El colapso de la atención primaria no va por barrios
Dos periodistas acuden a un centro de salud en una zona pobre y con mucha incidencia, y otro en una zona rica con menos casos. El resultado es igual de descorazonador.
Desbordada. Es la palabra que más se ha repetido en las últimas semanas para describir la situación de los centros de salud de la Comunidad de Madrid. La Atención Primaria no puede más, ni siquiera en los barrios donde los índices de contagio por coronavirus no llegan ni a 500 por cada 100.000 habitantes.
Pacientes resignados y sanitarios al límite de sus fuerzas son la imagen que uno se encuentra si acude a la puerta de cualquier centro de la capital. El HuffPost ha acudido a dos de ellos, uno en Carabanchel, distrito con 3 zonas básicas de movilidad restringida —de las 37 que activó la Consejería de Sanidad el pasado viernes—, y otro en Chamberí, el distrito con la incidencia más baja de la capital.
Este era el panorama el miércoles a las 10 de la mañana.
“A estas horas hay menos, pero si pasas a eso de las 12 ya verás hasta dónde llega la cola”, advierte una de las señoras que espera a las puertas del Centro de Salud de Abrantes, en Carabanchel, uno de los distritos de Madrid más azotados por la segunda ola del coronavirus. Desde que empezó la pandemia lo habitual es que, a las diez de la mañana de un miércoles, haya más de diez personas esperando a ser atendidas. “Puedes estar esperando más de una hora”, se queja otro señor.
“Esto es imposible”, admite la enfermera que recibe en la puerta a los pacientes, a los que da acceso de uno en uno. Sólo toma la temperatura a los que van a pasar a consulta o se van a someter a PCR. En las últimas semanas este centro de salud del sur de la capital ha ganado relevancia por un hecho nada tranquilizador: no tenía médicos.
La Comunidad de Madrid decidió dejarlo al mínimo durante el mes de agosto y derivó a sus pacientes a otro centro situado a cinco kilómetros. A finales de ese mismo mes, cuando los casos de infectados por coronavirus comenzaron a crecer sin control, abrió sus puertas sin ningún médico trabajando en él. Las cosas no han mejorado. “De los 16 médicos de la plantilla ahora mismo hay 6. ¿Qué ha pasado? Unos están de baja médica, otros han decidido darse de baja de su puesto de trabajo y aún queda alguno por volver de vacaciones”, cuenta con desesperación la sanitaria. “Los refuerzos están pedidos pero no llegan”.
La indignación entre los que guardan su turno es palpable. Todos se quejan de la deficiencia de la atención, la imposibilidad de hacer cualquier gestión por teléfono, las demoras en las consultas y el abandono de los pacientes crónicos. “Es que no te cogen el teléfono”, protesta Esther, la última paciente que se ha situado en la fila. Efectivamente, sólo se consigue cita si se acude al centro de salud. Intentarlo por teléfono o Internet es un empeño abocado al fracaso.
Esther viene a recoger el resultado de una PCR: “Me hicieron la prueba el jueves y me dijeron que el lunes me los daban. Estamos a miércoles y nadie me ha llamado. No tengo ningún síntoma, salvo que he perdido un poco el olfato. Soy paciente de riesgo, porque tengo lupus, y necesito saberlo, por mí y por mis hijas, que son pequeñas, y por mi familia”. Interrumpe la conversación porque tiene que entrar… Dos minutos después sale sin sus resultados: la doctora la llamará.
Ha pasado un cuarto de hora y la cola en la puerta es cada vez mayor. El personal del centro distribuye a la gente en dos filas: una para petición de citas, consultas y urgencias, y otra exclusivamente para los que van a hacerse la PCR. “El pico de test PCR lo alcanzamos el pasado jueves. Hicimos más de cien”, confirma la enfermera, que admite que casi todos los recursos se están destinando a la pandemia.
“Tenemos dos listados, uno de medicina no respiratoria y otro de coronavirus. La covid está aumentando cada día y, si en verano había dos médicos para seguir los casos, ahora ya hay cuatro”, confirma. “Lo peor es que termina el día y no acabamos ni con los listados de covid ni con los de no respiratorias”, se lamenta.
La fila se mueve. Las personas que esperan para entrar en consulta son pocas porque todas las citas que se están dando son telefónicas. “A partir de ahí, el médico valora si es necesaria la consulta presencial”, explican desde admisión. “Quizá no te llamen mañana, pero tranquila porque te terminarán llamando. Y aprovecha para hacer cualquier otra consulta o pedir medicamentos”, le aconsejan a la última paciente a la que han citado.
