Así vive Bélgica un año después del doble atentado del ISIS en Bruselas
Atar cabos, superar las lagunas de Inteligencia y ofrecer reparación a las víctimas, los retos tras aquel 22-M
El 22 de marzo de 2016 Bruselas vivió el peor ataque terrorista de su historia, un doble atentado reivindicado por el Estado Islámico que dejó 32 muertos (35 si contamos los tres atacantes suicidas) y causó heridas a 340 personas. Apenas unos días antes, la capital europea había sido el escenario de la detención de Salah Abdeslam, el cerebro de los atentados de París, que había estado oculto entre sus vecinos durante cuatro meses. Aquello fue un escalofrío en la espalda. Luego llegó el horror, la certeza del crimen en las propias calles belgas.
Este miércoles, varios homenajes sencillos recordarán a las víctimas. Siguiendo el reloj de hace un año, a las 7.58 horas (la misma en la España peninsular) se guardará un minuto de silencio en Zaventem, el aeropuerto en el que fueron asesinadas 14 personas y 92 más sufrieron heridas a causa de una doble explosión de sendos kamikazes en la zona de salidas, junto a los mostradores de American Airlines, Brussels Airlines y una cafetería Starbucks; los daños materiales fueron cuantiosos. Más tarde, a las 9.11 horas, trabajadores del metro y viajeros aplaudirán durante otro minuto en la estación de Maelbeek/Maalbeeck, donde murieron otras 20 personas y 106 heridos más al estallar un vagón atestado de inocentes, en una zona muy próxima a los edificios de las instituciones europeas.
Los reyes de Bélgica, Felipe y Matilde, inaugurarán un monumento en recuerdo de los afectados en la Rue de la Loi, mientras en las escuelas habrá murales y concentraciones y varias asociaciones han pedido a los ciudadanos que lleven flores a la Plaza de la Bolsa, donde los bruselenses ya se concentraron tras los ataques gritando que el miedo no los iba a paralizar.
Pero el país, aún hoy, sigue lamiendo la herida abierta: los supervivientes sin compensaciones, las lagunas de información que aún no se han llenado, los nacionales escapados a Siria y que pueden volver, la vigilancia tensa que se mantiene sin bajar la guardia en estaciones o aeropuertos... Esta es la radiografía de Bélgica un año después.
¿ESTÁ ZANJADA LA INVESTIGACIÓN DE LOS ATAQUES?
No. Pasado un año, poco hay verdaderamente claro. El Gobierno belga reconoce que no sabe si todos los efectivos que estuvieron implicados en los ataques están hoy muertos o encarcelados ni a qué rama exacta del Daesh pertenecían los atacantes. Aunque creó una comisión de investigación para aclarar lo sucedido, este organismo aún no ha finalizado su labor ni ha aportado, por tanto, conclusiones.
La fiscalía federal sostiene que hay seis personas en prisión preventiva por su relación directa con los atentados y tres en libertad con cargos. Las detenciones y registros relacionadas con el ataque aún son el pan de cada día, porque quedan cabos sueltos. En enero se produjo el último arresto relacionado con aquella célula del ISIS. Las autoridades reconocen que existe el "riesgo" de que queden milicianos armados en libertad, procedentes de la red que atacó hace un año. Según datos oficiales, actualmente hay 59 personas bajo custodia policial y 60 más bajo fianza relacionadas presuntamente con diversos grupos terroristas islámicos.
El principal reto es el de tratar de reducir el riesgo de los individuos radicalizados que viven en suelo belga o de los que quieren retornar desde Siria, tras recibir formación de los islamistas. Reuters cita al Centro Internacional de Lucha contra el Terrorismo de La Haya (Holanda) para afirmar que hay unos 400 belgas que han sido reclutados para unirse a la yihad, lo que lo convierte en uno de los principales contribuyentes de Occidente.
Esta agencia, que ha recabado datos además de fuentes fiables de cuerpos de seguridad locales, sostiene que hoy hay unos 160 belgas en Siria, que a su vez han tenido unos 80 hijos, "unos niños que podrían ser un peligro mañana". En el último año han sido localizados cinco belgas que querían ir a Siria a enrolarse en el ISIS o recibir formación para atentar, de los que sólo uno logró su objetivo. La cifra es notablemente menor que la de años atrás. El dato es, pues, positivo, pero ahora el Ejecutivo de Charles Michel teme que el Daesh esté alentando otra estrategia: la de llamar a la lucha "en casa", o sea, en Bélgica, ante la imposibilidad de salir del país.
