los jardines presidenciales.
Pero Rato seguía teniendo ganas de poder (de mucho poder). Decidió dar el salto internacional, con el apoyo del posterior Gobierno del socialista José Luis Rodríguez Zapatero, logrando entrar en la órbita máxima internacional como director gerente del Fondo Monetario Internacional. Su amigo Aznar levantaba el teléfono para que lograra ese puesto y llamaba a George W. Bush, Jacques Chirac y Tony Blair. La vida que siempre le había gustado, la de las grandes finanzas y los vuelos privados con escalas internacionales, con casa cerca de Dupont y con corte de pelo en Diego’s Hair. Pero en esa vida llena de giros inesperados, abandonó su puesto años más tarde bajo los rumores de toda España de que regresaba por si caía Rajoy y lograba por fin ser el candidato que nunca fue. Con otro objetivo: ser el gran banquero de España, con primera parada en Lazard y luego en el Banco Santander. El caramelo estaba a punto de llegar: la Presidencia de Caja Madrid. Oropeles en plena crisis económica, brindando con champán por la salida a Bolsa.
Pero detrás del oro había fango y barro. Guindos se cobraría su cabeza y le forzó a dimitir. Pronto llegaría la otra imagen que marcaría a España: la mano de un policía deteniendo a Rato y metiéndolo en un coche. El milagro acababa entre rejas. El exministro ha sido absuelto por el caso de la salida a Bankia, pero fue condenado por el de las tarjetas black (cuatro años y medio). El pasado 12 de febrero conseguía salir de la cárcel, en régimen de libertad condicional, por tener más de 70 años y mostrar un pronóstico favorable a la reinserción. Y sigue acumulando problemas con la Justicia: el magistrado Antonio Serrano-Arnal lo acaba de procesar por supuesta corrupción, blanqueo y elusión fiscal en el caso sobre el origen de su fortuna.
Rajoy, el político resistente que no pudo con la corrupción
Nada que ver con el discreto Mariano, el gallego al que no le gustaba salirse del tiesto, al que nadie veía en el cartel de unas elecciones. Pero precisamente su estrategia de no postularse, de vivir en la sombra, de no incomodar al presidente con una palabra más alta que otra… Fue ese estilo de ‘por favor, no me elijas a mí’ el que llevó a Aznar a apuntar su nombre en la libreta azul, entendiendo que era la figura más adecuada ante las convulsiones nacionalistas que asomaban.
Rajoy no cuajaba, no cuajaba. Su liderazgo siempre estuvo en duda, y el propio Aznar se alejó pronto de él. No era el Partido Popular que esperaba ni tampoco el gallego era un muñeco al que pudiera manejar fácil. De hecho, fue soltando lastre del aznarismo y se daría cuenta tras cuatro años que no vencería teniendo al lado a Ángel Acebes y Eduardo Zaplana. Llegaría otro giro al centro y la encarnación del ‘marianismo’ puro, con políticos como Soraya Sáenz de Santamaría, Alfonso Alonso, José Luis Ayllón y María Dolores de Cospedal.
A Rajoy siempre le gusta recodar que la mayor victoria del PP en las urnas se produjo con él en noviembre de 2011. Se tendría que enfrentar a una durísima crisis económica y pedir el rescate financiero a la Unión Europea. Su gran obsesión era no pedir el rescate total, pero sus duras políticas de austeridad trajeron también consigo el ascenso de Unidas Podemos y la aparición con fuerza de un supuesto partido liberal llamado Cs. En su segunda legislatura se enfrentaría al gran desafío independentista, que lo dejó en shock y que para muchos es el verdadero origen de la ultraderecha de Vox. El bipartidismo murió con el marianismo.
Y siempre será recordado por su gestión de los papeles de Bárcenas (aquellos que trituró, según el extesorero). Minimizó ese gran escándalo, que luego explotaría en los tribunales, con la comprobación de una caja B y las condenas por el caso Gürtel. Lo que provocaría su salida de La Moncloa a través de la moción de censura presentada por Pedro Sánchez. Un abrupto final para el hombre que aspiraba a ser el Merkel español, con eterna silla en el poder. Decidió entonces cortar por lo sano y volver a su puesto de trabajo: registrador de la propiedad. Publicaría un descafeinado libro de memorias y sigue en la sombra, con apenas actos públicos, y dejándose ver en algunos de los restaurantes de moda de la capital. Andan él y los suyos cabreados con la actual dirección de Casado, al entender que no lo defienden firmemente ante las acusaciones de Bárcenas y esas críticas al “pasado”.
Cascos, un “general secretario” fuera del partido y expulsado de Foro
Nunca terminaron de congeniar precisamente Rajoy y Francisco Álvarez Cascos, otro de los grandes protagonistas de aquella foto de hace 25 años. Si alguien ponía firme al partido, ese era Cascos. Todos le llamaban “general secretario” y fue ‘número dos’ del partido hasta 1999, momento en el que Aznar lo reclamó también para el Gobierno y lo nombró ministro de Fomento (uno de los departamentos con más poder, obras son amores).
Pero todo saltaría cuando Rajoy dio su giro y Cascos abandonaba el PP criticando hasta la “novicia” Sáenz de Santamaría. Su plan fue crear una nueva formación, Foro Asturias, que lo llevó a la Presidencia del Principado pero tan sólo unos meses. Lograrían representación en Madrid… pero ahora anda de pleitos con esta organización. Está siendo investigado tras la querella presentada por este partido por los presuntos delitos de apropiación indebida y administración desleal.
Cascos fue expulsado de Foro Asturias el pasado mes de junio tras encargar la dirección una auditoría externa a través de la cual se encontraron distintas irregularidades y en la que se le achacan ingresos de más de 1,2 millones de euros en sueldos y gastos que pasó al partido que él promovió en 2011. ¡Que no falte de nada!
Lo que no se intuía entonces es que la única mujer que había en el balcón, Ana Botella, daría años más tarde el salto de la política. La esposa de José María Aznar lograría primero un hueco como concejala en Madrid en la lista de Alberto Ruiz-Gallardón, para luego acceder al despacho más grande de Cibeles. Una época de decadencia de la ciudad, en la que se recordará también por el caso del Madrid Arena y su gestión desde un spa en Portugal,
Este mes de junio, durante su bronceado confinamiento en Marbella junto a Aznar, se llevó una buena noticia en el ámbito de los tribunales Botella al absolverla el Tribunal Supremo por el caso de la venta de pisos a fondos buitre. Tiene además una empresa junto a su marido, que se llama Famaztella (una sociedad constituida en 2004), pero ahora mismo en número rojos: registró pérdidas de 194.404,22 euros durante 2019.
Aquella noche cumple 25 años… Volver con la frente marchita.