Devoción, pero no católica: la Semana Santa también es de los ateos
La fiesta tiene un significado más allá del religioso para gran parte de la población e incluso también para el colectivo LGTBI.
Dos años de pandemia no agotaron las ganas de los cofrades de toda España, que esperan con ganas que se vuelvan a llenar de olor a incienso, sones de marchas procesionales, nazarenos y pasos o tronos. Ha vuelto la Semana Santa.
Algunas personas laicas muestran cierto desconocimiento sobre la celebración, de la que algunos ultraconservadores intentan incluso apropiarse con supuestas medidas para protegerla. Sin embargo, más allá de la religión, su disfrute sobrepasa lo cultural.
Son muchos los participantes y aficionados a esta celebración que se consideran ateos, agnósticos o, en la mayoría de los casos, no practicantes. Ya lo decía Antonio Banderas en su pregón de la Semana Santa de Málaga en 2011: “Es tan extensa, tan poliédrica y multicolor que se podría decir que hay tantas Semanas Santas, y formas de percibirla, como cofrades”.
Basta con ver una comparativa de los datos de confesionalidad religiosa del CIS de las principales zonas de tradición cofrade. La Rioja se sitúa a la cabeza en cuanto a católicos con un 90%, seguida de Extremadura (83%), Galicia (82%) y Asturias (81%). Todas ellas zonas sin una Semana Santa representativa a nivel autonómico. Sin embargo, en zonas donde la Semana Santa goza de mucho más renombre como Andalucía o Castilla y León el porcentaje de católicos se reduce a un 74,4% y a un 73,9%, respectivamente.
Tal y como la define el antropólogo sevillano, Isidoro Moreno, la Semana Santa es un “fenómeno social total”, donde no solo participa el sector religioso. “La Semana Santa es un fenómeno en el que caben todos: ateos, agnósticos, cristianos y practicantes”, señala José Luis Alonso-Ponga, antropólogo de la Universidad de Valladolid y Director de la Cátedra de Estudios sobre la Tradición.
Algo que constatan desde sus propios participantes. María, periodista de 27 años, se ha impregnado de la Semana Santa de su ciudad, Málaga, desde su infancia y la vive desde un punto de vista alejado de la religión.
“Sé que no todo el mundo que está detrás de un trono tiene necesariamente una creencia religiosa, la Semana Santa es mucho más, hay quien lo vive desde su fe, hay quien lo vive tocando en una banda porque le gusta, hay quien se pone un capirote… Cada uno lo vive a su manera, es como cada uno lo quiera vivir”, señala, aunque apunta a que “inevitablemente algo ligado a la religión hay porque son representaciones de la vida de Jesús, pero no todo el mundo que participa tiene esa creencia, hay mucha gente que quizás es por familia o tradición”.
Lo mismo opina Jesús Pascual, director del documental Dolores, guapa centrado en la presencia del colectivo LGTBI en la Semana Santa sevillana. “Hay quien está en una hermandad y sale de nazareno y no piensa en la Iglesia, lo hace por tu abuela, porque tu familia te metió de pequeño o porque vivías en ese barrio y luego te tuviste que mudar a otro y es el día del año en el que vuelves a un sitio con todos los vecinos de cuando vivías allí. Como parte de reconocerte parte de la ciudad, del barrio del que eres”, señala y apunta a que “hay quien está y es ferviente católico y va a misa los domingos y quien paga su cuota de hermandad para salir de nazareno, pero te dice abiertamente que es ateo y es crítico con la institución directamente de una manera política”.
“Es una cosa que tiene mucho que ver con la cultura y muchas veces más allá de lo puramente religioso, pero sin ser muy optimista, que la cuestión de la Iglesia está ahí y está presente”, apostilla.
Alonso-Ponga recuerda que durante su trabajo de campo sobre la Semana Santa de Valladolid hablaba con los propios penitentes, incluso aquellos que iban cumpliendo una promesa. “Le pregunté a uno por qué salía y me dijo que porque su mujer había superado un cáncer, y le digo ‘bueno, entonces, usted es católico y demás’ y me dijo ’si usted me está preguntando si yo voy a misa, pues generalmente no voy a misa ni nada, esto es una promesa que cumplo y ya”, explica.
Ejemplifica también el caso de la Cofradía de la Piedad de Valladolid, conformada por 1.500 cofrades, de los cuales, según el antropólogo, solo acuden a los actos religiosos fuera de la procesión unos 40.
