'Autorretrato de un macho disidente'
PROLOGO PARA EL RETRATO DE UN MONSTRUO
Me cuesta explicar qué tipo de libro es este que tienes en tus manos. Ni yo mismo, una vez terminado, he tenido claro qué etiqueta ponerle, aunque tal vez lo más sabio sea eso precisamente, asumir que la literatura, la creación en general, debería superar de una vez por todas las fronteras con las que tendemos a dividir todo lo que nuestra imaginación, nuestro corazón y nuestra cabeza son capaces de crear. Este libro va precisamente de fronteras o, mejor dicho, de cómo acabar con ellas, de cómo diluirlas en un espacio fluido en el que finalmente cualquiera de nosotros pueda ser lo más feliz posible sin necesidad de atenerse a normatividad alguna. Por lo tanto, empecemos por superar el propósito de encajarlo en un género, en un estilo, en una determinada estantería. Empecemos por negar.
En los últimos diez años he vivido tantos procesos de cambio en mi vida, en los que han ido de la mano lo estrictamente personal y lo que ha constituido mi objeto de reflexión como investigador, y a su vez lo que ha sido en gran medida mi compromiso político y de acción social, que sentí la necesidad de ordenar todas esas piezas, ponerlas por escrito y mirarme al fin en ese retrato de hombre imperfecto. Tal vez sea muy osado por mi parte pensar que lo que aquí he tratado de reflejar puede ayudarle a alguien, o como mínimo ser espejo para algún hombre que todavía no haya sido capaz de cuestionarse si su vida no está siendo más que el cumplimiento riguroso de lo que se espera de él, pero sí que confío en que mi experiencia pueda mirarse políticamente.
El feminismo me enseñó que todo lo personal es político y, por tanto, tengo muy claro que cualquier gesto, cualquier paso, cualquier palabra, lo hago como animal político que soy y con una más que evidente proyección hacia los demás y hacia el mundo en el que vivo. Desde esta posición, he querido que justo eso, lo personal, se convierta en la trama desde la que reflexionar sobre la masculinidad, el feminismo, la igualdad, las diferencias, el amor o la familia. Y de ahí que en muchos casos, y no sé si pedir perdón por ello o no, me hayan salido unos textos demasiado líricos. Y es que, debo confesarlo, me ha resultado muy difícil, por no decir imposible, sujetarme a los estrictos márgenes de la prosa y he volado.
Lo que cuento en las páginas que siguen supone un ejercicio extremo de sinceridad, de desnudez, de volcar hacia fuera lo que durante mucho tiempo he vivido y he sentido en soledad o, como mucho, junto a las personas concretas que han compartido mis días. A pesar de lo arriesgada que puede ser esta apuesta, tenía muy claro que solo desde ese vaciamiento tendría sentido una empresa con la que yo intento explicarme y, al mismo tiempo, dar claves para que otros muchos puedan hacerlo.
Supongo que este ejercicio de sinceridad podrá molestar, incomodar o sorprender a algunos. Pido excusas por adelantado si alguien de quienes han pasado por mi vida se siente herido por estas páginas. Todas las personas que aparecen en ellas han sido y son para mí esenciales, a todas por distintas razones les estoy agradecido y aunque muchas de ellas ya no estén, para mí siguen estando. En muchos casos, para evitar equívocos, o que mis palabras puedan dañar la intimidad, he cambiado nombres, algunas circunstancias y he dejado que lo literario se superponga a lo real, aunque yo mismo a estas alturas no tenga claro si realmente esa distinción es posible. Dicho esto, todo lo que cuento en este libro ha sido vivido, aunque en algunos casos no con la misma dimensión que aquí aparece.
Como a estas alturas ya no puedo entender la vida de otra manera, este libro está escrito no solo desde la cabeza o el corazón, sino desde el pecho, es decir, desde las convicciones en las que para mí es inevitable separar lo racional y lo emocional. En las páginas que siguen está presente, desde la primera a la última, mi compromiso feminista, mis utopías laicas y republicanas, mi militancia contra la diversofobia y la lucha que desde hace años mantengo, dentro y fuera, contra todo aquello que implique reducirme, reducir a cualquiera, a los estrechos límites de lo normativo. Me he pasado la vida negando las estrategias, cuestionándome las expectativas, siempre he vivido en gerundio. El salto cualitativo es que si hace unos años esquivaba ese tiempo verbal, ahora lo disfruto.
En este sentido, también este libro es una especie de ensayo/relato sobre la deconstrucción de una masculinidad que respondía a los cánones de la hegemónica y del proceso que la está llevando a hacerse cada día más disidente. Hace un tiempo escuché en una entrevista a Rosa Montero decir que "todos somos monstruos", en el sentido de que todos somos raros, diferentes, que la normalidad no existe salvo si la entendemos como normatividad. Este libro es también, por tanto, el retrato de un monstruo.
Me sería complicado incluir en un solo párrafo a tantas y tantas personas a las que tendría que agradecerle su aliento y, por tanto, su implicación en esta aventura. Me bastaría con dar las gracias a quienes aparecen en el libro. Ellas y ellos son parte de mi historia. Ellas y ellos han contribuido a que yo sea el hombre, o el proyecto de hombre, que ahora soy. Pero no sería justo si no reconociera en este prólogo a todas esas mujeres que, aun sin ser conscientes de su militancia, me han enseñado a lo largo de estos años lo que es el feminismo, no solo como un proyecto o reivindicación política, que también, sino como una radical manera de estar en el mundo.
Junto a ellas —profesoras, investigadoras, activistas, compañeras, amigas, tías, abuelas, madres—, tampoco puedo olvidarme de los hombres con los que, en los últimos años, he compartido la reflexión sobre nuestra subjetividad. Sin ellos, todavía andaría buscando un espejo frente al que no tuviera miedo a mirarme. Y, por supuesto, no puedo sino expresamente dar las gracias a los dos hombres que son realmente los responsables de este salto.
Fue Fernando el que no dejó de insistirme en que debía de escribir todo esto, fue él quien consiguió que yo superara mis iniciales miedos y me lanzara al vacío sabiendo que tenía debajo la colchoneta que supone su amor incondicional. Su historia es ya mi historia y, por eso, él también ha sido escritor de buena parte de este relato. El otro hombre, en construcción, un adolescente, es mi hijo. Siempre he tenido la sensación de que debía contarle muchas cosas, de que su desconcierto en ocasiones era fruto de no entender del todo a este individuo que le ha tocado en suerte como padre. Mi mayor ilusión en este momento es que estas páginas le puedan servir para leerme, para comprenderme y, a su vez, para que él no pierda tanto tiempo como yo pisando las baldosas equivocadas.
Llegados a este punto, empiezo a sentir que todo lo que he escrito, pese a haberlo vivido, ya no es mío. Empieza a ser, será, de todo aquel o de toda aquella que se atreva a leerlo. Solo con que hubiera un lector o una lectora que lo disfrutara, sentiría que mi atrevimiento ha merecido la pena. Confío en que sea alguno o alguna más. A todas vosotras y a todos vosotros, gracias. Por leerme aquí y también fuera de estas páginas.
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