A las once y media de la mañana ya hay más de treinta de personas esperando a ser atendidas. Una señora mayor, con muletas, ha decidido sentarse en unas escaleras. Sólo necesita que le hagan una nueva receta, pero la espera se hace insufrible. “Tengo artritis, asma y soy inmunodeprimida. Yo tengo muchas otras enfermedades y aquí todo esto es covid y covid, y parece que las otras enfermedades no existen. Desde que empezó esto no me han hecho un control de seguimiento”, se lamenta Ely.
Al abandonar el centro de salud, una pareja de vecinos anima a otra a que mañana bajen a las seis y media y participen en la concentración que los vecinos realizan todos los jueves para exigir más sanitarios y más rastreadores. “Este gobierno quiere que contratemos médicos privados, porque de lo contrario no se entiende. Ojalá mañana seamos miles de vecinos protestando”, anima el marido.
A las 10 de la mañana la cola que espera frente al Centro de Salud de Espronceda no es ni cola. Apenas hay cuatro pacientes con diferentes necesidades y el mismo desconcierto. Una sanitaria ofrece gel hidroalcohólico a todos, toma la temperatura uno por uno y resuelve sus dudas.
Una de las mujeres que espera de forma paciente se muestra indignada. Necesita tramitar una baja que debe entregar este miércoles, pero conseguir cita con el médico es imposible hasta el día siguiente, por mucho que aceleren los procesos. “No es culpa de ellos”, señala apuntando a los sanitarios que continúan atendiendo a los pacientes en plena calle.
Pasan los minutos y la fila empieza a crecer. Una enfermera del centro cuenta que los procesos han cambiado por completo desde que empezó la pandemia. “Aquí ya no se dan citas presenciales. El paciente debe solicitar una cita telefónica y en función del diagnóstico se le citará para una consulta presencial ya con su facultativo o con enfermería”, explica visiblemente frustrada.
No es lo único que ha cambiado desde que la crisis del coronavirus puso contra las cuerdas todavía más a la Atención Primaria. Las urgencias extrahospitalarias que dan servicio por las noches y el fin de semana están cerradas desde marzo y, como recuerda el cartel de la entrada, así permanecerán hasta nueva orden. La Comunidad de Madrid todavía no se ha pronunciado sobre cuándo se retomará este servicio, que está suspendido en todos los centros que disponían de este servicio del SUMMA 112. Si tienes una urgencia, aunque sea leve como una otitis o unas placas, no queda otra que acudir al hospital.
Pese a las dificultades, ya que la plantilla del centro está mermada por bajas y vacaciones, la cola avanza con fluidez. Una mujer de cuarenta años cuenta que el martes tuvo una consulta telefónica y la citaron para el mismo miércoles. “Aquí funciona muy bien”, apunta. Otra mujer de 57 años espera pacientemente en la cola para intentar pedir cita en el mostrador. “Llevo varios días llamando por teléfono pero es imposible, nadie me contesta”, se lamenta negando con la cabeza.
La incidencia de la zona de salud de Espronceda, en el barrio de Ríos Rosas, es una de las más bajas de Madrid con 437 casos por cada 100.000 habitantes, pero la cifra no es buena —la OMS considera que para controlar la pandemia la incidencia no debería superar el umbral de los 200— y la presión se nota en Atención Primaria. Las colas suelen ser más llamativas a primera hora de la mañana, cuando la gente acude a hacerse analíticas, y por la tarde, cuando se cita a las personas a las que se va a hacer una PCR.
La enfermera que coordina y distribuye la fila explica que, al depender del laboratorio del Hospital Clínico San Carlos, los resultados están tardando más de una semana en llegar. “Hoy hemos dado el resultado de tres PCR que se hicieron el 4 de septiembre, cuando los pacientes ya han terminado la cuarentena”, explica incrédula. El hospital madrileño ha tenido problemas en las últimas semanas por falta de reactivos en su laboratorio, demorando los resultados de las pruebas. “Mira cómo estamos, así es imposible”, se lamenta señalando a la cola de personas que van llegando esperando ser atendidas.
Una de ellas es una madre con rostro de preocupación que se coloca al final de la fila y explica a la enfermera que su hijo está en casa con diarrea. Desde el colegio le han dicho que pida cita con su pediatra para saber si es necesario hacerle una PCR. La presión va en aumento.