Estas tradiciones familiares —se vivan o no desde el punto de vista religioso— son las que, según apunta Alonso-Ponga consiguen realmente sacar la Semana Santa adelante y no la Iglesia.
El antropólogo define este fenómeno desde una doble vertiente. “La primera es la religión que es la que soporta con larga duración que continúe y que participe la gente según lo que le interesa, según quiera. Y la segunda es lo que yo llamo la memoria de los antepasados”, apunta. Para él, en esos ritos “haces presente a la gente que antes que tú, que fueran tus familiares, abuelos, tus tíos o tu familia, te llevaron a esos lugares o ritos”.
“Tú seas o no creyente, en ello hay una dimensión humana que es la dimensión humano-inmaterial. La proyección inmaterial es una de las cosas que le llena al individuo en momentos de la historia, esta vivencia de lo profundo que todos sabemos que existe, que la tienes o personal o colectivamente, esto en la Semana Santa se produce con mucha más frecuencia que en otros contextos”, detalla.
Lo mismo apunta Pascual, quien recuerda que las hermandades de Sevilla son mucho más que una cofradía sino que estructuran cómo funciona la sociedad. “En Sevilla puedes explicar la sociedad en base a las hermandades, a cuál pertenece cada persona, quién no pertenece a ninguna, dónde se vive, quién pertenece a varias, por qué… Todo eso te da muchas pistas de la población de Sevilla”, detalla.
Para María, el peso familiar está muy ligado a la Semana Santa, al igual que ocurre con otras celebraciones como las Fallas, el Carnaval e incluso los Sanfermines. “En mi casa desde pequeños se vive bastante, sobre todo por mi madre, por sus creencias religiosas y también porque mi padre es músico de una banda de música”, explica. Para ella, también influyó mucho cómo pasaban esos días en su infancia.
“Mi abuela vivía en la Plaza de San Francisco —enclave donde sale la cofradía de la Paloma y cercana a una de las calles que más procesiones recibe fuera del recorrido oficial, la calle Carreterías— pasábamos mucho tiempo allí y cuando pasaban las procesiones solo teníamos que bajar a la calle con una silla de playa. Ahí nos sentábamos toda la tarde a ver pasar los tronos, a comer pipas, cacahuetes y manzanas de caramelo”, recuerda.
Para Paco Mora, uno de los integrantes del dúo sevillano Volante de la Puebla, quienes realizan su espectáculo vestidos de costalero, la Semana Santa es algo que en Sevilla “mamas desde que naces”. “Por muy poco creyente que seas, aunque no seas de aquí, te metes en eso y te emociona porque está todo hecho para eso, para que llegue como un arte”, explica y señala que en la capital hispalense se convive todo el año con la Semana Santa, con los numerosos ensayos de pasos por las calles, incluso en los ambientes más inesperados.
“Tú vas por la calle y es muy normal que haya música de Semana Santa. En la zona de cruising de aquí de Sevilla hay Semana Santa”, explica. “Puedes no consumirlo si no quieres, pero escucharlo lo escuchas y verlo lo vas a ver. Es que la ciudad durante esa semana se vuelca y todo cambia en beneficio de la Semana Santa”, detalla.
Alonso-Ponga califica la Semana Santa como un rito desde el punto de vista antropológico. “En el rito la gente participa y vive y tú percibes algo que no percibes en la materialidad de las esculturas, eso es lo que lo diferencia de la performance”, define.
“Si desapareciese la base religiosa, estaríamos en espectáculos. Si solamente tuviese valor el espectáculo, por ejemplo, el señor Rockefeller pone 1 o 2 millones de euros sobre la mesa y dice quiero hacer en la Quinta Avenida una procesión española trayendo a Sevilla, Valladolid, Murcia y demás. Lo hace, pero ¿a que no es una procesión de Semana Santa? Es un desfile”, ejemplifica.
El patrimonio artístico que se “saca a la calle” en Semana Santa tanto a nivel de imágenes como de enseres, acompañado además de composiciones musicales propias bien podría calificarse como patrimonio inmaterial. De hecho, hay 25 Semanas Santas en toda España declaradas Fiestas de Interés Turístico Internacional y la celebración de esta fiesta a nivel nacional fue calificada como Manifestación Representativa de Patrimonio Cultural Inmaterial por el Gobierno en 2017.
Ejemplo de ello son las tallas de Salzillo que salen a la calle en Murcia, la Procesión General de Valladolid con obras de grandes escultores del barroco como Gregorio Ordóñez que se exhiben durante el resto del año en el Museo de Escultura de la capital pucelana, o Jesús del Gran Poder en Sevilla, datado del siglo XVII.
