Ataque al espíritu constitucional
En España, el método de cogobernanza con el que el Gobierno aborda la arquitectura constitucional es un éxito.
Somos la generación más europea. Somos un país europeo. No lo éramos. Pero, ahora, la bandera azul es nuestra. También es española, lo cual permite ser parte de las soluciones e igualarnos en los problemas. Y los hay propios de nuestro país. Cuarenta años negros de dictadura no se borran dándole a un interruptor. Uno de esos problemas propios, dejados por la dictadura, es la negativa interesada de las élites a la separación de poderes.
España tiene, como muchos países europeos, una estructura multinivel de gobierno. Municipal, autonómico y nacional. En España, el método de cogobernanza con el que el Gobierno aborda la arquitectura constitucional es un éxito. Desde la corresponsabilidad: conjugando en la primera persona del plural el diálogo y acuerdo. Esto es entender la Constitución. Su articulado, su espíritu.
La pandemia está siendo un test de estrés entre estas distintas esferas. Y ha contribuido a mostrar a la ciudadanía, más atenta por la extrema gravedad del momento, la distribución de competencias entre distintas administraciones y la separación de poderes en toda su plenitud.
Pero no todo es azul Europa. En el PP y en Vox siguen como el Nodo.
Gris es el color de la posición del PP ante la necesaria renovación del Consejo General del Poder Judicial, un elemento básico para desplegar plenamente la separación de poderes.
Y negro, muy negro, es el color del aliento rancio de Vox a las asonadas de quienes desmerecen, con deshonor felón, a su uniforme. “Por supuesto que es nuestra gente”, decía una diputada de Vox, para desgracia de nuestra democracia en este ataque directo a la Constitución española.
El CGPJ insufla legitimidad democrática al Poder Judicial. La división de poderes sirve cuando estos son depositarios de la soberanía nacional. El poder legislativo inviste su legitimidad democrática en las elecciones, el Ejecutivo con su elección por los parlamentarios y el poder judicial mediante la elección por el Congreso de los Diputados y el Senado de los miembros del CGPJ. Independencia de los jueces en su autonomía y conexión con la voluntad popular. Objetivos conseguidos de esta manera.
El refrendo de la diversidad de la Cámara es el salvoconducto que permite hablar de un sistema político democrático. Por eso, cuando el PP desacata el mandato de nuestra Carta Magna incurre en un atentado a sus responsabilidades como integrantes del poder legislativo. Al final, su inmovilismo deja en funciones la legitimidad del Poder Judicial y, por tanto, la de todo el sistema.
“En funciones” es una circunstancia que debemos corregir con urgencia porque ningún poder del Estado ni ningún órgano constitucional debe actuar plenamente, en cuanto a sus competencias, estando en esta situación. Por ello, es urgente corregir esta laguna legal que nuestro ordenamiento jurídico contempla.
La independencia judicial está garantizada, los jueces y juezas en España son independientes y, por tanto, la elección de vocales no debe contaminar este debate. El CGPJ es el órgano de gobierno del Poder Judicial y no el Poder Judicial. Hay que alinear las instituciones a la voluntad popular, que no es una foto fija. A ello habrá de atenerse.
Desprestigiar al Poder Judicial por enrocarse en una posición egoísta, que no asume los cambios sociales y democráticos de los últimos años, es descabalgarse del mandato constitucional, de sus obligaciones y de la responsabilidad como fuerza política con representatividad parlamentaria.
Lo decíamos al principio, somos Europa y necesitamos tener una derecha europea que no mire solo por el espejo retrovisor sino también hacia adelante.
Cierto es que el constitucionalismo tardío del PP puede explicar algunos porqués. Al PSOE no hace falta que nos expliquen qué es el constitucionalismo. El PSOE fue arquitecto de la Constitución y es el único partido actual que votó a favor de la misma. La Constitución fue una conquista alcanzada con la lucha y el sufrimiento de los demócratas. Nos permitió dejar atrás una lúgubre dictadura y dar paso a un sistema basado en la paz, la convivencia, el pluralismo, la libertad y el progreso.
Los socialistas estuvimos allí, en la redacción y en la aprobación. Los socialistas estamos en la defensa constitucional cada día. Los socialistas somos la mejor garantía de que la Constitución Española tenga futuro.
La Constitución es de todos. Son nuestras reglas de convivencia. Las de todos los ciudadanos, las de todos los territorios. Un pacto social al que, los que entonces llegaron tarde, quieren ahora ponerse en primera fila a empujones. No es ese el espíritu constitucional. Los socialistas somos hoy el partido sobre el que descansa el peso de la arquitectura institucional de España y el que hace viable la pervivencia del pacto constitucional. Ni estamos en el bloqueo de las instituciones constitucionales, ni ponemos trabas al funcionamiento de los poderes del Estado, ni apostamos por la recentralización, ni trabajamos para la transformación de la forma política del Estado. Las derechas sí. Y con unas derechas así no se hubiera avanzado en el pacto constitucional. Con unas derechas así se diluye el aliento que oxigenó la Constitución: el diálogo y el acuerdo.
La Constitución es la suma de los artículos que la configuran y la vocación de compromiso con el consenso de la mano. Quienes hoy ansían la apropiación en exclusiva del adjetivo constitucionalista lo deberían recordar. Los socialistas estuvimos allí. El constitucionalismo no se esgrime, se traduce en hechos. En los avances de la libertad, de los derechos y de la igualdad. En afianzar y garantizar el estado de bienestar. En acordar, con el diferente, el reconocimiento de la legitimidad de la mayoría. Este ha sido siempre el comportamiento del PSOE.
Los españoles y españolas están hoy en vencer a la pandemia y en reconstruir nuestra sociedad y economía sobre bases más fuertes y sin dejar a nadie atrás. Ese es el verdadero reto al que se enfrenta España y nadie distraerá al PSOE de ese objetivo. Al odio, la crispación y el inmovilismo ya lo bajaron los españoles del tren constitucional.
Si elevamos el volumen al ruido, a las fake news… como solo pide una parte pequeña del público, no sintonizaremos con la mayoría. La mayoría está en otra cosa. La mayoría es la buena gente que trabaja, se esfuerza y quiere lo mejor para sus hijos. Y es que somos muchos más en este lado, nos jugamos mucho.
Será difícil oírnos entre tanto ruido. No perdamos la esperanza de llegar a acuerdos y hagamos las cosas juntos. Una vez decidimos hacerlo. Se llamó Constitución y mantener su espíritu vivo depende de todos.