36 horas de Ayuso en vena
Lo que se ha escuchado, sentido, vivido y silenciado en la entronización de la nueva presidenta del PP de Madrid.
“Estrenas zapatos, eh. Qué guapo”. La cola de las acreditaciones va creciendo. Todos en fila, hay nueva jefa (jefaza) en el PP de Madrid. Hay que ponerse las mejores galas. Se entierra al viejo PP del Barrio de Salamanca, ahora es un partido “callejero y pandillero”. Pero, ojo, las camisas azules, los mocasines sin calcetines, los bolsazos con logos y los pantalones caquis se siguen llevando. Que no falten pulseritas de España, tela muñequera.
Día y medio de proclamación, a mayor gloria de Isabel Díaz Ayuso. Ya tiene lo que quería: el poder absoluto, desde la Puerta del Sol hasta la primera planta de la calle Génova. Y esto ha sido un chute de ayusismo en vena, 36 horas de demostración de fuerza. Con una consigna: no se mueve nada sin que ella no quiera. El nuevo líder nacional, Alberto Núñez Feijóo, le ha dado cheque en blanco, ni una indicación, no le ha sugerido ningún nombre, no le ha impuesto nada. Manos libres. A partir de ahora, todo lo que pase será por culpa de ella en el PP de Madrid (para bien y para mal).
El ayusismo ha mostrado su anatomía durante esta jornada y media de cónclave en Ifema (léase también Feria de Madrid), ese lugar frío a las afueras, lleno de osos pop gigantes, con sus pasillos mecánicos y sus palmeras sueltas. A las espaldas, además, se estaba celebrando el festival Tomavistas (¿sabrían Rigoberta Bandini y Alizzz que hacían de teloneros de Ayuso?). Ella se ha puesto en todas sus entradas ante las cámaras la versión rock del “naná-naná-nananananá”. Pero, ojito, que en el tramo final de su segundo discurso, ha sonado una versión lacrimógena del himno popular. Todo planificado hasta el milímetro. Con lágrimas de ella incluidas en el pack.
Y es que la entronización estaba orquestada minuciosamente por su equipo, que lleva la comunicación en vena. Siempre a su lado, atento, controlando todo Miguel Ángel Rodríguez -o MAR para los círculos de poder-. Ella tiene confianza ciega en él y, además, le hace reír. Con otro apoyo también fundamental: José Luis Carreras. Tocaba este fin de semana crear la nueva dirección del PP. Sorpresa, sorpresa, ni rastro de la anterior cúpula. Ana Camíns al rincón de pensar, como el resto del casadismo.
Este ayusismo tiene como gurú también a Alfonso Serrano, su número dos como secretario general. Él estaba feliz, contento, radiante. Que nadie le chiste, eh, que vienen las municipales del año que viene y las listas pasarán por sus manos. La presidenta ha renovado casi al cien por cien la dirección, elevando hasta arriba a Inma Sanz, Ana Millán -investigada por prevaricación-, Jesús Moreno y Jorge Rodríguez. Sangre fresca, pero, sobre todo, muy de Ayuso. Al final pasa con todos lo que se hacen con el poder.
En estas horas ha quedado claro que ella quiere un partido “del pueblo”, con la orden de que salgan a terrazas, plazas y estadios. El ayusismo también va a por el voto migrante y a por los municipios del sur, el gran test para las locales del mayo del año que viene. Ha indultado asimismo a su amigo José Luis Martínez-Almeida, que será candidato. Los dos formarán ticket electoral. “Isa, aquí tienes a tu partner”, le decía él el primer día de la convención en un discurso de peloteo máximo. ¿Qué pensaría Pablo Casado de todo esto? Pues no sabemos, pero sí una cosa tenemos clara: a nadie le importa ya en el PP. Nadie lo ha mencionado, nadie se ha acordado de él. En el ayusimo no existe ni rastro del casadismo. Ciao. Y si te puso de candidata, pues ni me acuerdo.
Ha sido un año muy complicado, como ha reconocido durante una conversación informal con periodistas. Pero el “alivio” le llegó en el minuto en el que Alberto Núñez Feijóo convocó el congreso del PP de Madrid, el momento político más importante para su carrera. Ella dice que está encantada con el gallego, al que considera una maravilla y del que admira su seguridad. Ahora puede decir lo que quiera sin miedo a que lo interprete el jefe a su manera (como le pasaba con Pablo Casado para mal).