“En la Semana Santa tú puedes ser católico o practicante o no serlo porque esto es un evento cultural que no se parece a nada que exista en otra parte, en otra cultura”, define Esteban Garrido, la otra mitad de Volante de la Puebla.
“Tú tienes una figura tallada en madera que tiene una expresión artística, que está expresando algo, que tiene una emoción. A eso se le reviste con una decoración, con tela, con flores… Se le sube en un altar, es decir, se le pone más arriba que cualquiera de los que estamos allí viendo la Semana Santa, hay música, hay olor… Por lo tanto se convierte en un espectáculo cultural. Da igual que seas creyente o no”, explica y asegura que anima a quien no lo ha vivido a hacerlo.
“Si encima después de todo esto está la música, si alguien que canta una saeta allí en medio de tantísima gente, con todo el foco y toda la energía puesta en un punto que es el paso. Te emociona, es que lloras, da igual que sea creyente o no, es que se te ponen los pelos de punta”, detalla.
María admite que la otra motivación que la mueve cada año a moverse de Madrid a Málaga es además de la tradición familiar la puesta en valor del arte autóctono. “Destacaría el valor artístico porque tenemos. Junto a la Semana Santa de Sevilla y en otras zonas de Castilla y León, es una de las semanas santas más grandes. Tenemos tallas muy buenas, procesiones conocidas nacional e internacionalmente. Lo que sale un Jueves Santo con cofradías como la Esperanza o lo que mueven tronos como la Expiración, eso es algo que artísticamente desde el que viene de fuera al que no conoce la fiesta inevitablemente sorprende, porque sorprende también al que vive allí”, señala.
Sin embargo, este patrimonio va en algunas ocasiones en detrimento de la tradición. Según cuenta Alonso-Ponga, en Valladolid se han dejado de hacer ciertos recorridos por los barrios para centrarlo en el centro y en el turismo, a pesar de que se vivían algunas de las imágenes más emotivas. “Ves el mejor grupo escultórico del mundo, pero además a lo bestia, una cosa impresionante. No es lo mismo ver los pasos y las imágenes en el museo o en la iglesia, que verlos avanzar en las calles, que para eso se hicieron, pero se han dejado de hacer otras como las procesiones nocturnas”, relata.
En una de ellas, según cuenta, se trasladaba al Cristo a la barriada obrera de Girón, y allí en una iglesia se le colocaba sobre el catafalco. “Cuando estaba ya el Cristo yacente y la gente rezando responsos y cantando responsos como si fuese un humano muerto, llega el momento en que uno no sabe si a Cristo se le entierra como a un mortal, o al mortal se le entierra como a Cristo. En esta confusión no estoy hablando de religión, estoy hablando de la vivencia personal y profunda. Esto era impresionante”, explica.
En contraste, sí que hay celebraciones donde sigue vinculada la religión, Alonso-Ponga pone el ejemplo de Bercianos de Aliste (Zamora). “Es famoso porque visten unas capas pardas que es la que utilizaban los pastores de antes y el Viernes Santo hacen el Santo Entierro del Esclavo y se visten con lo que luego va a ser la mortaja”, detalla. “En ese caso está demostrado que nunca se ha perdido la religiosidad y es lo que ha salvado al pueblo de la despoblación y la desaparición, la gente esté donde esté, va a lo largo de todo el año, cuatro, cinco o seis veces a aspectos religiosos o comunales”, señala.
Por contradictorio que pueda sonar, el colectivo LGTBI, en especial los hombres gais que han formado parte durante años de las cofradías y tienen un papel fundamental en la Semana Santa andaluza. Basta con recordar las pinturas marianas del artista y transformista Ocaña o el reciente proyecto Palio, una iniciativa de un grupo de jóvenes LGTBI que muestra las otras formas de ver la semana de pasión
A Pascual, la motivación principal para llevar a cabo su documental fueron las descalificaciones que recibieron los protagonistas del vídeo que da título al largometraje en el que gritaban “guapa” o “reina del Martes Santo” a la Virgen de los Dolores. “Eran reacciones homófobas, plumófobas, clasistas, había muchas cosas ahí mezcladas. Me daba la impresión de que mucha de la gente hacía comentarios sin saber muy bien lo que estaba viendo”, detalla.
