Asignar capital: ¿en qué consiste y por qué es importante?
Hay que tener mucho ojo con las empresas que sistemáticamente compran compañías muy caras.
El objetivo último de las compañías, tanto las que cotizan en Bolsa como las que no lo hacen, no es otro que el de obtener el mayor beneficio posible tratando de satisfacer las necesidades de sus clientes. Las empresas tienen cinco fórmulas con las que emplear toda esa caja que generan sus negocios y según cuál sea el destino del dinero, el futuro de ellas puede ser muy diferente. La primera de ellas es algo muy saludable para muchas compañías: reducir su deuda. Las empresas en muchas ocasiones llegan a tener niveles de deuda que ponen en peligro su futuro. En estas situaciones, e incluyo sin llegar a los extremos, siempre es deseable que mejore la salud financiera de una empresa. Si de golpe surge una crisis económica, un nuevo competidor irrumpe en el mercado o un producto recién lanzado en donde se ha invertido mucho fracasa, una empresa saneada no estará en peligro en continuar con su actividad con normalidad. En cambio, si sufre la misma situación bajo un nivel de deuda excesivo, podría incluso quebrar. Los inversores en Bolsa deben de evitar invertir en compañías poco rentables, pero sobre todo deben de evitar a toda costa invertir en empresas al borde de la bancarrota.
Las dos siguientes tienen que ver con el crecimiento, que puede ser de dos tipos: orgánico e inorgánico. El crecimiento orgánico consiste en que una empresa destine parte de los recursos generados por su actividad a mejorar internamente su negocio. Podría destinar su caja a montar una fábrica nueva, abrir una división comercial en un nuevo país, mejorar un proceso ya existente y un sinfín de ideas para en definitiva vender más. La otra opción es la del crecimiento inorgánico, que se consigue a través de la adquisición de compañías. Quizás el área geográfica en la que una empresa se plantea crecer está dominada por un actor relevante. A veces resulta más interesante comprar y absorber a esa compañía que tratar de empezar ese mismo negocio de cero. Los errores que suelen cometer muchas compañías en estas dos alternativas son varios. En ocasiones, tratando de crecer orgánicamente, se invierte en negocios menos rentables y la aventura empresarial de su expansión acaba con dinero tirado a la basura. Los anglosajones lo llaman usando un juego de palabras: “diworsification”. Diversificar mal. El error más habitual que se produce con el crecimiento inorgánico es o bien comprar una compañía con pocas sinergias con su negocio o bien pagar un precio excesivo por ella, o hacer las dos al mismo tiempo. Hay que tener mucho ojo con las empresas que sistemáticamente compran compañías muy caras, la destrucción de valor para un accionista de una empresa que haga eso habitualmente puede ser enorme.
Las dos últimas opciones que tienen los directivos de una compañía sobre cómo emplear el dinero generado por sus negocios es devolvérselo a los accionistas. Eso implica que no tienen mejores opciones dejando el dinero dentro de la empresa. Las dos fórmulas para remunerar a los accionistas son recomprar acciones y repartir dividendos. Cuando una empresa recompra acciones, automáticamente lo que sucede es que la parte proporcional (participación alícuota en el capital) que tiene cada accionista aumenta. Es una buena alternativa solo si el precio al que se adquieren las acciones en el mercado es atractivo. Esta fórmula es muy habitual entre las compañías, pero en ocasiones se comete el error de ejecutarlas cuando el precio de mercado es excesivo, lo cual es claramente una mala asignación de capital. El reparto de dividendos es algo con lo que la mayoría ya estamos familiarizados. Las mayores empresas del mercado español lo hacen continuamente, y el anuncio de una congelación del pago del dividendo pone a más de uno nervioso. Si las empresas han agotado todas las anteriores vías, esta opción es perfectamente válida. El problema más común, no obstante, es que las compañías suelen poner esta opción la primera de la lista, en vez de la última. Hay compañías con mucha deuda, por ejemplo, que en vez de reducirla reparten dividendos. Otras, por ejemplo, pueden ver su cotización muy barata y aún así los directivos no se aprovechan de esa oportunidad y vuelven a repartir dividendo.
En definitiva, las empresas tienen pocas opciones sobre cómo destinar sus recursos. Elegir la más adecuada en cada momento es vital para seguir teniendo un buen porvenir. Como dicen los americanos, “follow the money”.