Y lo ha hecho a lo grande, con su incendiario discurso de cierre el sábado al mediodía. Una comparecencia centrada en el foco nacional (lo que le gusta realmente), donde se ha despacho con el Gobierno, pasando líneas como llegar a criticar a la ministra de Igualdad, Irene Montero, afeándole que su mayor “éxito político” es ser “señora de”. Le han aplaudido los presentes, ¿se atreverían a hacer ese ejercicio argumental con Ana Botella? En este curso de ayusismo repitan varias veces: la izquierda es muy mala. ¿Motivos? “Libertad para fumar porros”, “ponen el franquismo de rabiosa actualidad”. Pero ella se presenta como el “contrapeso”.
Porque queda claro que es la que más ama a España, la que más fomenta el empleo, la que más cree en la meritocracia. Ahí se le ha olvidado citar la comisión de su hermano por traer mascarillas en el peor momento de la pandemia. Pero sí ha querido, emocionada, recordar lo que está sufriendo su familia por apellidarse “Díaz Ayuso”.
Bueno, volviendo a la relación con el gallego. Dos estilos diferentes, dos formas de entender la política, pero que se han conjurado para echar a Pedro Sánchez de La Moncloa. Ella dice que los dos discursos no chirrían, sino que se complementan y no quiere más interpretaciones. En privado comenta que no le haría cosa más feliz que que el gallego ganara las elecciones. Por eso, delante de todos, a puesto a su disposición a su equipo de “tabernarios”.
El presidente del PP ha aparecido como plato principal en la segunda jornada del sábado. Ella le esperaba a las afueras del pabellón, como anfitriona. Todo al azul, ella de celeste y él más de marino. “Estoy de comité de bienvenida, todo está pensado”, le decía a los suyos antes de que llegara. Cuando se han visto, dos besos y cariños. “Bueno, vamos a ello”, le comentaba a él enfilando el paseíllo delante de las cámaras. Unos minutos de conversación ante los fotógrafos, que quede claro que arranca una nueva etapa.
El nuevo líder del PP ha llenado de loas su intervención hacia ella: “Aquí hay una líder”. Pero también le ha puesto deberes, ir a por la mayoría absoluta. Con un gesto: le ha cedido el puesto para que ella cerrara el congreso con su discurso. No estaba previsto. Ella había preparado los papeles pensando que sería la telonera. Cuando se ha subido, estaba en shock, como ha reconocido luego. Comenta que en el fondo es muy vergonzosa, que de pequeña lo pasaba mal hablando en público. Cuando ha intervenido, apenas veía el suelo, sólo se fijaba en las dos primeras filas. Al terminar, de manera discreta, le ha preguntado a Cuca Gamarra cuánto tiempo había estado y si se había alargado mucho.
Los popes del PP han pasado a lo largo de los dos días para entronizarla. El viernes por la tarde estaba con sus colegas autonómicos (Juanma Moreno, Alfonso Fernández Mañueco, Fernando López Miras y Alfonso Rueda). Este domingo, además de Feijóo y Gamarra, se han sentado Dolors Montserrat, Javier Maroto, Carlos Mazón, Paco Núñez, Ana Beltrán y Elías Bendodo, que todavía tiene cara de polémica de plurinacionalidad. Se nota que algo mal lo ha pasado. Y, por supuesto, estaba Esperanza Aguirre, su fan número uno y madrina. Las dos han coincidido sonrientes a la entrada del pabellón. Los que no han aparecido han sido Mariano Rajoy y José María Aznar, que habían sido invitado. Pero ya se saben las agendas de los ex presidentes… Ah, y siempre moviéndose entre bambalinas Juan Carlos Vera.
Se habla mucho en los discursos. Y se calla otro tanto. Del silencio de Casado ya se ha mencionado, pero también hay olvidos que gritan. Mucho tabernario, mucha libertad de la cerveza, mucha ciudad abierta, pero en su discurso ni una mención del drama que se vivió en las residencias, competencia de la Comunidad. ¿Para qué? Y muy poquito de la sanidad pública. Esa cosa de huelguistas.
El PP ha estrenado su nueva época. Y ella tiene todo el poder en Madrid. 36 horas de Ayuso en vena.