Para llevarlo a cabo, investigó el estereotipo de “mariquita andaluz” entre los que se encuentran los característicos vestidores de vírgenes o bordadores, en muchos casos miembros del colectivo. “Esta figura arquetípica en Andalucía permitió a los hombres, porque las mujeres estaban totalmente borradas, vivir su expresión de género de forma más visible y más pública siempre y cuando cumplieran con unas condiciones que estaban marcadas para ello y unas funciones sociales privadas y públicas”, señala. “Si te quedabas ahí podías vivir tu identidad con cierta permisividad” recuerda.
Tal y como recuerda Pascual, en el siglo XX las cofradías eran como un “club de caballeros, donde el mariquita podía entrar y alcanzar algún tipo de prestigio social a través de su propio trabajo”. “Lo mostraba con algún tipo de talento, ya sea diseñando un manto, vistiendo una virgen, montando un altar de culto, escribiendo, haciendo un pregón, etc”, añade. Para él este mundo con “tanto detalle, mimo y fantasía” funcionaba también como “punto de encuentro” entre hombres gais. “Era un lugar de reunión, la vida que se hace en una hermandad a lo largo del año es muy de reunión y de encontrarse para charlar y para trabajar y acaba pasando eso, generaban códigos entre ellos y, al mismo tiempo, les permitía de cara a la sociedad alcanzar cierta posición”, señala.
Para los miembros de Volante de la Puebla, es una paradoja que esto ocurra ya que “los únicos hombres que se acercan a la virgen son hombres reconociblemente homosexuales”, pero detrás hay muchísima desigualdad.
“Es una paradoja que dentro de una iglesia una persona del colectivo LGTBI, un maricón, esté vistiendo a la virgen y a los 10 minutos el cura esté dando un discurso homófobo o que incluso el cura te proponga mantener relaciones sexuales contigo, que estás vistiendo a la virgen, pero el discurso que está dando es homófobo”, explica Garrido, quien recuerda que hacia estas personas suele haber un discurso de supuesta aceptación, pero de ocultismo. “Lo que vamos a hacer es dar un discurso completamente homófobo, retrógrado y que ese discurso lo único que crea es sufrimiento”, añade, aunque admite que hay distintos perfiles en las hermandades.
“Que la Iglesia Católica exponga y hable al mundo de amor y de libertad cuando justo desde dentro son los primeros que oprimen y crean sufrimiento es un poco ’¿qué me estás contando?”, apunta.
Para Mora, que también vio como una descalificación las risas hacia los jóvenes del vídeo viral, “hay un problema mayor de plumofobia”. “Teníamos una anécdota de un chaval que conocimos en Barcelona, que nos regaló una medalla de su hermandad, que estaba hasta bendecida con el cura. Ese cura le dijo que no se le notara. Va más allá de todo eso. Ya no en la Iglesia, sino en la sociedad”, señala. “En el momento que se demuestra que eres afeminado, o que le das un beso en público a otra persona del mismo sexo es donde está el problema”, detalla.
El decir abiertamente que no se es creyente, a pesar de que más común de lo que se piensa, puede desencadenar problemas dentro de las hermandades, que se rigen por la diócesis de cada localidad y pertenecen a la iglesia católica, tal y como han señalado varias personas en este reportaje.
Alonso-Ponga recuerda que el decir en un pregón en Zamora que la Semana Santa era para creyentes y no creyentes, le costó una discusión con las autoridades religiosas. “Yo distingo entre la religiosidad, popular que no oficial, y la base de elementos de larga duración sobre los cuales cual se genera el resto. Me han declarado persona non grata en lugares de Valladolid y otros sitios de Castilla y León por decir esto”, enfatiza.
“No tienen el monopolio de la religión, que la religión es la relación que tiene el hombre con un ser superior, que ustedes son los intermediarios y quieren que todos participemos de lo que dicen, pero la realidad es otra”, explica y recuerda que lo que pretenden los obispos desde el XIV es que solo participen creyentes, cosa que no se ha llevado a cabo nunca.
Además, la discriminación a las mujeres también es algo latente en las cofradías. Muchas siguen sin permitir la salida procesional de mujeres, otras como la Macarena de Sevilla empezó en 2022 a permitir que salieran mujeres como acólitas y las mujeres de trono malagueñas siguen reivindicando la discriminación por parte de algunas cofradías.
Esto lo ven los propios cofrades, según un estudio del Instituto Regional de Desarrollo de la Universidad de Granada, para el 52,8% de los encuestados esta fiesta es machista.
“No hay mujeres que puedan ofrecer una misa, en Sevilla hay o había hermandades en las que las mujeres no pueden salir de nazareno. No conocemos o conocemos pocas mujeres costaleras. Es que todavía es un mundo muy, muy, muy cerrado”, explica Garrido.
