El huracán Ayuso sacude el tablero político español
Todos los partidos reenfocan sus estrategias tras esta especie de ‘midterm elections’
Eran sólo unas elecciones para la Asamblea de Madrid… pero se han convertido, como dirían los americanos, casi en unas midterm elections. La aplastante victoria de Isabel Díaz Ayuso ha supuesto un giro de guión en la esquizofrénica política española, sin que nadie sepa adivinar cómo se catalizará de aquí a unos meses.
El PP, hasta el martes, era un partido cabizbajo, sin ánimos, golpeado duramente tras el fiasco en las catalanas y sin visos ganadores en las encuestas en las generales. La noche del 4-M todo cambió gracias a Isabel Díaz Ayuso, una apuesta personal del propio Pablo Casado pero que ha despegado mucho más fuerte que el líder con su propia estrategia autónoma de Génova y que es el mirlo blanco de los populares en toda España.
Ayuso ha conseguido arrasar con su discurso de “libertad” -que empiezan a copiar ya en muchos lugares de España- en unas elecciones autonómicas adelantadas atípicas, con discursos en clave nacional pero con una sociología muy concreta madrileña. Pablo Casado ha reconocido que vivió la mejor noche en política este martes y ahora se sube a la ola de su amiga.
La lectura que se hace en Génova 13 (todavía en venta) es que esto supone un punto de inflexión en la política española, que han encontrado el click con la sociedad española, que un país cansado de pandemia y azotado por la crisis económica puede conectar con el ideario del Partido Popular. Hay que ‘ayusizar’ España, piensan en la dirección del PP. Para ello están desplegando una ofensiva en todas las provincias para lanzar este mensaje. Los populares están eufóricos, han conseguido ese ánimo que les faltaba.
Además, Madrid ha supuesto, según fuentes del PP, el golpe final para dejar fuera de juego a Cs. A partir de este momento, creen en Génova, sólo hay dos partidos en el espectro: Vox y ellos, que crecen al alza. En los próximos días esperan los populares que haya más bajas entre los de Inés Arrimadas, entendiendo que ya ha calado el mensaje de que el voto que de verdad puede echar a Sánchez es el de Pablo Casado.
Casado ha estado muy ausente en la campaña, tras la petición de autonomía de Ayuso. Pero fue el que más se exhibió en el balcón de Génova la noche del martes, va a intentar sacarle el máximo rédito. Aunque la verdadera estrella es la presidenta madrileña, que desde esta semana es un icono para los populares y la candidata que muchos querrían en unas generales. Desde Sol siempre niegan que trabajen para llegar a La Moncloa y recuerdan que los dos son amigos personales, que la lealtad de ella es inquebrantable. No obstante, dentro de la dirección de Casado hay quienes recelan de las estrategias e intenciones del todopoderoso jefe de gabinete Miguel Ángel Rodríguez.
Ayuso, según ha reconocido, ahora le toca gestionar ese enorme capital de voto, sabiendo que mucho viene de otros espectros ideológicos. Primero tiene que llegar a algún tipo de acuerdo con Vox, que facilitará la investidura pero no ha descartado entrar en el Gobierno y querrá hacer valer la suma de diputados. Sus planes más inmediatos pasan por reducir las consejerías del Ejecutivo, aprobar unos presupuestos (los actuales son los del 2019 prorrogados) y una bajada de impuestos.
Los populares, según fuentes de Génova, ya están empatados e incluso por delante del PSOE en intención de voto tras el 4-M si hoy hubiera elecciones generales. Pero los socialistas no les van a dar ese gusto: Pedro Sánchez tiene intención de agotar la legislatura tras pasar los meses más duros y el estado de alarma, con la vista puesta en la llegada de los ingentes fondos europeos y el proceso de vacunación viento en popa.
El PSOE se ha llevado un histórico varapalo en Madrid. La estrategia de Ferraz y de Moncloa pasa ahora por circunscribir esa derrota sólo en la comunidad y decir que no es extrapolable al resto de España. Pero hay más preocupación en privado de lo que se aparenta en público porque supone que el PP coja aire en un momento social complicado y justo cuando acaba el estado de alarma.
Por eso, Pedro Sánchez ha movido ficha, especialmente de manera interna en estos primeros días. Hay que cambiar caras y dar un nuevo impulso: José Manuel Franco ha dimitido como líder en Madrid y Ángel Gabilondo no recogerá su acta, tomando las riendas de la siempre convulsa federación madrileña una gestora presidida por Isaura Leal, una diputada muy cercana al presidente del Gobierno.
El otro proceso que se ha abierto es del PSOE andaluz para elegir en primarias a un candidato a la Junta (que no líder regional). Se presenta como la batalla final entre Pedro Sánchez y Susana Díaz, que sigue aferrada a su cargo. El otro gran rival será el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, que cuenta con el apoyo de sanchistas y de exsusanistas. El 13 de junio será el resultado final (en primera vuelta si un aspirante logra más del 50% de apoyos de los 44.000 militantes andaluces). En el partido también se espera que la labor del Gobierno pueda brillar más ahora que acaban las grandes restricciones y que se pueda impulsar la agenda legislativa tras meses encerrados en el covid.
Ese mismo 13 de junio tendrá lugar otra importantísima cita para la izquierda española: se conocerán los resultados de la asamblea de Podemos para elegir a su nuevo líder. Todo ello después de la dimisión por sorpresa de Iglesias la noche del 4-M. La dirección ya tiene un nombre de consenso: Ione Belarra. La ministra de Asuntos Sociales se perfila como la próxima secretaria general y máxima autoridad en lo orgánico, pero en el tema de la candidatura para las generales el nombre sobre la mesa es el de Yolanda Díaz (que no es miembro del partido morado). En UP creen que tiene dos años por delante para poder perfilar una buena candidatura para esas generales y mejorar los resultados a nivel nacional.
Y camino, mientras, de esa muerte anunciada anda Ciudadanos, donde Inés Arrimadas sigue diciendo que son más necesarios que nunca y ha ascendido como ‘número dos’ a Edmundo Bal, que no se inmoló por completo en Madrid, ya que no renunció a su escaño en el Congreso de los Diputados. El goteo de baja sigue.
¿Para cuándo otro tsunami en la política española?