La televisión machista y casposa de 2020
Hacer uso del cuerpo sexualizado de las mujeres como como entretenimiento para obtener ingresos de publicidad es perverso.
Los directores de Atresmedia deben ser una mezcla entre Chicho Ibáñez Serrador, Torrente y Torbe con un poquito de Jesús Gil y Gil y Bertín Osborne. Yo me los imagino ahí en su mesa de reuniones, fumando puros y hablando sobre el programa especial de nochevieja mientras miran la entrepierna de sus secretarias y hacen bromas sobre rubias tontas. Los directivos, la gran mayoría hombres, jamás deben haber leído un libro sobre feminismo. La igualdad es algo que les resonará de lejos, pero les importa un bledo. En determinados días del año se pondrán un lacito morado para hacerse la foto y parecer modernos, pero luego regresarán a sus cuevas para hacer programas de televisión usando a las mujeres como objetos. Ayer nos deleitaron con uno de ellos.
Es algo inaudito, ver cómo pasan los años y comprobar que aún hay profesionales de la comunicación que se lucran a nuestra costa tirando de estereotipos y humillando a las personas. Ayer, sin ir más lejos, se volvió a repetir el espectáculo dantesco de cada nochevieja: el programa de fin de año de Antena 3 se basó en utilizar el cuerpo de una mujer como reclamo visual para crear audiencia. Unos días antes la presentadora se había paseado por las calles de Madrid desnuda. En la primera parte del programa se cubrió con una capa negra para generar expectación sobre lo que llevaba debajo de ella. Más tarde se la quitó para descubrir una especie de armadura sexualizada, ataviada con una especie de tanga, con la que no podía ni andar. El resultado fue inmediato: las redes se llenaron de burlas y comentarios despectivos hacia ella.
El machismo no está en el vestido ni tampoco en quien lo lleva, sino en los responsables de crear un contenido que provoca que todo un país esté insultado y opinando sobre el cuerpo de una mujer. Eso es lo que provocan los directivos de Atresmedia cada nochevieja.
Da igual cómo sea el vestido. No importa quién lo lleva. Lo verdaderamente preocupante y criticable es que un medio de comunicación considere que en 2020 “eso” es hacer televisión. Año tras año se libran de ser cuestionados porque ponemos todo el foco de atención en la persona que contratan para tal espectáculo, pero erramos en el tiro: a quien hay que criticar no es a ella. Por mucha libertad con la que lo quieran disfrazar, las últimas decisiones las toma la cadena. Quien tiene el dinero para crear el programa es la cadena. Quien tiene el poder es la cadena. Quien tiene la posibilidad de cambiar es la cadena. Quien tiene la responsabilidad no es nadie más que la cadena. El hecho de que se use el cuerpo de la mujer para vender es deplorable, pero que encima se acompañe de un discurso pro-igualdad denunciando los asesinatos a mujeres es reírse de las personas. “Quiero mejorar como mujer y alzar la voz contra la violencia machista” repetía la presentadora mientras no podía ni moverse dentro de esa especie de escayola.
El programa de las uvas que lleva emitiendo varios años Antena 3 sería sin duda considerado sexista si fuese publicidad, porque el uso que hace del cuerpo de la mujer no está justificado ni relacionado con el producto ni el evento al que hace referencia. En el caso de las campanadas nada justifica que tenga que verse el culo de la presentadora, ya sea al natural, con transparencias o en forma de escultura. Hacer uso del cuerpo sexualizado de las mujeres como como entretenimiento para obtener ingresos de publicidad es perverso y refleja la falta profesionalidad y ética de nuestra sociedad.
Los verdaderos protagonistas de la noche de ayer (y a quienes hay que pedir explicaciones) no se apellidan “Pedroche”, se llaman Silvio González, Patricia Pérez, Antonio Manso, Manuel de la Viuda, Miguel Langle, Fernando Costi, Ignacio Mata, Arturo Larraínzar, Javier Barjadí, Ramón Osorio, Eduardo Olano, José Miguel García-Gasco, Javier Nuche Sanz, Carmen Bieger e Ignacio Corrales. Ellos y ellas no esperan que les hagamos hoy ninguna mención, prefieren que se despelleje a una presentadora públicamente. Yo me niego a hacerlo. Ellos son los únicos responsables de este bochornoso espectáculo que refuerza la desigualdad entre mujeres y hombres. Menos discursos por la igualdad y lacitos morados el 25 de noviembre y más contenidos que valoren y respeten a las mujeres.