El espectáculo de Volante de la Puebla, en el que utilizan saetas y marchas de Semana Santa, también ha despertado ampollas entre los más religiosos y conservadores, como lo hizo el cartel de Zahara y su gira Puta en Toledo, aunque señalan que también han recibido halagos desde personas del mundo cofrade.
“Este fin de semana hemos actuado en Los Palacios (Sevilla) y conocimos a una persona que estaba muy integrada dentro de la Hermandad de la Macarena que vino a vernos”, relata Garrido. “Nos dijo ‘somos conscientes de que ustedes queréis sacar a Queipo de Llano de la Macarena’. ’A mí, sin embargo, me encanta lo que hacéis y en el espectáculo no veo absolutamente nada ofensivo”, rememora.
Que el golpista franquista Queipo de Llano siga enterrado en la Basílica de la Macarena, que partidos de extremaderecha como Vox se apropien de la Semana Santa o los casos de abusos sexuales dentro de la Iglesia también generan debates y discusiones dentro del mundo cofrade.
Lo mismo sucede con cómo utilizar las imágenes, presentes en el imaginario popular, especialmente en Andalucía, donde la Semana Santa está totalmente integrada y donde desde drag queens a grupos como los Volante de la Puebla o Califato 3/4 utilizan vírgenes, cristos o marchas en sus intervenciones.
“Soy defensor de que si tú estás en tu casa y ves un azulejo con una virgen por la ventana todos los días, tienes algo que decir sobre eso. Si vas por la calle y te encuentras con una procesión, tienes algo que decir sobre eso, está ocupando el espacio público y está alterando tu vida”, explica Pascual quien recalca que esa iconografía los ha acompañado desde pequeños.
“Son los códigos que tú manejas y que maneja la gente que ha crecido contigo, que pertenece o vive en tu ciudad y al final, es como un abecedario, como un lenguaje que entiendes como una comunidad muy concreta y que a ti te lleva a momentos de tu propia vida”, explica.
Volante de la Puebla decidió utilizar el costal de costaleros al crear sus personajes porque se dieron cuenta de que precisamente era la iglesia la que se había apropiado de un objeto que era del mundo obrero.
“Aparte de ser el mito erótico de la Semana Santa e investigando sobre su historia, nos parecía también muy interesante que esto fuese un oficio que hasta los años 70, eran trabajadores que se encargaban de pasear los pasos”, señala Mora. “En los años 70 hubo una huelga en la que estos hombres decidieron manifestarse para una subida de sueldo y lo que hizo la Iglesia fue quitar a todos esos trabajadores y meter a los hermanos de las cofradías, así que ya no sólo no tenían que pagarle un sueldo a estos trabajadores, sino que encima serían ellos los que abonarían una cantidad por sacar el paso”, explica. Desde entonces, se propusieron “desligar el uso del costal a la religiosidad porque en principio eran cargadores del puerto en su mayoría y no eran ningunos devotos”.
“Son trabajadores como nosotros, son gente del pueblo, no tiene nada que ver con la vinculación religiosa”, explica Garrido, quien recuerda que con su performance logran llevar la Semana Santa fuera de Sevilla y de Andalucía. “Es elevar nuestros símbolos y exponerlos a gente que no los conoce”, señala.
Por este motivo, no entiende cómo simpatizantes ultraderechistas han empezado a insultarles en redes sociales e incluso a amenazarles de muerte tras un concierto en Jaén. “Nos escribían ‘quitaros el costal hijos de puta, os vamos a matar, me cago en vuestras putas madres’. Toda esta gente que pertenece a la iglesia católica, que Dios dijo amaros los unos a los otros”, señala y recuerda que ellos no faltan el respeto a nadie y que su espectáculo es totalmente lúdico. “Ellos se sienten ofendidos porque creen que están utilizando un símbolo que es el costal, que es de ellos”, apuntan.
Estas imágenes también pertenecen al pueblo como bien reivindicaba el cantante de Califato 3/4 Curro Morales en una entrevista con El HuffPost quien hablaba de que los elementos de esta tradición pertenecen a todos.
En la Semana Santa la “fe” y la “devoción” por estos iconos en muchos casos no se corresponde con la que se plasma en el dogma católico. Tal y como apunta Pascual, en el documental Dolores, guapa, muchas de las personas se denominaban “creyente” sin seguir el concepto de la iglesia católica: “Es la misma palabra, pero son formas de sentir y de vivir lo que es la religiosidad totalmente diferentes”.