En la víspera del aniversario de Bruselas, el coordinador antiterrorista de la Unión Europea, el también belga Gilles de Kerchove, declaró a la radio belga RTL que la gran amenaza no son los cerca de 2.500 europeos en Siria o Irak, sino aquellos que "están entre nosotros y se radicalizan a través de internet".
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¿CÓMO SE ESTÁ PREVINIENDO UN NUEVO GOLPE?
El país se mantiene desde aquel 22 de marzo en estado de alerta, con un tres sobre cuatro en la escala de riesgo terrorista, que no se ha suavizado en ningún momento. Hay una fuerte presencia policial y del ejército en puntos calientes -aeropuertos, estaciones de autobús y tren, grandes centros comerciales, centros históricos...- no sólo de Bruselas, sino de otras grandes ciudades como Gante o Lovaina. Los controles con arcos de seguridad, escáneres de mano y cacheos se han intensificado, alargando las colas sobre todo en el aeropuerto de Zaventem, donde se instalaron carpas en el exterior de las salidas para impedir que algún atacante accediese directamente al vestíbulo donde ya se produjeron las explosiones de 2016.
Pese a que también se ha reforzado la ley antiterrorista y que Bélgica se ha implicado militarmente en la lucha contra el Estado Islámico en represalia por aquel 22-M, los ciudadanos insisten en confesar a la prensa su sensación de desprotección. El miedo no se ha borrado y cada vez que surgen posibles amenazas nuevas, como el vídeo aún no verificado que avisa con posibles atentados en Amberes, se generan corrientes de alarma.
¿DÓNDE SE CONCENTRA LA LABOR POLICIAL?
En este tiempo, las autoridades han centrado su atención sobre todo en zonas con gran presencia de población inmigrante -de segunda y tercera generación, incluso- como el barrio bruselense de Molenbeek, donde se produjeron las principales detenciones relacionadas con este caso y con los atentados de París de 2015. Reconocen que está siendo difícil internarse donde hace un año se supo que no tenían informadores ni redes de observación relevantes, un páramo para su Inteligencia. Ahora buscan detectar nuevas adhesiones o desalentar a los ya captados, a los que grupos como el EI reclutan entre los más jóvenes, sin empleo y con poca formación, incluso pequeños delincuentes.
Según un informe publicado por el diario flamenco De Morgen, en el último año se han inspeccionado 8.600 viviendas en Molenbeek, chequeando los movimientos de 22.668 individuos y 1.600 ONG o asociaciones de todo tipo. 102 de estas entidades tienen algún vínculo criminal y otras 51, con alguna red terrorista. 72 de las personas identificadas tenían también conexiones islamistas, de las que 26 viven ahora en Siria y el resto, 46, están en Bélgica (20 en prisión y 26, en libertad vigilada).
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¿CÓMO SE ESTÁ TRATANDO A LAS VÍCTIMAS?
En una nación felizmente desacostumbrada al terrorismo, ninguna ley protegía a las víctimas de atentados cuando llegó el doble mazazo del ISIS. No se contemplaba compensación alguna para quien ya nunca podrá hacer la vida de antes de aquel marzo. El pasado febrero, al fin, se aprobó el llamado estatuto de solidaridad nacional, que garantiza ayudas de por vida a las víctimas y también incluye el reembolso de los gastos médicos. Hay un pero: sólo contempla fondos para cubrir a las personas que en aquel momento residían en Bélgica. Es un problema serio, teniendo en cuenta que entre los muertos y heridos había personas de hasta 40 nacionalidades, produciéndose como se produjeron las explosiones en un aeropuerto internacional y en una estación de metro muy próxima a los grandes edificios del poder europeo.
Por ejemplo, han saltado a la luz casos como el de Karen Northshield, una joven de 31 años que se disponía a volar a EEUU cuando los suicidas atacaron en el aeropuerto y que está anclada a una cama en un hospital de Bruselas, tras perder el estómago y un trozo de cadera.
"De verdad, a veces teníamos la impresión de que prácticamente había que ponerse de rodillas para conseguir una compensación mínima y así poder continuar", ha indicado a la Agencia AFP Philippe Vansteenkiste, uno de los fundadores de V Europe, una asociación de víctimas surgida ante la "angustia" de las personas afectadas por la falta de respuesta de la administración.
El Ministerio de Sanidad ha reconocido que apenas el 15% de los afectados ha cobrado su indemnización de las aseguradoras privadas. El viernes, la federación belga de las compañías aseguradoras Assuralia prometió que aceleraría el tratamiento de los 1.361 casos abiertos, así como la "duplicación" de las indemnizaciones por "daños morales" para las personas gravemente heridas y para los que tengan los derechos de las víctimas fallecidas.